En su reciente libro Violar desde el poder *, la columnista de Opinión 51, Yohali Reséndiz , nos ofrece una serie de trabajos periodísticos con los que demuestra por qué el título de la obra no es una pregunta ni pone en tela de duda la facilidad que existe
para violar desde el poder.
Si bien es cierto que en este ejemplar expone casos de algunos personajes públicos, también lo es el hecho de que el ejercicio del poder para cometer abusos no se limita a quienes ostentan un cargo público.
Cito textual:
“Con base en datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que cita también la autora, México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil con 4.5 millones de casos al año , aunque la cifra pudiera ser poco realista si se considera que solo uno de cada 100 casos es denunciado.
Según el Consejo Ciudadano de la CDMX , los principales agresores sexuales de los niños son familiares, luego maestros y después sacerdotes. El 30% de los abusadores son los abuelos o padrastros, 13% tíos, 11% padres biológicos, 10% primos, 8% vecinos, 7% maestros y 3% hermanos”.
Leer a Yohali nos deja en claro que nuestras infancias están sumamente expuestas, pero también exhibe el grado de indiferencia que se ejerce desde la administración de justicia hacia las víctimas y que dista mucho de cumplir a cabalidad con el artículo 17 constitucional.
En la práctica, la impartición de justicia está sumamente deshumanizada porque es mejor mantener la chamba que procurarla para víctimas inocentes cuya vida ha quedado marcada desde la infancia.
Los testimonios que recoge la reportera vienen a demostrar cuántas vidas han quedado tocadas por experiencias vividas en la niñez. Estas revelaciones nos permiten darnos cuenta de que por más “leve” –si es que cabe la palabra– que haya sido el abuso, porque afortunadamente alguien llegó a tiempo para impedir que el abusador avanzara en su intento, las secuelas tardan años en sanar… Cuando sanan.
Nos muestra el peregrinar de madres, principalmente, en busca de justicia para sus infantes y la pobreza de nuestras instituciones por falta de procedimientos oportunos, especial y lastimosamente por la presencia de tantas personas que se dicen “servidores públicos” que solo tratan de sacar una jornada y muchxs de ellxs, además, se vuelven cómplices para proteger a lxs agresorxs.
No es fácil deslizar la mirada sobre las páginas sin experimentar una mezcla de coraje, asco e impotencia. Es doloroso plantarte ante esos relatos que muestran con detalle el lado más ruin de la condición humana.
No es fácil, pero es necesario.
Es urgente en esta etapa de la humanidad en la que la degradación social se expresa con tal magnitud –no sé si por ser mayor o por las formas de mostrarla– estar más atentos y no voltear la mirada y fingir que no pasa nada.
Yohal i es una reportera valiente que se compromete con los casos, que les da seguimiento periodístico (que no los suelta), que los revela y que por ello muchas veces expone su integridad.
El suyo, como el de tantos y tantas colegas, es un trabajo necesario y muchas veces gracias a esta labor es que algunas instituciones y sus representantes han tenido que ceder y cumplir la ley, esa ley que juraron respetar y que, en muchos casos, pervierten al convertirse en cómplices que alientan la impunidad.
Son periodistas que también se enfrentan al desgano de las políticas editoriales de los medios que por ganar “la nota fresca” dejan en el olvido las historias de horror y abuso.
Bien por Yohali y todxs lxs periodistas que realizan su trabajo con ética y compromiso . Bien por los medios que, aunque en sentido estricto no sean jueces, la suya es, no pocas veces, la única opción que muchas víctimas han encontrado para alcanzar la justicia que aligere el daño que el victimario dejó en sus vidas y la de sus seres queridos.
Lee más columnas como esta en http://www.opinion51.com
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.