Por Rosa Covarrubias
¿Cuántas veces soñamos con ser los mejores en lo que hacemos? ¿Cuántas veces lo logramos y cuántas hemos intentado o tirado la toalla antes de conseguirlo?
El trabajo en equipo , la confianza y lealtad que depositas en cada uno de tus compañeros, aunado a la disciplina y a las amistades que forjas en el camino, sin importar si es del mismo equipo u otro, son parte de los valores que rigen el deporte. El engaño, la mentira y la falta de liderazgo, esos no.
Hace un par de semanas, en Opinión 51 escribí sobre lo ocurrido a las jugadoras de la Selección Mexicana de Futbol Americano , quienes tenían la oportunidad de lograr grandes cosas en Helsinki , pero por un “error” y una huelga en una aerolínea por la cual, supuestamente viajarían, el sueño de demostrar de que eran capaces y el de ser medallistas se vino abajo.
Para la mayoría de las 45 jugadoras el sueño mundialista no inició hace dos o tres años, fue trabajo y constancia durante más de una década, sumado a una serie de sacrificios que el deporte en su máximo nivel requiere; algunas dejaron a un lado trabajos, otras, madres de familia, dejaron por más de un mes a sus hijos en busca de superar el tercer lugar obtenido en 2017.
Un sueño que se convirtió en una pesadilla el mismo día que supuestamente viajarían.
Horas de incertidumbre, de negativas, de claudicar y decir, “no vamos a participar”, al final una luz en el camino cuando se les dijo que siempre sí. No, no fue una necedad el viajar como muchos dicen, “¿Para qué van si no pueden ganar una medalla?”, nadie sabe lo que ellas trabajaron para llegar ahí, nadie sabe lo que cuesta pelear por un buen lugar hasta el final. Además, si el recurso llegó, aunque fuese tarde como dijo César Barrera , presidente de la FMFA , se tenía que utilizar para ese fin y aunque él lo niegue, hubiese existido una sanción tanto económica, como deportiva por parte de la Federación Internacional, incluida una desafiliación, si no se hubieran presentado en el Mundial de Finlandia.
¿Qué duele más? Seguramente el engaño, la mentira, esa que se les dijo en un inicio cuando les pidieron que no se preocuparan por buscar recursos, que todo estaba bajo control, que se enfocarán en lo que ellas sabían hacer mejor, trabajar, entrenar para lograr el objetivo, ser medallistas y poner en alto el nombre de México y su Federación, esa que les dio la espalda cuando más la necesitaban.
Un equipo jamás se abandona. Un equipo nace de un grupo de personas que buscan un objetivo en común. En teoría, todos, desde directivos, jugadoras, coaches, médicos, etc., son parte de él. Al equipo no se le miente, no se le engaña con falsas promesas, no se le da la espalda, se le habla de frente y se le apoya, se le recrimina si las cosas salen mal, se les reconoce si se hacen bien, eso es lo que hacen los líderes.
No, no son rijosas por levantar la voz, por hacerse visibles, por romper el silencio, ese que aparece en todos los deportistas cuando algo ando mal y son amenazados por directivos, funcionarios, entrenadores, “si hablas, no te convoco”, “si se te ocurre decir algo, despídete de tu sueño”, “si alguien se entera, me encargo de que tu carrera se trunque”; levantan la voz porque lo que tenían miedo a perder, ya lo perdieron.
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