Por: Valeria Villa
La tarde del jueves 8 de junio, Araceli Enríquez, de 41 años, originaria de Veracruz, se registró como huésped en el hotel Holiday Inn, junto a Reforma 222. Unas horas más tarde, rompió la ventana de la habitación. Testigos dicen que tardó 30 minutos en hacerlo y que después estuvo 20 minutos en la orilla de la ventana antes de lanzarse del octavo piso y morir. 50 minutos pudieron ser suficientes para detener a Araceli y ayudarla, pero ni el cuerpo de seguridad del hotel ni la policía actuó a tiempo. Mucha gente que observaba desde abajó decidió grabar la escena y compartirla en redes sociales, reforzando la idea de la sociedad del espectáculo en la que todo lo que ocurre es una escena para exhibirse.
Kitty Genovese, gerente de un bar en Nueva York, fue asaltada, violada y apuñalada hasta la muerte, afuera de su departamento en Queens en 1964, mientras 38 personas veían o escuchaban el ataque. Nadie hizo nada para detenerla. 38 testigos, de los cuales nadie llamó a la policía porque no querían verse involucrados. Esta historia se publicó en el New York Times y fue parcialmente desmentida años después: el número de testigos fue exagerado, algunos vecinos llamaron a la policía y otros pensaron que era una pelea entre borrachos. Solo una vecina, Sophia Farrar, corrió a auxiliar a Kitty, que yacía en un charco de sangre cuando la encontró. Sin embargo, el asesinato de Genovese trascendió como una historia emblemática de indiferencia social en ciudades alienadas y deshumanizadas, en las que no hay comunidad y prevalece la frialdad, el egoísmo y la indiferencia.
Esta historia nos dice algo fundamental sobre los seres humanos, que se conoce como “El efecto espectador” estudiado por Latané y Darley, que ubicaron dos variables: difusión de la responsabilidad e influencia social.
La difusión de la responsabilidad se refiere a que mientras más testigos y observadores, menos responsabilidad personal. La influencia social quiere decir que monitoreamos lo que hacen los demás para decidir cómo actuar.
Latané y Darley también encontraron que no ayudar, no actuar, puede estar asociado al miedo. Mucha gente se paraliza en situaciones potencialmente peligrosas.
Cuando los testigos deciden intervenir, pueden impedir crímenes o acosos de cualquier tipo. Ser un testigo pasivo de la violencia puede reducirse teniendo más conciencia del entorno e incluso mediante un entrenamiento específico. Es lo contrario a la evitación del conflicto: se trata de hablar de frente cuando presenciamos acoso o de actuar cuando alguien es violentado. Habría que comportarse siempre como si todo dependiera de una, como si fuéramos el único testigo.
Después del asesinato de Kitty Genovese, Nueva York y muchas otras ciudades aprobaron la Ley del Buen Samaritano para alentar la ayuda a las víctimas. Este incidente ha sido uno de los más citados en el área de psicología social hasta que ocurrieron los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Araceli tardó 50 minutos en suicidarse. El personal de seguridad del hotel, junto con quienes grababan la escena, tal vez intentaban pedir ayuda a la policía o quizá solo grabaron un momento macabro que se haría viral en sus redes sociales, desconectados del horror de ver a una persona a punto de saltar de la ventana.
Si el personal de seguridad del hotel, la policía y un experto en negociar con suicidas hubieran actuado a tiempo, podrían haberla salvado. Una decisión como la de Araceli se toma en un estado de absoluta desesperación y muchas veces de desconexión con la realidad. Muchos suicidas que fallan en su intento agradecen que alguien los detenga.
Black Mirror, la serie de Netflix, se ha convertido en una referencia del mundo distópico en el que cada vez parecemos más instalados. El suicidio de Araceli Enríquez y la gente grabándolo en tiempo real, me recuerda el capítulo White Bear de la segunda temporada, en el que Victoria se despierta con dolor de cabeza, sale de una casa que no reconoce, pide ayuda, pero la gente que se encuentra en el camino solo la graba. No recuerda quién es y comienza a correr porque un hombre armado la persigue y le dispara. Las personas que atestiguan la persecución solo graban con sus celulares. ¿Por qué no la ayudan y solo observan? Cuando están a punto de matarla, se abren las cortinas y está en un teatro donde un público aplaude emocionado.
Los espectadores no están viendo a esta mujer directamente sino a través de la cámara de sus teléfonos. Aunque ella grite que es un ser humano, ellos no se conmueven, están grabando, están viendo un espectáculo que instrumentaliza lo que graban, así sea un suicidio, una persecución, un golpiza, una violación o un asesinato.
Todos los días se comparten en redes diversas manifestaciones de la violencia que la gente graba con sus celulares. No es una exageración pensar que nos hemos acercado a los mundos deshumanizados de Black Mirror.