La escena ―vivida por una amiga cercana― cuenta por sí misma la época que vivimos:

Sandra Romandía

―A nosotras las del PT nos tocó irnos a algunas dependencias a explicar la logística: qué camiones, de dónde saldrían, cuál sería el pago, y en qué consistiría el paseo a la Ciudad de México si asistían.

―¿Y cuántas personas consiguieron? ―le preguntó.

―Ya llevamos unas 500, pero deberíamos tener más ―le contestó.

Al mismo tiempo, una pariente me comentó que sus amigas irían este sábado pasado a la capital mexicana desde Hermosillo, Sonora, con viáticos de mil 500 pesos, traslado, comidas y bebidas con tal de que asistieran a la marcha para la supuesta conmemoración del 85 aniversario de la expropiación petrolera.

Describo esto porque, aún en mi propia reflexión, me parece una sorpresa que no estemos escandalizados por el acarreo con dinero público ―o sacado de quién sabe qué dudosa procedencia― cada vez más evidente a las marchas en apoyo a la autollamada 4T, disfrazadas de otros festejos presuntamente patrióticos.

Detener la normalización de estas conversaciones, que revelan que estamos repitiendo los patrones de conducción política al estilo PRI, me parece urgente: el aparato de Estado no debe estar al servicio de las movilizaciones de exaltaciones políticas personales ni partidistas. Pero más, quizás, dejar de ver como algo natural que en esas marchas se agreda la imagen de una mujer ―con liderazgo en algún poder del Estado o no― en un espectáculo de circo maquiavélico en el que la violencia pareciera estar otra vez permitida.

Y me refiero a la escenificación inquisitorial en la que fue quemada una efigie de la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Lucía Piña Hernández, por enfebrecidas hordas obradoristas que celebraron la incineración de imagen de la abogada al grito de “¡Fuera Piña! ¡Fuera Piña! ¡Fuego! ¡Fuego!”.

La “ejecución” fue desde luego una expresión de la atmósfera de linchamiento atizada contra críticos y representantes de contrapesos legítimos al Poder Ejecutivo, en este caso, contra la legítima representante de uno de los poderes de la República.

Pero además, fue una manifestación de odio contra una mujer que se ha convertido en el símbolo de legitimación de la movilidad política de un amplio espectro de mexicanas, en un país donde la mujer enfrenta cotidianamente la violencia social, donde sólo en el año pasado fueron víctimas de homicidio doloso más de 2,800 mujeres; y bajo una administración federal que ha desmantelado gran parte de las políticas que aliviaban la vulnerabilidad del género. Una administración que también parece ver en la mujer a un enemigo.

No sobra recordar los casos históricos como el nazismo, en los que las hordas auspiciadas por el poder comenzaron quemando libros, obras de arte, retratos de los adversarios, y terminaron lanzando seres humanos a las llamas.

La obsesión por la eliminación del otro no es, desde luego, normal. Condenarlo es indispensable para el sostenimiento de un futuro donde prevalezca un piso mínimo de convivencia social pacífica.

En el caso de Opinión 51 no quisimos dejar pasar ese episodio de odio y este domingo manifestamos en un pronunciamiento público el rechazo a esas prácticas.

En dicho manifiesto, con absoluta convicción y preocupación, rechazamos la apología del odio y de la violencia contra las mujeres:

“Condenamos los actos y discursos que inciten a la violencia en contra de cualquier mujer independientemente de su puesto o corriente política. Nos solidarizamos con la Ministra Presidenta Norma Piña, y exigimos que las y los titulares y representantes de los Poderes Federales, precandidatos y demás personajes políticos, hagan público un pronunciamiento que rechace cualquier tipo de expresión de violencia a la autonomía democrática y hacia las mujeres”.

No normalizar es algo necesario y urgente: no debe ser aceptable que los recursos públicos sean utilizados para satisfacer el ego de un hombre ―o de cualquier persona del sexo que sea― en el poder, y tampoco que en esos actos de satisfacción se agreda a una mujer con el odio y la violencia enardecida de una turba machista que pareciera buscar la perpetuidad de la violencia como manifestación aceptada.

POSICIONAMIENTO A LA OPINIÓN PÚBLICA:

A la opinión pública, las y los titulares y representantes de los Poderes Federales, precandidatos y demás actores políticos,

El orden constitucional es la base para la convivencia social y política del país. Es inadmisible que se promueva y tolere la violencia en contra del Poder Judicial de la Federación, desde una marcha convocada por el Poder Ejecutivo Federal y con presencia del Presidente López Obrador.

El respeto a la separación de Poderes es imprescindible para garantizar la protección a los derechos humanos de todas las personas que conformamos el pueblo de México. Los ataques que desde la tribuna presidencial han ocurrido en las últimas semanas en contra de la Ministra Presidenta Norma Piña han provocado reacciones violentas que no sólo transgreden la separación de poderes, sino que ponen en riesgo su integridad.

Los pesos y contrapesos democráticos protegen al Estado mexicano y a sus habitantes pues garantizan los mecanismos de protección frente a los abusos de poder. En un México democrático, este equilibrio debe respetarse.

Las manifestaciones de violencia acaecidas en la marcha del pasado 18 de marzo son especialmente graves porque tienen además un componente de violencia de género. En un país en donde 11 mujeres son asesinadas al día por ser mujeres, y ocurren cientos de agresiones físicas que permanecen impunes, este tipo de expresiones de violencia son inadmisibles.

En Opinión 51 condenamos los actos y discursos que inciten a la violencia en contra de cualquier mujer independientemente de su puesto o corriente política. Nos solidarizamos con la Ministra Presidenta Norma Piña, y exigimos que las y los titulares y representantes de los Poderes Federales, precandidatos y demás personajes políticos, hagan público un pronunciamiento que rechace cualquier tipo de expresión de violencia a la autonomía democrática y hacia las mujeres.

Rossana Fuentes Berain

Sofía Ramírez Aguilar

Aideé Zamorano González

Jimena de Gortari Ludlow

Consuelo Sáizar de la Fuente

Stephanie Lewis

Pamela Cerdeira

Graciela Acevedo Quintana

eLe Figueroa

Regina Reyes-Heroles Cardoso

Gabriela Sotomayor

Alejandra Latapí

Valeria Villa

Jaina Pereyra

Bárbara Anderson Font

Ana Paula Ordorica Mariscal

Sabina Berman

Katia D’Artigues

Yuriria Sierra

Bibiana Belsasso

Linda Cruz

Yohali Reséndiz

Sandra Romandía

Soledad Durazo

Rosa Covarrubias

Azucena Uresti

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