Con el 2020 iniciamos una década que podría ser crucial para el futuro de la vida en la Tierra. Una década en la que nuestra estabilidad social, económica y política estarán en juego. Una década en la que todos nos angustiaremos por la crisis ambiental más grave que ha conocido la humanidad. Demorar más las acciones para enfrentarla sólo traerá sufrimiento para todos.

Con amor para mi hija de 17 años y mi hijo de 22 años

 

Sólo de un vistazo a las estadísticas del 2019 para corroborar la magnitud de la emergencia ambiental en que vivimos. Es el resultado de nuestros voraces patrones de consumo, suicida falta de respeto por la naturaleza e irracional inmediatismo. Que nadie se sorprenda. Los científicos lo han advertido una y otra vez; no los escuchamos entonces, y no los escuchamos ahora. Para muchos políticos y líderes empresariales no es política ni económicamente correcto hablar del Armagedón ambiental. Aquellos que se atreven a alzar la voz – piense en Greta Thunberg, la activista de 16 años– son rechazados, calumniados, ridiculizados como alarmistas o acusados de servir a intereses oscuros.

Estoy convencido de que el desenlace de unas pocas batallas ambientales marcará la nueva década y definirá en qué tipo de planeta habitaremos usted, yo y las generaciones futuras, y en qué clase de sociedad nos convertiremos. Si perdemos esas batallas, todos perdemos, sin importar en dónde o cómo vivamos. Nuestras ideologías políticas o creencias religiosas tampoco importarán. Se disputarán entre familiares, amigos, colegas y desconocidos; y las urnas, las calles, las redes sociales y la arena política internacional serán los campos de batalla. Todos podremos sumarnos a esas batallas decidiendo por quién votar, por qué causas marchar, qué consumir, cómo transportarnos. Estas son las ocho batallas en las que nos veremos inmersos:

1. En noviembre los estadounidenses decidirán si reeligen o no a Donald Trump—el más poderoso negacionista del calentamiento global y adversario del medio ambiente y el multilateralismo. El presidente de los muros. ¿Votarán por él o por alguien que anteponga el bienestar de su nación y del planeta a sus intereses personales? ¿Aunque sea por el menos malo?

2. En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro continuará resquebrajando las regulaciones ambientales para incentivar a los ganaderos y los taladores a iniciar incendios, y para ampliar la explotación minera en tierras indígenas; lo que amenaza 40% de las selvas tropicales húmedas del planeta. Todo en aras de un nacionalismo demagógico, una lógica de que "Yo puedo destruir la Amazonia porque es mía". ¿Se quedará el mundo impávido mientras esto pasa?

3. La cumbre climática de noviembre en Madrid fue un fiasco. ¿Podrá la COP26 de 2020 en el Reino Unido meter en cintura a los Estados Unidos, China, India y Rusia para que cumplan sus compromisos como parte del Acuerdo de París? Juntos son responsables de la mitad de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

4. Mucho han avanzado los movimientos juveniles globales, marchando en las calles y haciendo huelgas en las escuelas para exigir medidas contra las crisis climática y ambiental. Su desafío inmediato es apuntalar las protestas, mientras al mismo tiempo obtienen los cambios de política necesarios para que los jóvenes asuman el control de su propio futuro. Cuando los adultos denigramos su lucha, que no se nos olvide que son ellos los que pagarán durante mucho tiempo los platos rotos de nuestros errores.

5. A medida que la crisis empeora, la mayoría de las agencias multilaterales responsables del medio ambiente dejan de ser relevantes pues se han convertido en feudos políticos, son demasiado burocráticas y carecen de liderazgo. Deben revisarse su mandato y estructura para transformarlas en verdaderos foros multilaterales que ofrezcan soluciones, no sólo cumbres, conferencias y buenos deseos fútiles.

6. Los líderes y miles de millones de seguidores de las religiones más populares – cristianismo, islamismo, budismo, hinduismo, judaísmo – deben asumir su obligación de cuidar la naturaleza. Sin envidia y con humildad. La encíclica Laudato si' de 2015 del Papa Francisco marcó un hito en la lucha ambiental; desafortunadamente no movilizó el apoyo de los millones de creyentes ni de los políticos católicos. No obstante, la visión ambiental del Papa ofrece una poderosa fuente de inspiración y de consejos prácticos.

7. Las organizaciones civiles y filantrópicas han proliferado en las últimas décadas. Aunque cumplieron un papel decisivo en concientizar a la sociedad, muchas – sobre todo las internacionales – no evolucionaron con la misma rapidez en la que se agravaba la crisis ambiental. Sus pecados mortales son el fracaso de entender, fortalecer y apoyar a las organizaciones locales, y la tendencia de anteponer la búsqueda de dinero a su misión. Varias parecen haberlo entendido y empiezan a mirar más allá de sus propias narices.

8. El potencial del sector empresarial para invertir e innovar a favor de la conservación ambiental y la sostenibilidad sigue sin ser suficientemente aprovechado. Además, aunque muchas empresas y empresarios se jactan de ser ambientalistas, pocos lo demuestran con hechos. Parece que no se dan cuenta que la base de sus cadenas productivas y la viabilidad de sus inversiones dependen de la naturaleza, y que protegerla es indispensable para desarrollar sus negocios.

Llegó la hora de tomar partido, de usar el poder del voto y de unirnos a las marchas callejeras y a las protestas en redes sociales. Las condiciones están dadas para una revolución liderada por y para jóvenes. Los demás podemos participar o hacernos a un lado; si no ayudamos, al menos no estorbemos.

Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es utopía ni locura, es justicia.  Don Quijote de La Mancha, 1605, Miguel de Cervantes Saavedra 

Científico y ambientalista   
Twitter: @ovidalp

Google News

TEMAS RELACIONADOS