Omar Vidal y Richard C. Brusca
Presidente Andrés Manuel López Obrador: redoblemos los esfuerzos y aumentemos las inversiones para rescatar nuestra diversidad biocultural y conocimiento tradicional
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En 1520, hace de eso 500 años, México fue devastado por una epidemia atroz, un brote de viruela que asoló entre 30 y 50% de la población indígena. Muchos grupos de cazadores y recolectores que perecieron entonces en el noroeste del país hablaban múltiples lenguas que desaparecieron con ellos. Otras enfermedades traídas del Viejo Mundo por los españoles, y sus brutales campañas de exterminio diezmarían después todavía más a la población indígena.
La diversidad de la vida tiene dos vertientes: una biológica y otra cultural. Las especies son la unidad básica de la biodiversidad y las lenguas nos permiten cuantificar la diversidad de las culturas. Las complejas relaciones entre ambas conforman la biocultura. Los lugares con diversidad alta en especies tienen diversidad lingüística alta; las áreas con diversidad baja en especies tienden a tener diversidad lingüística baja. Si entendemos esto, también podremos entender que los pueblos indígenas que viven en esos lugares de diversidad alta son los mejores guardianes de una gran parte de la diversidad biocultural del planeta. Son ellos los que manejan y protegen las complejas relaciones entre biología y cultura, los tesoreros de nuestras especies, y de nuestras lenguas.
Hemos invertido mucho trabajo y dinero en disminuir la pérdida de especies animales y vegetales, pero la desaparición de las lenguas ha recibido mucha menos atención y, de hecho, es ignorada en muchas partes del mundo. A ver si lo entendemos de una vez: la pérdida de una lengua es igual de trágica que la extinción de una especie vegetal o animal. Cuando permitimos que una lengua desaparezca, también dejamos que se borre el inmenso conocimiento tradicional que transporta. A medida que el mundo se vuelve menos diverso, cultural y lingüísticamente, también se vuelve menos diverso biológicamente. Los biólogos calculan una pérdida anual de especies de 1000 veces más que las tasas históricas de pérdida, y los lingüistas pronostican que para finales del siglo se habrán evaporado entre el 50 y 90% de las lenguas del mundo.
En nuestro planeta se hablan unas 7100 lenguas. Pero casi la mitad de la población mundial habla únicamente 24. La otra mitad habla las restantes 7076, de las cuales la mitad tiene menos de 10 mil usuarios. Y, según la UNESCO, casi 40% de la población mundial carece de acceso a la educación en una lengua que hable o entienda.
Acabamos de publicar un artículo científico en el que analizamos las especies y lenguas mexicanas en peligro de extinción. Intentamos probar la relación entre ambas. En este artículo resumimos los principales hallazgos.
Con 364 lenguas vivas, México es el quinto país con mayor diversidad lingüística del mundo; pero 64 de esas lenguas están en grave peligro de extinción (sobreviven menos de 100 hablantes de cada una), mientras que 13 ya se han extinguido. Nuestro país es también el cuarto país con mayor diversidad biológica. Sin embargo, 1213 especies de su flora y fauna están amenazadas de extinción y al menos 127 se extinguieron porque no han sobrevivido a la intervención humana. Nuestro estudio demuestra que, como era de esperarse, la diversidad biológica y lingüística se superponen geográficamente, y los estados de Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero, Michoacán y Puebla albergan la mayor parte de las especies y las lenguas de México. Tampoco sorprende que las áreas con el mayor número de especies en peligro coincidan con las áreas con el mayor número de lenguas en peligro.
La pérdida de la diversidad biocultural en México, y en las Américas, comenzó tan pronto como los europeos atracaron en nuestras costas. Aunque las estimaciones del tamaño de la población nativa de México antes de 1519 varían mucho, probablemente éramos unos 20 millones. Nuestra población indígena pronto empezó a desmoronarse a causa de las guerras, la esclavitud y la introducción de patógenos desconocidos - como aquellos que causan la influenza, la viruela y la peste bubónica.
Hoy estamos contra la pared: de las 364 lenguas vivas en México, más de 100 están en muy alto riesgo de extinción (sobreviven menos de 100 hablantes de cada una) y 43 están en alto riesgo de extinción (sobreviven entre 100 y 1000 hablantes de cada una). Las lenguas en mayor peligro son: Kiliwa (sobreviven sólo 2 hablantes), Awakateco (3), Tuzanteco (5), Ayapaneco (8), Ixil nebajeño (12), Zapoteco de Mixtepec (14), Ku´al (20), Ixcateco (21), Kaqchikel (35), Zapoteco de San Felipe Tejalapám (50), Ixil chajuleño (52) y Zapoteco de Asunción Tlacolulita (53).
Las amenazas más graves para la biodiversidad mexicana son la destrucción y la fragmentación del hábitat (principalmente debido a la deforestación para fines agrícolas y ganaderos), la sobreexplotación, las especies invasoras y el calentamiento global. Las principales amenazas para las lenguas mexicanas incluyen una combinación de factores, como son el número reducido de hablantes, su dispersión geográfica, la predominancia de los hablantes adultos y la tendencia de abandonar la transmisión de esas lenguas minoritarias a las nuevas generaciones. Y la situación se agrava todavía más por la falta de interés o la negligencia de las autoridades, ese desdén que excluye a las lenguas indígenas de los espacios públicos e institucionales y de los medios de comunicación como el radio y la televisión.
Algunos pueblos indígenas parecen haberse resignado a que sus lenguas desaparezcan y a que pronto sólo puedan comunicarse en español. Otros quieren dar marcha atrás a la tendencia de extinción. Y muchos no saben qué hacer para salvar su herencia cultural, la herencia cultural de la que su país, México, se desentiende.
Debido a que las regiones con mayor diversidad biocultural son estratégicas para la seguridad ambiental y alimentaria del país y para garantizar los derechos de los pueblos indígenas, se ha propuesto que esas regiones sean un componente importante del plan nacional de desarrollo 2019-2024. Confiamos en que el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno le den a esta iniciativa la prioridad que merece de política pública. Y que ese interés sea verdadero y resulte en acciones concretas para proteger la extraordinaria herencia cultural y natural de México.
La diversidad biocultural de México se encuentra en una encrucijada y el tiempo no está de nuestro lado. Lenguas y especies en peligro de extinción comparten los mismos espacios y por lo tanto debemos combinar los esfuerzos para protegerlas a ambas. Las autoridades, las empresas, las organizaciones conservacionistas, los filántropos y las agencias multilaterales están obligados a redoblar esfuerzos y a aumentar sus inversiones si queremos rescatar la asombrosa diversidad biocultural y el conocimiento tradicional de México. Para beneficio nuestro y de las generaciones futuras.
Cuando una especie se extingue, comunidades biológicas enteras y ecosistemas se convulsionan. Independientemente de su valor económico, científico y estético, las especies vegetales y animales tienen su propio valor; por su historia evolutiva única, diversidad genómica y, a fin de cuentas, por su propia existencia. Cuando por ignorancia o desidia permitimos que se extingan las lenguas, borramos nuestra cultura, nuestro conocimiento milenario del mundo natural y una parte de nuestro propio pasado.
P.D. La ciencia (del latín scientia o conocimiento) es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente. No hay ciencia "neoliberal". La ciencia es universal, no tiene fronteras y no responde a designios ni consignas políticas.
PIE DE FOTO: Las manchas rojas indican los lugares en donde se hablan las lenguas en mayor peligro de extinción y los estados con bordes verdes son los que albergan la mayor biodiversidad (https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rbt/article/view/40115/41869)