Por Bárbara Anderson
Hace un par de semanas, la revista The Economist publicó el ‘Índice de riesgo Trump’, donde enlistó a los 70 socios comerciales más grandes de Estados Unidos según su exposición a las políticas del empresario republicano. En un mapa mundial, pintaron en distintos tonos de rojo el nivel de exposición a Donald Trump en un segundo mandato, y resalta en todo el planisferio un solo país en negro: México, con la puntuación máxima, el máximo riesgo (71 sobre 100).
Somos el país que más riesgo corre en un segundo mandato de este candidato. Empezando justamente por la relación comercial y luego por la posición geográfica:
1. Desde este año, somos el principal socio comercial de la mayor economía del mundo, y esa grata realidad puede volverse en contra. Más de 86% del total de nuestras exportaciones tiene como destino Estados Unidos. Los déficits comerciales son una gran preocupación para Trump, y el déficit con México aumentó a 152,000 millones de dólares en 2023, un crecimiento del 37% desde 2020. Solo China tiene un déficit mayor con ellos. Si en su primera candidatura se enfocó en un muro para cerrar el paso a los migrantes, esta vez su foco es un contenedor, para cerrarle el paso a las exportaciones mexicanas.
“Aranceles, mi palabra favorita”, ha repetido en varios de sus templetes alrededor del país. Esta semana, su exrepresentante de Comercio, Robert Lighthizer (quien participó de la renegociación del T-MEC), publicó un editorial en el Financial Times donde justifica el uso de aranceles y prepara su discurso: “Nuestros socios comerciales, en particular aquellos con grandes superávits comerciales, no deberían culparnos por el cambio de política. Simplemente estaríamos respondiendo al daño que han causado”.
¿Puede imponer aranceles a socios como México, con los que tiene un TLC? Pues sí, el poder judicial ha pasado buena parte de la campaña tratando de entender hasta qué punto la autoridad presidencial puede usar los aranceles por motivos de seguridad nacional o por prácticas desleales de comercio. Trump prometió imponer entre 10% y 20% a todas las importaciones y 60% para las que llegan desde China. Los aranceles reducirían al menos un 1.5% el PIB de México, según el think tank londinense Capital Economics.
2. Revisión del T-MEC: Si bien en julio de 2026 se debe realizar la revisión tripartita al tratado de libre comercio con México y Canadá, las comisiones legislativas y las mesas de análisis comenzarán en enero de 2025 con la nueva conformación del Congreso en Estados Unidos. Y, aunque este tratado es “su bebé”, el tratado que ideó para reemplazar al “peor que había firmado su país” (como se refería al TLCAN), eso tampoco es garantía. De hecho, en uno de sus discursos afirmó que no quiere revisión, sino una renegociación, volver todo a ceros porque incluso preferiría ‘ningún acuerdo comercial’. Hoy exportamos bajo el cobijo del tratado unos 1.5 millones de dólares por minuto, unos 2,304 millones de dólares cada 24 horas. Nuestro comercio bilateral representa el equivalente a un tercio del PIB nacional.
3. Deportaciones: la promesa de regresar a millones (sí) de migrantes, la mayor parte de ellos mexicanos, que viven en Estados Unidos con estatus no formal, afectaría directamente a las remesas que llegan al país, mismas que no solo han sido un bálsamo para millones de familias sino que también han apoyado la estabilidad del peso mexicano. Cada hora, los migrantes envían 6,5 millones de dólares a nuestro país.
4. Frontera: la idea del candidato republicano es forzar a México a convertirse en un tercer país seguro, obligando a los inmigrantes no mexicanos a buscar asilo en nuestro país. Si el gobierno de Claudia Sheinbaum también quiere aquí mantener el status quo, reflotará el modelo de ‘Quédate en México’, lo que aumentará la presión de los grupos de migrantes en las ciudades fronterizas.
5. Seguridad: en un documento de campaña, Trump esboza que la ayuda militar probablemente sería más condicional y que los aliados se verían intimidados para que aumentaran su propio gasto en defensa. El tema del tráfico de fentanilo ha reavivado su exagerado discurso de que el gobierno de Estados Unidos debería bombardear los laboratorios ilegales en territorio mexicano. Esto es improbable, pero sí podría dar más peso a la DEA en términos de presión, lo que añadiría más combustible a la fogata que ya está encendida por la lucha de poder dentro de los cárteles tras la entrega de Mayo Zambada a las autoridades estadounidenses.
“Es una persona impredecible”, me decía uno de los funcionarios que estuvo a cargo de la renegociación a partir de 2017. Y ese adjetivo es el que menos quieren escuchar los empresarios, inversionistas y las firmas que están encaminando sus proyectos hacia el país latinoamericano más cercano a Estados Unidos, impulsados por la ola del nearshoring.
Si bien podría resultar difícil a Trump imponer sus ideas más radicales (como la expulsión de migrantes o el alza de aranceles), en temas de política internacional habría más riesgo. A más riesgo, más incertidumbre y, con ello, menos interés en invertir o aumentar inversiones en nuestro país.