Democracia y Estado de derecho en franca preocupación

 
Una de las noticias que más han circulado en nuestro país y fuera de éste es el debate en torno a la reforma electoral, presentada por el jefe del Ejecutivo y que ha llegado recientemente a la Cámara de Diputados. A raíz de esta iniciativa, han surgido múltiples pronunciamientos particulares y colectivos que aluden una fuerte preocupación por la democracia y el estado de derecho en México.

Si bien la ciencia política comprende un amplio bagaje de cuestiones técnicas, lo cierto es que la ciudadanía percibe un serio impacto que está afectando nuestra vida democrática.    
Admito que desconozco las teorías y vicisitudes del ámbito político, pero eso no impide sumarme a las voces de personalidades expertas que desde hace un tiempo manifiestan argumentos diversos que nos invitan a reflexionar acerca de un tema trascendental para México.

Desde hace varios años, somos conscientes de que la distribución del poder político en nuestra nación ha cambiado de manera importante, al grado de transformarse para dejar atrás la historia del sistema de un partido hegemónico. Derivado de ello, la alternancia política aparece como un fenómeno regular de transmisión del poder. 
 
Para que esto fuera tangible, se requirieron grandes cambios institucionales que, hoy por hoy, los mexicanos no podemos permitir ningún movimiento de regreso. Si es que es necesaria una reforma electoral -en el entendido de que nada puede ser para siempre- es importante analizar, en su justa dimensión, que existe una fuerte polarización que no le hace nada bien al país. 

En mi calidad de ciudadana, empresaria, madre y abuela, no quiero pasar de largo ante esta situación que todos los días se condimenta con noticias y posicionamientos que generan mayor incertidumbre e inquietud sobre si tenemos una democracia estable y de calidad.      
 
Diversas encuestas ponen de manifiesto que la confianza en las instituciones y en la clase política se ha erosionado en el mundo, dando origen a un debate, lastimosamente no concluido, sobre las implicaciones de este hecho. Algunas de las preguntas centrales son: ¿La declinación de la confianza constituye una crisis de la democracia? ¿Qué tan necesaria es la confianza para el funcionamiento de la democracia?  
 
Considero que la falta de confianza afecta el funcionamiento de los mecanismos de representación política y las formas de gobernanza en la democracia; es más, se trata de un factor que favorece a que los individuos se impliquen en asuntos cívicos y apoyen al desarrollo de instituciones sociales y políticas, asentándose como un pilar clave para los procesos políticos y el sistema democrático. 
 
En otros términos, la confianza es necesaria en la política y en una democracia es fundamental, dado que permite generar y construir puentes de deliberación, diálogo, negociación y credibilidad de los procesos de representación y gobernabilidad, robusteciendo los instrumentos democráticos, como el voto, la asociación, la libertad de expresión y la participación; las reglas de los procesos políticos, incluso posibilitando la alternancia del poder de manera institucionalizada, cuando se considera necesaria. 
 
Los hallazgos en torno al debate generado por la iniciativa de reforma electoral nos ponen en una alerta sobre el déficit de confianza ciudadana. Es válido considerar que existen áreas de oportunidad para mejorar el desempeño de las instituciones, pero sería mucho más positivo emprender acciones, de manera conjunta, que contribuya al fomento de una vida asociativa y participativa para consolidar una cultura cívica y juntos alcancemos una democracia estable y de calidad. 

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