El miércoles participé como ponente en México Verde, el primero de tres encuentros en el marco de la Convención Nacional “Repensando el Futuro en Verde” del Partido Verde Ecologista de México –que según sus organizadores busca “formar los cimientos para construir una verdadera agenda ambiental que se refleje en acciones en el futuro”.

Muchos colegas me han criticado por haber aceptado la invitación. Están en su derecho. Lo hice porque estoy convencido de que la seguridad alimentaria, la seguridad hídrica, la seguridad energética, la salud pública, la justicia social y la presencia del Estado en el territorio son, en conjunto, sinónimo de seguridad nacional –y quería por lo menos intentar convencer de esto a los aproximadamente 300 consejeros, senadores, diputados, presidentes municipales y regidores del Partido Verde que asistieron.

En consecuencia, titulé mi ponencia Medio ambiente = Seguridad nacional. Ignoro si mis argumentos –que resumo aquí brevemente– fueron lo suficientemente persuasivos.

México es uno de los 17 países que albergan 70% de la diversidad biológica del planeta. La biodiversidad incluye la diversidad de especies vegetales y animales, la diversidad genética en las poblaciones y la diversidad de ecosistemas. En conjunto nos brindan servicios de valor incalculable: aprovisionamiento (alimentos, materias primas, agua, medicinas), regulación (de la calidad del aire, la erosión, las plagas, las enfermedades y los eventos climáticos extremos), sostenimiento (ciclo de nutrientes, fotosíntesis) y culturales (salud física y mental, recreación, valores espirituales).

Son servicios ambientales fundamentales para los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Milenio de las Naciones Unidas: fin de la pobreza, hambre cero, agua limpia, energía asequible y no contaminante, ciudades y comunidades sostenibles, clima, mares, ecosistemas terrestres y paz, justicia e instituciones sólidas, entre otros.

Según la CONABIO, somos el cuarto país más biodiverso y el segundo en diversidad de ecosistemas –en menos de 1% de la superficie del planeta albergamos 10% de las especies de plantas y animales, 40% de ellas endémicas de México. Tenemos 138 millones de hectáreas de bosques, 11,000 km de litorales en dos océanos y una zona económica exclusiva de mar de 3 millones de km².

Paradójicamente, somos un país de pobres. De acuerdo con el CONEVAL, la CONAPO y el PNUD, de 130.1 millones de mexicanos, 55.7 millones son pobres: 10.8 millones viven en pobreza extrema y 44.9 millones en pobreza moderada. 28.6 millones de compatriotas sufren carencia alimentaria y 24.4 millones rezago educativo. Y 11.4 millones de indígenas son los mexicanos más pobres y vulnerables. Por eso ocupamos el lugar 86 entre 191 naciones en el Índice de Desarrollo Humano, que se calcula con base en la esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización de adultos, la matriculación en educación primaria-secundaria y el PIB per cápita.

Según datos del INEGI, las cuentas económicas y ecológicas de México en 2021 revelan un desbalance brutal entre lo que nos cuesta a los mexicanos el agotamiento y la degradación ambiental –$1,177, 969 millones o 4.6 % del PIB– y los recursos que destina el gobierno federal a la protección ambiental –sólo $109,115 millones o 0.45% del PIB. La destrucción, fragmentación y degradación del hábitat, la contaminación, la sobreexplotación, las especies invasoras, las enfermedades y el cambio climático son las principales causas de este agotamiento y degradación ambiental.

De acuerdo con el INECC, el CONEVAL, el Instituto de Salud Pública y la CONAGUA, México es uno de los países más vulnerables al cambio climático y el segundo de América Latina en muertes por contaminación del aire –su mala calidad mata 20,000 mexicanos cada año y los niños son los más afectados. De 563 acuíferos, 102 están sobreexplotados, 75% de 718 cuencas están contaminadas, y 77% de los mexicanos y la generación de 87% del PIB están en grave riesgo de escasez. Sumado a esto, la eficiencia del uso de agua es muy baja (47% en el sector agrícola, 58% en ciudades), los ríos son los principales receptores de aguas residuales domésticas crudas y contaminantes tóxicos, y menos de 60% de las aguas residuales se tratan.

Según el CONEVAL, la SEMARNAT, el INAPESCA y la CONABIO, en las últimas décadas perdimos 50% de cobertura vegetal natural (bosques, selvas, pastizales) por causa del cambio de uso del suelo para agricultura (82%), la tala ilegal (8%) e incendios (4%). Cada año perdemos 128,000 hectáreas de bosques. La pesca está en crisis: 53% de 589 especies de peces comerciales están en máximo de aprovechamiento, 27% están sobreexplotadas y sólo 20% pueden aumentar la producción. Y 127 especies mexicanas se extinguieron y 1,213 especies están en peligro de extinción.

Las especies miden al diversidad biológica de un país, las lenguas miden su diversidad cultural. Las dos son parte de su identidad nacional. Con 364 lenguas, México es el quinto país más diverso lingüísticamente; con 47,853 especies de plantas y animales (40% de ellas endémicas), es el cuarto país más biodiverso. Pero 64 de esas lenguas están en muy alto riesgo de desaparecer (sobreviven menos de 100 hablantes, principalmente en Oaxaca, Baja California, Chiapas, Campeche, Sonora, Quintana Roo y Chihuahua) y 13 ya se extinguieron. A medida que México se torna menos diverso cultural y lingüísticamente, también se vuelve menos biodiverso.

La lengua y el mamífero mexicanos en mayor peligro de extinción están en Baja California: sólo dos hablantes de Kiliwa y menos de 10 vaquitas sobrevivían en 2022.

Las áreas naturales protegidas son la herramienta más eficaz para conservar la biodiversidad, los servicios ambientales y las lenguas/riqueza cultural. México tiene 187 áreas protegidas que abarcan 11% de su superficie terrestre, 22% de su superficie marina y se distribuyen en prácticamente todas las entidades federativas. Son áreas en donde el Estado tiene presencia a través de los guarda parques –mujeres y hombres que son los pilares de su protección. No obstante, los recursos federales destinados a estas áreas se han reducido drásticamente en los últimos años y hoy la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas se asfixia, pues muchas de estas áreas no tienen el personal ni los recursos mínimos para cumplir su objetivo.

México es uno de los países más letales para quienes defienden el medio ambiente. De acuerdo con un informe reciente del Centro Mexicano de Derecho Ambiental, 148 defensores ambientales fueron asesinados entre 2014 y 2022: 29 en 2017, 25 en 2021 y 24 en 2022, los años con más asesinatos.

Directivos, consejeros, senadores, diputados, presidentes municipales y regidores del Partido Verde: ¿Medio ambiente = Seguridad nacional?

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