En México ser mujer es sinónimo de alto, muy alto riesgo y en este sexenio “del no somos iguales”, las mujeres mexicanas, además, no han tenido sus mejores años.
De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), 2 mil 847 mujeres fueron asesinadas entre enero y septiembre de este 2022.
Las estadísticas no mienten, a 10 mujeres les arrebatan la vida al día en promedio.
Un porcentaje que se repite para desgracia del 52% de la población nacional perteneciente al género femenino, según las cifras más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEG). El año pasado asesinaron a 3 mil 750 mujeres. Solo mil 4 casos fueron catalogados como feminicidios y 2 mil 746 como homicidios dolosos. De ellas, 83% fueron mayores de 18 años, 6% menores de 17 años y 11% corresponden a registros donde la edad de la víctima no se especificó.
Este gobierno debe asumir los costos de su incapacidad para resolver un problema que, aunque venga de tiempo atrás y sea producto de una descomposición social, no ha sido, ni por mucho, su prioridad.
No se trata ni siquiera de implementar nuevas políticas de gobierno, sino de crear políticas de Estado que minimicen las desventajas que por razón de género padecen las mujeres.
La problemática es multifactorial y, por tanto, requiere de soluciones transversales que aniquilen las situaciones de discriminación e inequidad contra las mujeres quienes desde su infancia son víctimas de abusos de toda índole.
Lidia Arista publicó en Expansión una investigación muy completa que refleja cómo las violaciones de mujeres aumentaron el año pasado y alcanzaron una cifra récord con 21 mil 189, lo que representó 28% más que en 2020; y, por si fuera poco, consignó -además- que la violencia familiar registró el pico más elevado desde que se contabiliza por parte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Y aunque la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana Rosa Icela Rodríguez argumenta que los recursos para programas de igualdad entre hombres y mujeres aumentaron 82% este año respecto al anterior, estos recursos se enfocan en programas sociales “como Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida, Tandas para el Bienestar, Beca Universal de Educación Media Superior y no para programas específicos para atender y prevenir la violencia”
(https://politica.expansion.mx/mexico/2022/01/26/en-gobierno-de-amlo-los-tres-anos-mas-violentos-para-mujeres)
Por otro lado, en su reciente informe “Impactos del feminicidio en México y las respuestas del Estado”, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, documentó la falta de capacidad del Estado para atender a las víctimas de este delito y sus familiares, así como el peregrinar que tienen estos que hacer en la búsqueda de justicia y la revictimización a que se ven expuestos por parte de la ineptitud e indiferencia de las autoridades.
¿Más datos? Impunidad Cero dio a conocer en su quinta edición del Índice de Impunidad en homicidio doloso y feminicidio que:
En seis años sólo siete de cada 100 casos de homicidio han sido esclarecidos, y en este mismo periodo menos de la mitad de los feminicidios registrados han concluido con una sentencia condenatoria.
A pesar de que la SCJN (Suprema Corte de Justicia de la Nación) resolvió que toda muerte violenta de una mujer debe de ser investigada como feminicidio, sólo 27% se investigaron como feminicidio en 2021.
Los estados con mayores tasas de víctimas de feminicidio por cada cien mil mujeres durante el 2021 fueron Quintana Roo (2.9), Sonora (2.8), Sinaloa (2.6), Chihuahua (2.4), Morelos (2.3) y Nuevo León (2.3).
La impunidad en el tema de violaciones se retrata de manera magistral en el libro “Violar desde el poder” de Yohali Reséndiz, periodista y colaboradora en Opinion 51 .
Cifras que hablan por sí solas:
“Se calcula que 4.5 millones de niños al año sufren abuso sexual infantil en México. De cada mil casos de abuso sexual o violación en el país, solamente 100 llegan al juez y únicamente uno tiene sentencia…” Muchos de estos casos son de niñas que crecen en esta cultura de que se puede violar, abusar y humillar sin consecuencias.
Me permito cerrar con unas preguntas que, ojalá, podamos tener en cuenta en este cierre de año: ¿qué tenemos como sociedad para enojarnos más y exigir más y de manera más efectiva mejores políticas públicas para cambiar esto? ¿Qué debe pasar para que nuestros gobernantes abran los ojos y atiendan el problema de una manera disruptiva, por fin, eficiente? ¿Cómo no perdernos en el caos de lo cotidiano para hacer énfasis en lo importante?