Por Bárbara Anderson

En estos días los medios se han llenado de imágenes de Roma, Atenas, Madrid donde miles de turistas caminan bajo un sol abrasador y se desesperan por buscar un lugar fresco, agua para hidratarse o un espacio donde refugiarse de temperaturas tan altas que han obligado a muchos hotspot a cerrar, como la propia Acrópolis que debió cerrar ante el peligro de recibir visitantes a 42 grados centígrados.

En julio, con temperaturas promedio ya son al menos 1.1 grados más altas en todo el hemisferio norte que durante la era preindustrial y en Estados Unidos, Europa y Asia (y México) nos sofocamos con un fenómeno que parece destinado a repetirse como son los ‘domos de calor’. Veo las fotos de turistas en Europa al lado de carteles urbanos con la temperatura (siempre por encima de los 40 grados) y recuerdo las primeras imágenes que veíamos de los hospitales colapsados en Italia a causa del Covid 19. Nos parecía algo apocalíptico que ocurría, como la gran guerra, del otro lado del mar. Pero, en tiempos globales, faltaban pocas semanas para que esas postales brutales tuvieran rostros mexicanos.

Hace pocas semanas tuve la oportunidad de viajar a Cancún con mi familia. Un hotel sumamente accesible (algo que con un hijo usuario de sillas de ruedas no es fácil de conseguir) pero no reparamos en el calor. La primera semana de agosto, con 39 grados y sol a pleno todo el día, nos escondimos en el cuarto del hotel para estar frescos, para poder respirar y recién cuando comenzaba a caer la tarde bajábamos a la alberca y al mar.

Costaba respirar, era imposible caminar por sus recorridos diseñados para aprovechar el sol del caribe sin sentir derretir las chanclas en la blanca piedra pómez de sus andadores, o en la alberca que arquitectónicamente estaba pensada para que nada le quitara esos reflejos -ahora insoportables- del sol. Moderno, funcional pero sin tomar en cuenta esta nueva era de calor que trae el cambio climático, este hotel me hizo pensar en el negocio del turismo en general, ¿realmente estamos considerando en nuestro país la enorme crisis que el calentamiento global puede traer a esta fuente de ingresos siempre al alza?

En junio se publicó un reporte sectorial de turismo en Europa de la European Travel Commission (ETC), para el segundo semestre de este año la primera condición a la hora de elegir el destino de las vacaciones es ahora ‘un clima con condiciones agradables’ por encima de costos y presupuesto y restricciones de seguridad. "Anticipamos que las condiciones climáticas impredecibles en el futuro tendrán un mayor impacto en las elecciones de los viajeros en Europa", dijo Miguel Sanz, director de ETC en la presentación de este informe que muestra que 7.6% de los viajeros ahora ven los fenómenos meteorológicos extremos como una preocupación importante para los viajes entre junio y noviembre. Los datos revelan que la cantidad de personas que esperaban viajar a la soleada y veraniega región mediterránea de junio a noviembre cayó 10% en comparación con el año pasado y el clima es el factor central, ya superada precisamente la pandemia. Como nunca antes, destinos como la República Checa, Dinamarca, Irlanda y Bulgaria han visto un aumento en el interés. “Nuestra investigación reciente indica una disminución en el número de personas interesadas en viajar en agosto, el mes pico, mientras que más europeos están considerando viajes en otoño”, dijo Sanz. Y en todos los países evaluados de la UE, hay un 3% menos de interés por destinos de “Sol y playa”. Justo es el mayor atractivo que tenemos en México y es el mascarón de proa de la promoción internacional pero ¿estamos preparados para capotear una crisis climática?

El Ministerio de Medio Ambiente de Italia advirtió en un informe de este año que los turistas extranjeros en el futuro viajarían más en primavera y otoño y elegirían destinos más frescos. "El balance será negativo, también porque parte de los turistas italianos contribuirá al flujo de turismo internacional hacia países menos cálidos", dijo el informe. En España, se espera una alta demanda vacacional en los destinos costeros del norte del país y en las islas turísticas españolas, donde las temperaturas de verano tienden a ser más frescas, según un informe de la Asociación Nacional de Turismo Exceltur.

Ambos países están tomando la temperatura en serio: Grecia nombró a su primer Director de Calor en 2021 y en España a principios de este año se anunció la prohibición de los trabajos al aire libre (como agricultura y construcción) durante los períodos de calor extremo.

Se espera en el mediano plazo un cambio en la estacionalidad de los viajes por vacaciones -cayendo la ocupación en lo que se conocía como la temporada alta en verano- y eso cambia también las dinámicas de ingresos, empleos, servicios e infraestructura.

¿Han escuchado alguna medida específica en nuestro país por parte del gobierno actual? ¿O está el tema del calentamiento en alguna de las agendas de los ‘disque candidatos presidenciales’ en este ‘no período de promoción electoral formal’?

En México los ingresos por turismo representan 7.5% del PIB y los destinos ‘hot’ de sol y playa son los primeros generadores de divisas comenzando por toda la Riviera Maya. El mes pasado en una entrevista de Crónica el secretario de Turismo Miguel Torruco, afirmó que nuestro país se mantiene como el segundo país más visitado del mundo después de Francia según la Organización Mundial de Turismo y que busca alcanzar el primer lugar haciendo hincapié en trabajar tres factores: la modernización de los productos turísticos, una mayor capacitación de los empleados de este sector y una mejora en la seguridad en los destinos. Pero de la temperatura no hubo una sola referencia.

El calor no solo afecta financieramente al turismo per se, sino también a la infraestructura nacional si se toman en cuenta los efectos secundarios más notables del calentamiento global.

Financial Times publicó esta semana un informe donde cita a la reaseguradora Swiss Re, que pone pesos y centavos a las pérdidas catastróficas relacionadas con el calor para las aseguradoras: la cancelación de cosechas por sequía, los daños por incendios forestales o por huracanes ascendieron a 46.400 millones de dólares (mdd) en los cinco años hasta 2022, frente a los 29.400 mdd de los cinco años anteriores.

Lo que vivimos con la canícula del mes de junio y la que estamos a punto de recibir en estos días, es ‘una probadita’ de lo que experimentaremos en las próximas décadas. Se lo dijo al Diario de Yucatán el académico Francisco Estrada Porrúa del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) dependiente de la UNAM. “Lo que sabemos es que en los próximos 10 o 15 años no tendremos control básicamente de qué es lo que pueda pasar, pues aunque mitiguemos hoy mismo, los próximos lustros ya están determinados en gran medida por las emisiones que ya pusimos en los años anteriores. Por la inercia del sistema climático junto con la humana, de la sociedad, la economía, las emisiones, nos espera un panorama muy complicado”.

Lo cierto es que en nuestro país, con sus decenas de destinos de playa y sol (como España) o de arqueología (como Grecia) el calor se sigue tomando como un evento estacional, aislado o inédito pero aún no es una bandera roja para ninguna agenda de gobierno empezando por el turismo y siguiendo por el resto de las actividades al aire libre.

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