Por: Marilú Acosta

Aprovechando que ser mujer aún está bien visto, platiquemos de la mudanza de la presidenta, porque en cualquier momento nos salen con “estaríamos mejor con lopezobrador”, “tendría que ser vieja”, "se les da la oportunidad y la echan a perder”; ya saben, estas frases de aliento que la sociedad nos regala, y aquí entre nos, sí nos hacen ser mejores cada día.

Qué esfuerzo tan titánico es transicionar al gobierno, acompañar al jefe a sus giras-que-podían-haber-sido-un-email, tranquilizar los mercados internacionales e ir a comprar (¿o las habrá encargado?) cajas de cartón, calcular los rollos burbuja (lo bueno es que es científica, se le debió facilitar) y sobre todo, tener suficientes cintas canela, para que entre varios puedan sellar cajas. Seguro las salas de espera de vuelos comerciales las utiliza para organizarse. Ya en casa, las juntas de gabinete se ven así: ¿Presidenta, qué vamos a hacer con el T-Mec?, preguntaría el Secretario de Relaciones Exteriores, mientras revisa qué tuppers tienen tapa y cuántos botes de yogurt ya deben tirarse. La recaudación está muy baja, no alcanza para los programas sociales, comentaría el Secretario de Hacienda mientras se enreda con la cinta canela. Todos en pantalones de mezclilla y con esa playera que no les importa ensuciar.

Se entiende que terminará por decidir dormir en Palacio hasta diciembre. No tanto para darle tiempo al ciudadano de mudarse, sino más bien para tener bien puesta la banda presidencial y con más tiempo para ella. Qué difícil mudarse al edificio que en 1502 fueron habitaciones de Moctezuma el joven y en 1523 se reconstruyeron para Hernán Cortés (no, no el encargado de Guardia Nacional; el primero). Vivir en un Palacio, que desde 1987 es patrimonio de la humanidad, debe ser un baño muy profundo de humildad. Qué atinados de evitar la ostentosa cabañita de Los Pinos.

Qué nervios no poder contratar a tu pintor, plomero, electricista y carpintero de confianza. Se le agradece a la presidenta, el sacrificio que significa confiar en restauradores de arte para colocar la tele, desazolvar cañerías, acomodar el filtro de agua y sobre todo, poner los clavos de donde colgará la obra de tu hijo. No cualquiera. ¿Quiénes revisarán que estén vacíos los cajones del ahora ciudadano? ¿El primer damo o un estudiante de arte en su servicio social? ¿Embodegará lo que no vaya a Palacio? ¿Se muda con todo y sartén del huevo? ¿Qué hará con la palita de madera para mover los frijoles? Recordemos que ya se acabaron los privilegios y por eso, la presidenta se encarga de su mudanza palaciega, porque obvio no tiene ayuda, eso sería burgués y aspiracionista; y ya nos quedó claro que los del movimiento de regeneración nacional “no son iguales”.

¿En qué momento dejará de lavar ropa? Porque empacar ropa mojada, requiere desempacar inmediatamente en el tendedero de Palacio. Ni me salgan con que “la secadora”, porque es La Doctora por su doctorado en ingeniería ambiental. Su ropa se seca con energía limpia y renovable como el sol. Como lo suyo, lo suyo, es el mantenimiento, ni nos preocupemos por recuperar el mes de depósito, seguro entrega su departamentito todo impecable antes de que empiece diciembre.

Qué tiempos para Palacio Nacional, después de haber visto a tanta personalidad corrupta y prepotente mudarse a vivir entre sus piedras, debe ser reconfortante para el inmueble regresar a su humilde origen. Recibir a la presidenta del pueblo; una mujer de fe, heredera de Moctezuma (de la estirpe europea), que recuperará la dignidad de la Gran Tenochtitlán, cuando Austria nos devuelva el Penacho o España nos ofrezca una disculpa, lo que suceda primero. ¡Qué ilusión regresar al Imperio Azteca! Un imperio disciplinado (autoritario), de castas (primero los pobres), tan amado por todos los pueblos (les entregaban su corazón), científico utilizando el cero (multiplican por cero sus deudas), anatomistas gracias a los sacrificios (asesinatos) y sabiendo utilizar la penicilina (con gran abasto de medicinas).

Esta mudanza palaciega e imperialista es histórica por ser austera y humilde. Qué respiro para la presidenta no pagar renta durante 70 meses. Sin duda este ahorro, y el aumento de sueldo, le permitirá tener dinero suficiente para comprarse una casita o un departamentito, que le permita jubilarse en paz.

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