Jean Chappé d'Auteroche, grabado por J. Corner, 1791. Welcome Collection
Mirar a Venus transitar lentamente frente al Sol, casi tocándolo, es ser parte de un milagro cósmico. Contemplar a la diosa romana del amor y lucero del alba transitar, a millones de kilómetros de la Tierra, como motita negra cerca del astro rey, es magia, sensualidad pura. Nunca lo he visto y, tristemente, nunca lo veré.
Son acontecimientos astronómicos extraordinarios que según la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) se repiten únicamente cada 243 año s–dos tránsitos separados por ocho años de intervalo y por más de un siglo del siguiente par de tránsitos.
De todos los planetas del sistema solar sólo a Venus y a Mercurio podemos verlos transitar, pues son los únicos que pasan orbitando entre la Tierra y el Sol. Los últimos tránsitos de Venus fueron el 8 de junio de 2004 y el 5 de junio de 2012, pero se han visto ocho en los últimos 400 años–en 1631, 1639, 1761, 1769, 1874, 1882, 2004 y 2012. Los próximos tránsitos serán el 10 de diciembre de 2117 y el 8 de diciembre de 2125. Me temo, queridos lectores, que ya no estaremos vivos para verlos.
Hace muchos años leí que la primera expedición científica al Mar de Cortés la realizó el jesuita y astrónomo francés Jean-Baptiste Chappe d’Auteroche. Este miembro de la Academia de Ciencias de Francia documentó el tránsito de Venus el 3 de junio de 1769, desde la misión jesuita de San José del Cabo Añuití en la punta de la Península de Baja California. Ya lo había hecho ocho años antes, el 6 de junio de 1761, en Tobolsk, la capital histórica de Siberia fundada por los cosacos en 1585.
Hace unos días encontré las versiones digitalizadas de la bitácora de viaje y del diario de Chappe. La primera, Journal du voyage de l'abbé Chappe en Californie , fue publicada en forma póstuma por su colega César-François Cassini de Thury en 1770 y se conserva en la Biblioteca del Observatorio de París. El otro es la traducción al inglés de la primera parte del diario de Chappe de su viaje a México, A voyage to California, to observe the transit of Venus , publicado en Londres en 1778.
La bitácora es técnica, el diario es la narración del viaje. Las dos, entrelazadas, me guían al escribir estas líneas. Las dos relatan el viaje de Chappe desde Francia hasta San José del Cabo, después de haber arribado por mar a Veracruz, por tierra a San Blas en Nayarit y desde allí cruzar el Mar de Cortés. Y las dos inician cuando Chappe zarpó del puerto de Le Havre-de-Grâce a bordo del Le Nouveau Mercure, el 23 de septiembre de 1768, y concluyen el 17 de julio de 1769–dos semanas antes de que muriera en San José del Cabo.
Equipado con mi limitado francés y un diccionario, fui recorriendo, una a una, las páginas digitalizadas de los tres tomos que forman la bitácora de viaje de Chappe. Páginas laboriosamente acicaladas con la refinada letra manuscrita del jesuita, pero sobre todo con coordenadas, azimuts, ángulos, números, cálculos, círculos, temperaturas, batimetría, piedras volcánicas, el diámetro de Venus, y la posición y distancia a la Luna, el Sol y las estrellas. Y algunos tachones y manchones y muchas hojas en blanco.
En la página 20 del tomo 3 inician páginas y páginas llenas de minuciosas y complicadas anotaciones sobre el 3 de junio de 1769, día en que Chappe observó el tránsito de Venus–esquemas, coordenadas, tablas, números y notas que sólo un astrónomo puede comprender.
Recurrí a la traducción del diario intentando encontrar a Jean-Baptiste, el hombre. Su diario termina, inconcluso, haciendo referencia al 3 de junio cuando, después de negarse a abandonar San José del Cabo en medio de la epidemia que finalmente le costó la vida, pudo observar el tránsito de Venus. Traduzco sus últimas líneas:
“Todos mis instrumentos estaban listos para permitirme observar el tránsito de Venus. Las condiciones climáticas favorecen mis deseos al máximo. He tenido tiempo de hacer observaciones precisas y repetidas para ajustar mi reloj. Por fin llegó el tres de junio, y tengo una oportunidad de hacer las observaciones más completas”.
Con ayuda de las cartas que Chappe escribió y los relatos de sus acompañantes, el traductor del diario reconstruye sus últimos días, y agrega una sección titulada Historia Natural de la Provincia de México. Cuando atracó en Veracruz, el 6 de marzo, Chappe relata que en camino a San Blas cruzó Xalapa, Perote y contempló el Pico de Orizaba; llegó a la Ciudad de México y visitó su catedral, capillas y conventos, caminó la Alameda y vio el quemadero de la Santa Inquisición. Pasó por Querétaro, Guadalajara y Tepic. El 15 de abril llegó a San Blas, cuatro días más tarde zarpó rumbo a Cabo San Lucas, pero debido al mal tiempo su embarcación ancló exactamente un mes después, el 19 de mayo, cerca de San José del Cabo.
Casi al final de la bitácora de viaje encontré la descripción del eclipse de Luna del 18 de junio de 1769 en San José del Cabo, que Chappe hizo mientras sufría de fiebre intensa, dolores de cabeza y otros embates de la enfermedad infecciosa que terminó matándolo el 1 de agosto. Sus últimas anotaciones son del 17 de julio. La penúltima página contiene una leyenda que hace constar que César-François Cassini de Thury, astrónomo y cartógrafo francés miembro de la Academia de Ciencias de Francia, registró y publicó el 19 de diciembre de 1770 las observaciones de Jean-Baptiste Chappe d’Auteroche.
El incansable jesuita y astrónomo devoto fue enterrado en la misión de San José del Cabo, hace 254 años. Antes de morir realizó su sueño de mirar por segunda vez a Venus transitar, pero, esta vez, desde donde la tierra acaba.
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