Por Bárbara Anderson
“Lo que más quisiera en la escuela es que más compañeros, no solo Vero, me ayuden a levantarme de la silla o me inviten a jugar”. Stella tiene 10 años, vive con parálisis cerebral y la conocí esta semana en un evento de Nacional Monte de Piedad, en el Cemefi.
“Me hubiera servido que en la prepa el profesor entendiera que veía muy poquito y me sentara cerca del pizarrón y no hasta la última fila”, me contaba Naivi Luis, una chef y fotógrafa ciega que forma parte de mi libro (IN) Visibles, 24 historias de mexicanos con discapacidad que cumplieron sus sueños.
Desde que nació mi hijo Lucca, también con parálisis cerebral, empecé el empinado camino de pelear por sus derechos, desde tener un diagnóstico y acceso a terapias hasta ir al colegio o disfrutar de un parque.
He trabajado en lo que pomposamente se conoce como “incidencia pública”, es decir, tratar de que las injusticias o la falta de acceso se resuelvan reformando o implementando leyes o cambios a normas.
He golpeado muchas puertas (y muchas mesas) reclamando a organizaciones públicas y a empresas privadas que operen desde el sentido común antes de decir NO ante la obligación de ser inclusivos.
Me he peleado en la calle, en despachos de gobierno, en escritorios de empresarios, al lado de una rampa tapada por un coche y hasta con otros padres que no entienden que la inclusión es para todos, en todo, todo el tiempo.
Llevo 13 años en este Sísifo personal, donde he logrado muchos cambios y mejoras, pero donde también pude encontrar el mejor camino para derribar barreras a las personas con discapacidad: eres tú.
Sí, tú que estás leyendo este texto eres la persona más importante para hacer la diferencia, para ser la diferencia. No importa a qué te dediques, cuáles sean tus hobbies y tus miedos, tu edad o tu posición económica… ¡eres tú!
Te estoy mirando a los ojos y puedo notar tu cara de sorpresa, ese ceño fruncido y ahora la ceja levantada.
Claro que eres tú: tienes todo el poder, autoridad y oportunidad de cambiar una o muchas vidas.
Es casi un superpoder que no sabías que tenías, pero que hoy vengo a develártelo.
Solo requiere de tres habilidades: atención, paciencia y empatía.
¿Eres alumno en una escuela? Acércate a algún compañero que tenga una discapacidad (visible o no, pero que tú sí sabes que requiere de apoyo) y pregúntale primero si necesita o quiere ayuda, y luego ¡hazlo! Uff, no sabes todo lo que pasará a partir de ese momento y cuántas vidas cambiarás (no quiero hacer un spoiler, pero la primera persona en cambiar serás tú).
¿Eres maestro/a? Para activar el nuevo superpoder debes eliminar de tu léxico la frase ‘es que…’. No. Nuevamente: atención, paciencia y empatía. Pregunta a los padres (que seguramente llegaron a tu salón después de un largo Via Crucis por más escuelas): ¿cómo puedo ayudarlos? ¿Qué necesita su hijo/a para estudiar? ¿Me pueden ayudar ustedes a adaptarnos a su hijo/a?
Uff, no sabes el efecto residual de este sí, de este poderosísimo “sí te ayudo”.
¿Trabajas en una empresa? Averigua si existen empleados con alguna condición de vida. Si te dicen que no, inmediatamente (ya sabes, para activar el superpoder) debes decir: “¿por qué no?” o “¿y si empezamos ahora?”. Aquí nuevamente es más una cuestión de sentido común que de sesudos estudios de recursos humanos. Las personas con discapacidad son quienes más se conocen y saben qué y cómo puedes ayudarlos. Sigue sus recomendaciones y uff, no sabes todo lo que cambiará en toda la compañía a partir de ese momento.
¿Estás en una oficina de atención al público? Checa si hay alguien que requiera ayuda y con solo ayudarlo ya te estarás ayudando tú y a muchas personas más.
¿Viajas? Cede el asiento y brinda apoyo.
¿Estás en la calle? Cede el paso y brinda apoyo.
¿Estás en un evento? Acerca a esa persona al lugar donde se sienta más cómoda.
¿Organizas un acto/festival/foro/fiesta? Revisa que sea una actividad para todos.
¿No hay dónde estacionar excepto en un espacio dedicado a personas con discapacidad? No lo uses, espera tantito y no ocupes un lugar que alguien sí necesita.
¿Ves a una persona con discapacidad sola? Acércate, acompaña.
He visto más familias, más personas, más organizaciones cambiar por un “te ayudo” que por pesadas leyes bonitas y olvidables.
Como decía Kennedy: “no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. No preguntes qué puede hacer el país por alguien con discapacidad, sino qué puedes hacer tú. Porque sí puedes, porque hoy es el mejor día para empezar a cambiar vidas (empezando por la tuya).