Por: Mónica FLores

Mi mamá siempre trabajó, cosa poco común en aquellos ayeres, y ella me decía que yo debía trabajar para ser económicamente independiente y para que la inversión de tiempo y dinero en mis estudios valiera la pena. Con ese ejemplo y esas enseñanzas crecí, terminé la licenciatura, hice dos maestrías y empecé a trabajar en empresas nacionales y globales, me casé y todo parecía seguir el guión de los comentarios de mi madre.

Sin embargo, el día que salí del hospital y regresé a casa después de haberme convertido en madre de Constanza, me llené de dudas (como muchas mujeres) y pensé en no volver a trabajar y dedicarme 100% al cuidado y educación de mi hija, estaba convencida. Lo comenté con mi esposo y afortunadamente, él me hizo cambiar de opinión.

Tendemos a pensar que es nuestra obligación dedicarnos al 100% a nuestros hijos para darles una buena educación y verlos crecer, de lo contrario no seremos buenas madres, y la culpa nos invade.

A lo largo de mi vida profesional he visto a muchas mujeres talentosas tener esas dudas y rechazar ascensos, pedir reducción de jornada o bien un puesto menos demandante (equivalente a menor jerarquía y sueldo).

No podemos perderlas…

De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), la participación económica de las madres disminuye conforme aumenta el número de hijos: 54% de las madres con un hijo tienen un empleo o están en búsqueda de uno, en comparación con 38% de aquellas con 4 hijos y 27% con 5 hijos o más.

El 68% de los empleadores en México afirma tener problemas para cubrir sus vacantes y a nivel global, este número ¡asciende al 75%! No podemos permitirnos desaprovechar todo lo que una mujer puede aportar no solo a la empresa sino a su ecosistema de bienestar.

Por otro lado, a una mujer que se desvincula del mundo laboral meses o años, le cuesta mucho regresar, vuelve sin estar actualizada y sacrificando el acceso a determinados roles o salarios por su falta de actividad durante ese tiempo.

Ahora parece más difícil la reinserción, porque lo que aprendiste ayer puede quedar obsoleto muy pronto y la transformación digital galopa velozmente.

En nuestro país, 9 de cada 10 personas que dejan el mercado laboral para realizar tareas de cuidados son mujeres (IMCO), pero ¿quién cuida de ellas? Y es precisamente la falta de una red de apoyo lo que las aleja del trabajo.

No sólo el Gobierno, sino también las empresas, juegan un papel importante en buscar los cómo sí para que las mujeres que son o se convierten en madres, permanezcan, se queden a desarrollar su profesión, oficio o tarea, lo que además económicamente conviene al país, al entorno más próximo de una madre y a la sociedad.

Una de las principales razones que tuve para regresar y permanecer en ManpowerGroup, fue la cultura de la empresa. Desde que tenía 3 años, Constanza me acompañaba a la oficina y el tenerla cerca me daba paz. Como muchos padres, cuando creció, tuve el reto de encontrar qué hacer con ella en las vacaciones escolares y así nació Manpower Kids. La inversión en este programa de actividades para los hijos en la oficina, sin duda valió la pena: ellos se divertían y los padres estaban tranquilos de tenerlos cerca. Además, los niños veían a sus padres trabajar siendo un ejemplo para ellos. ¡Aumentó el compromiso!

Conforme crecieron, tuvimos que hacer Manpower Teens con actividades de aprendizaje y socialización. Hoy, está normalizado ver en nuestras oficinas a niños o niñas, ya sea porque no tuvieron clases o porque no tenían quién los cuidara ese día.

No se trata de políticas, ni comités, se trata de una cultura que se vive con ejemplos todos los días.

Los cambios culturales empiezan en casa…

En las oficinas sí, pero también en casa. Necesitamos referentes masculinos que sean modelos genuinos de: debo recoger a mi hijo de la escuela, tengo que llevar a mi hija al médico, traje a mis hijos a la oficina porque no tenía con quién dejarlos. Tenemos que hacer realidad el cambio de roles, empoderar a los He for She y aplaudir esas conductas.

Hemos avanzado en los estereotipos de género, pero nos falta, empecemos en casa. No hay roles masculinos y femeninos, todos le entramos a las tareas domésticas.

De nada sirve por ejemplo tener juguetes unisex si al final de la comida le seguimos pidiendo sólo a la niña que recoja la mesa, o que sea ella únicamente quien sirva la comida al padre o a los hermanos hombres, o que le sigamos diciendo que no puede estudiar ciertas carreras porque son masculinas…

¿Cómo las retenemos?

Como dije, en mucho podemos ayudar desde la empresa, pongo algunos ejemplos:

  • Flexibilidad de horarios
  • Trabajo híbrido
  • Programas de coaching y sponsorship que les permitan enfocarse, transitar y encontrar soluciones
  • Tiempos parciales
  • Días personales
  • Licencias obligatorias de paternidad
  • Ayuda de tareas
  • Referentes cercanos de madres que sí pudieron
  • Ecosistema de apoyo dentro de la organización
  • Cultura organizacional empática

Desde el Gobierno, un sistema de cuidados integral que incluya no sólo a niños, pero también a adultos mayores sería un gran soporte para madres y padres.

En este contexto, también tenemos que luchar contra nosotras mismas porque en ocasiones somos nuestro peor crítico y nos enfrentamos a una serie de expectativas sociales, familiares y también personales.

  • Las madres que trabajan fuera de casa se sienten juzgadas por dejar el cuidado de sus hijos en manos de otros, por la cantidad de tiempo que pasan con ellos, por perderse eventos o reuniones escolares, por la limpieza de su casa, por compararse con madres que se dedican al cuidado de los hijos, por los juicios sociales e incluso por no cuidar suficiente de sí mismas.
  • Las madres que trabajan en casa se sienten juzgadas por no contribuir económicamente al hogar, por desaprovechar su educación, habilidades y potencial, por compararse con madres que trabajan fuera de casa, por la limpieza de su hogar, por sentir dependencia al no tener un ingreso propio y también por los juicios sociales.

Y para la reflexión final, está demostrado que los hijos de los hogares que tienen contribución económica de las mujeres alcanzan niveles más altos de escolaridad y que las economías y empresas mejoran su rendimiento y son más innovadoras a medida que hay más mujeres trabajando y tomando decisiones.

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