No quería ir a la marcha de defensa del INE, porque debo confesar que muchas veces he sido una crítica acérrima de los altos sueldos que devengan los consejeros. Bajo el argumento de que de esta manera no tendrían necesidad económica y no serían sobornados por los partidos políticos o los candidatos para “venderse” o sesgar las elecciones hacia uno u otro bando, han recibido salarios que en un país como México considero ofensivos. En ese sentido, creo que ese es un tema que merece revisarse al igual que la reducción de diputados y senadores. Con esto quiero decir que parto de que ninguna institución es intocable y todas son perfectibles.

Lillian Briseño

Dicho lo anterior, comparto que en dos veces me ha tocado participar en alguna casilla durante las elecciones federales, una como secretaria y otra como presidente. En esas ocasiones, y en todas las otras en las que he ido a votar, siempre me he sentido muy orgullosa de contribuir de esa manera a la democracia de México. Me ha emocionado muchísimo ver a la gente acudir a las urnas y siento que, durante la jornada, se despliega en el país una especie de solidaridad ciudadana muy interesante, donde todos parecen actuar en buena lid en el proceso. La gente es amable, agradece a quienes organizan las mesas y votan respetuosamente en un ejercicio democrático muy exitoso.

Es quizá por ello que desde que se fundó el IFE/INE, he confiado en la operación de este instituto, así como en los resultados que ofrece. Al final, considero que desde su fundación en 1990 y sus atribuciones para organizar las elecciones, a partir de 1996, es uno de los organismos más rectos y por lo mismo respetados del país. El hecho de que desde entonces haya habido alternancia en el gobierno entre el PRI-PAN y Morena, es una señal clara de que se ha respetado el voto en México.

Por ello decidí ir a la marcha para defender al INE pero, sobre todo, para defender y seguir apuntalando la democracia en el país. Parafraseando a José Woldenberg en su discurso al pie del monumento a la Revolución, después de lo que nos ha costado como país empezar a saborear las delicias de la democracia tras 70 años de haber sido gobernados por el PRI, debemos de luchar al máximo por defender lo logrado. No hacerlo, sería una regresión en la historia política de México, que estoy segura nadie quisiera vivir.

Así lo expresamos los miles de mexicanos y mexicanas que salimos ayer a la calle a marchar en la capital del país (y sé que en muchos otros lugares también) para defender al INE. En un entorno de gran respeto, alegría, gritos, consignas y muy poca oposición (uno que otro perdido que gritaba o mostraba alguna pancarta atacando al instituto), fuimos avanzando desde el Ángel de la Independencia hasta el monumento a la Revolución de manera ordenada y pacífica.

Pude colarme prácticamente hasta el área central de la Plaza de la República, desde donde podía ver a diestra y siniestra a miles de personas que empezaron a llenar todas las calles aledañas. Bajo el grito de México, México, o de las consignas en defensa del INE, la gente se mostraba exultante, consciente de que se habían roto todas las expectativas de participación ciudadana.

Desde luego que el momento más emotivo de la marcha fue al final, cuando todos los que nos encontrábamos ahí entonamos el himno nacional. Sí, sin importar de dónde veníamos, todos los que estábamos ahí éramos mexicanos comprometidos con la democracia y dispuestos a defenderla a través de sus instituciones.

Salí de la plancha para desandar el camino por Reforma y me sorprendió constatar que, no obstante que ya se había dado por terminado el evento, ríos de gente saturaban esa avenida y seguían andando hacia el monumento a la Revolución. Es difícil saber cuántos éramos, pero yo vi a varios miles de mexicanos felices de estar ahí y de gritar que defendían al INE.

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