En coautoría con Robert L. Brownell, Jr., Jorge Torre, Richard Brusca
Al Centro Mexicano de Derecho Ambiental por su congruencia y tenacidad en 30 años de vida.
Nueve presidentes mexicanos han atestiguado la trágica historia de la vaquita desde que fue reconocida como una especie nueva de marsopa en 1958: Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador.
Durante seis décadas hemos sido testigos de los esfuerzos de los gobiernos de México y Estados Unidos, de pescadores, organizaciones de la sociedad civil, científicos, fundaciones y filántropos mexicanos e internacionales para evitar la extinción de esta marsopa que sólo existe en México. Decenas de millones de dólares se han destinado a la investigación científica, a compensar a los pescadores afectados por las medidas de protección y apoyar a los que quieren usar técnicas pesqueras más sostenibles que no matan vaquitas.
Pero también hemos sido testigos de cómo la Secretaría de Pesca, la Conapesca y el Inapesca han socavado los esfuerzos de las autoridades ambientales para salvar a la vaquita y promover la pesca sostenible. De nada han servido prohibiciones a medias, vigilancia simulada, compensaciones millonarias poco transparentes a pescadores y la desesperación de la Semarnat por capturar vaquitas en 2017 para intentar reproducirlas en cautiverio.
La vaquita ha ido desapareciendo frente a nuestros ojos. Literalmente. Durante centenares de miles de años su población tuvo entre 2000 y 5000 individuos; pero a los humanos nos tomó sólo unas décadas llevarla al borde de la extinción –en 1997 había 567 vaquitas, 245 en 2008, 200 en 2012, 97 en 2014, 60 en 2015, 30 en 2016, 20 en 2019 y en 2023 quedan sólo 13. Estas últimas parecen estar restringidas a un área de sólo 12 x 24 kilómetros en el Alto Golfo, el único lugar del planeta en donde vive esta pequeña marsopa mexicana, el mamífero marino más amenazado del planeta.
¿Qué pasó? Ilegalidad, corrupción, indiferencia, simulación.
Las vaquitas mueren en redes agalleras o de enmalle. Son un tipo de arte de pesca no selectivo que ha devastado las poblaciones de otras especies de importancia económica y ecológica en el Alto Golfo: totoaba, tiburones y rayas, corvinas, otros peces y tortugas marinas.
La suerte de la vaquita está amarrada a la de la totoaba, un pez que sólo se encuentra en el norte del Golfo de California. Los enmallamientos en redes totoaberas son la principal causa de la disminución de la población de esta marsopa en la década de 1970 y hoy son la única causa de que esté en la antesala de la extinción. Debido a la sobreexplotación, la totoaba fue declarada en peligro de extinción en México en 1975 y en Estados Unidos en 1979. Después de un pico de capturas de 2261 toneladas de carne de totoaba en 1942, y a pesar de que se intensificó el esfuerzo pesquero, las capturas anuales cayeron a 59 toneladas en 1975. Sin embargo, la pesca ilegal continuó ante los ojos entrecerrados de las autoridades.
En 2010, la pesca ilegal de la totoaba resurgió masivamente ya que su vejiga natatoria (“buche”) es utilizada en una comida tradicional china muy costosa, principalmente en las provincias de Guangdong y Hong Kong. Los traficantes pagan hasta 5,000 dólares por kilo de buche a pescadores de San Felipe y El Golfo de Santa Clara, dos poblaciones pesqueras cerca de la frontera con Estados Unidos. Pronto el buche de totoaba se convirtió en la cocaína marina.
Miles de toneladas de buches se traficaron por la frontera entre México y Estados Unidos para ser transportados por vía marítima a China –en donde se venden en el mercado negro y valen más que el oro– dejando en México miles de totoabas muertas tiradas en la playas y vaquitas ahogadas en redes. Un kilogramo de buche seco llega a venderse o subastarse en línea en hasta 100,000 dólares.
Salvar a la vaquita en vista de esta demanda por los buches de totoaba es un desafío enorme, pero no tenemos duda de que esta marsopa se extinguirá si la pesca ilegal no se detiene inmediatamente. Hay que decirlo con claridad: aún podemos salvar a la vaquita, pero la única manera es que el gobierno mexicano detenga –inmediata e indefinidamente– toda la pesca con redes agalleras en su hábitat.
Porque, al fin y al cabo, son México y su maravilloso ambiente marino los que sufrirán las consecuencias de la extinción de esta marsopa. La atención que la vaquita ha recibido la ha convertido en el guardián de la salud ambiental del Alto Golfo –y mucha de esta atención y el apoyo que ha generado ha beneficiado indirectamente a otras especies en peligro de extinción.
Una vez se extinga la vaquita, la protección de los recursos naturales de esta región se evaporará y el resto de la vida marina –incluyendo la totoaba, camarones, corvinas, tiburones y tortugas marinas– seguirá la misma trágica ruta. Y, al final, los pescadores locales y sus familias estarán en una situación económica aún más desesperada.
Hoy, prácticamente todas las pesquerías del Alto Golfo están sobreexplotadas y no se han desarrollado alternativas económicas sostenibles para los pescadores. Esto es particularmente dramático en El Golfo de Santa Clara, cuyos 4000 habitantes dependen casi por completo de la pesca y de un turismo incipiente. Si el ecosistema colapsa aquí, el costo que México pagará será mucho más que las pérdidas ambientales.
Sin aportar ninguna evidencia, algunos autores sugieren que la reducción del flujo del río Colorado impactó la salud del Alto Golfo y de la vaquita. Sin embargo, sabemos que este ecosistema no ha cambiado significativamente en miles de años. Ese tipo de aseveraciones sin fundamento distraen la atención de lo que verdaderamente está causando la extinción de la vaquita: la mortalidad en redes de pesca legales e ilegales.
Podemos todavía salvar a la vaquita si México, Estados Unidos y China toman acciones coordinadas e inmediatas. El gobierno mexicano debe aumentar la vigilancia para detener la pesca ilegal y ampliar el refugio actual para incluir todo el hábitat histórico de la vaquita. Esto implica eliminar las pesquerías con redes agalleras en ese refugio ampliado y compensar a los pescadores, mientras se facilita su transición ordenada a artes de pesca que capturan camarones y peces, pero no vaquitas.
El gobierno estadounidense debe tomar acciones rápidas y decisivas para detener el tráfico de buches de totoaba por su frontera con México. Y el gobierno chino debe detener de inmediato la entrada ilegal de buches de totoaba (llamados maw en chino) a su país, pues son una de las comidas secas más lujosas que se venden en Hong Kong y otras partes de ese país.
Desafortunadamente, creemos que salvar a la vaquita es casi imposible debido a que grupos del crimen organizado están inmiscuidos en la explotación y venta de los buches de totoaba. No obstante, una vez más exigimos a los gobiernos de Estados Unidos, China y México que tomen acciones decisivas y convincentes para salvar a esta especie única, patrimonio natural de ésta y las futuras generaciones de mexicanos.
Epílogo del capítulo Vaquita en el libro “Coastal Dolphins and Porpoises: Handbook of Marine Mammals” que publicarán Academic Press/Elsevier en 2024.