Hoy, México vadea el tsunami de “la tesis”. Para bien o para mal, ya se verá. Y una vez que amaine el vendaval nadie quedará contento. Pasaremos rápidamente a otro tema —coyuntural o medular— de la vida nacional.
Todos los espacios han sido conquistados por “la tesis”. Desde finales del año pasado, los mexicanos hemos leído, escuchado, murmurado, especulado, gritado y hasta maldecido —a solas o en público— sobre “la tesis”. Hasta la náusea. Dos palabras que, probablemente, eran poco familiares para muchos. Hasta ahora.
“La tesis” ha inundado medios de comunicación, redes sociales, metro, aeropuertos, cafés, restaurantes, cantinas, antros. Atiborra tertulias entre amigos, conversaciones familiares, de alcoba. Con conocimiento, o sin él, divagamos, abogamos, discutimos sobre “la tesis” — unos a favor, otros en contra. “La tesis” como parte de nuestro léxico y diccionario nacional, in sæcula sæculorum.
Políticos de todos los partidos surfean la gran ola de “la tesis”. Una ola que ha llegado a Palacio Nacional, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Cámara de Diputados, el Senado de la República.
Sin duda, 2023 será el año de “la tesis”. Que si la UNAM dice una cosa, que si la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Educación Pública le contestan otra. Bolita va, bolita viene. Y todos quedamos confundidos. Mientras “la tesis”, abandonada, deambula huérfana de madre y padre.
“La tesis” como ente que motiva la efervescencia nacional. Tema imprescindible y omnipresente, de moral, de probidad y de jurisprudencia. Nos guste, o no, “la tesis” llegó para quedarse.
En mi familia, “la tesis” dominó las conversaciones de fin de año. Y continuó hasta el nuevo. Mi hija me imploró, una y otra vez, que ya no invocara esas dos palabras. Se lo prometí, una y otra vez, pero no pude evitar reincidir, una y otra vez.
Me había resistido a escribir sobre el tema, porque prácticamente todo se ha dicho y poco o casi nada puedo agregar…pero sucumbí a la tentación, y heme aquí.
¿Por qué, se preguntarán muchas lectoras y lectores que no han escrito y defendido una, es “la tesis” una cuestión tan trascendental que merece toda esta algarabía?
Personalmente, creo que pocas cosas son más íntimas que escribir una tesis. Es el mayor desafío que un joven profesional enfrenta antes de iniciarse en las lides de su carrera. Es la hora de la verdad, en la que uno enfrenta sus dudas más recónditas, más inconfesables. ¿Podré encontrar “el tema”? ¿Lo aceptará mi asesor? ¿Seré capaz de terminar de escribirla y defenderla? ¿Qué haré para que nadie se piratee mi novel idea, mi hipótesis, mis datos, mi inspiración?
Pero ¿qué exactamente es una tesis? Y ¿por qué es tan importante?
La primera definición que me apareció en Google fue: “La tesis es un documento académico cuyo propósito se centra en la contribución al conocimiento y/o aportar soluciones innovadoras a problemáticas específicas en una disciplina científica en particular, lo cual se traduce en un trabajo de investigación original que sigue una rigurosidad metodológica”.
Y luego recurrí al diccionario de la Real Academia Española, que la define así: “1. Conclusión, proposición que se mantiene con razonamientos. 2. Opinión de alguien sobre algo. 3. Disertación escrita que presenta a la universidad el aspirante al título de doctor en una facultad. 4. Golpe en el movimiento de la mano con que se marca alternativamente el compás”. Aunque me gusta la cuarta definición, debemos descartarla pues evidentemente no aplica.
Bienvenida entonces “la tesis”, y las consecuencias que ella conlleva.
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