Dicen que la palabra Guaymas significa “Tirar flechas a la cabeza” en cahíta, familia lingüística que abarca las lenguas de los pueblos yaqui y mayo de Sonora.

Guaymas, en donde un avión de nombre "Sonora” tiró bombas, a mano, a los navíos de guerra federales que asediaban a los revolucionarios sonorenses durante el primer ataque aeronaval del mundo, el 30 de mayo de 1913. El aeroplano heroico que finalizó sus días en Guadalajara, deshuesado, olvidado, con las alas rotas y rebautizado "La Guajolota”.

Guaymas, tierra ancestral de los guaimas—una rama de la etnia seri (comcaac) o “gente de la arena” en cahíta—que vestían plumas y pieles de pelícano, pescaban, cazaban y recolectaban los frutos de la tierra. Una banda pueblo que sobrevivió rodeada por los yaquis en el sur, los seris al noroeste y los apaches al norte; hasta que finalmente se desvanecieron fusionados con los yaquis y pimas bajos en el siglo 19.

Guaymas, situada a sólo 11 kilómetros de la comisaría de Empalme, en donde Charlie Chaplin contrajo matrimonio a escondidas con Lillita Louise MacMurray, el 24 de noviembre de 1924. En donde el actor británico fue obligado a casarse después de haber sido amenazado con el escándalo, y legalmente, por la madre de ascendencia española de una novia embarazada a la tierna edad de 15 años—la misma chiquilla que había interpretado el “ángel coqueto” en la película de 1921 de Chaplin, The Kid (“El Chico”). Un amor ferrocarrilero en Empalme, una improbable unión de dos vías.

Guardo entre mis cachivaches una copia del acta de matrimonio de Charlie y Lillita que, por años, acompañó a la gigantesca foto en blanco y negro del mimo inmortal, sobre una chimenea que jamás encendí en mi primer refugio de soltero solitario, en Guaymas, hace mucho, mucho tiempo.

Guaymas es el desierto, el mar, el cielo; es esteros, bahías, manglares, amaneceres y atardeceres encendidos por el fuego. Es la zona entre mareas, en donde cada día el mar se funde con la tierra en un vals en cámara lenta bailado entre las mareas más altas y las más bajas. Guaymas es el Estero Tastiota, la Bahía de Bacochibampo, el León Dormido, el Cochori, la Bahía de San Carlos, Vícam, Pótam y la Bahía de Lobos.

Guaymas es el Estero del Soldado, hogar preferido de aves migrantes americanas que una banda de aguerridos profesores del Tecnológico de Monterrey salvó de una muerte segura a manos de desarrolladores sin escrúpulos—la suerte que no tuvo el Estero de Miramar, que sucumbió a la codicia de los desarrolladores cuando la banda de profesores ya se había desperdigado.

Guaymas es el Teta Kawi (para algunos “Tetas de Cabra”), el corazón de un volcán extinto esculpido por los vientos y las sombras de los tiempos. Tekalaim para los yaquis; el enorme cerro lengua de la serpiente que nos amamantó a todos.

Guaymas es cardón, saguaro, torote y choya; es ocotillo, mezquite, palo verde, palo fierro y jito. Es monstruos de Gila, víboras de cascabel, alacranes, chinches narigones y la serpiente marina amarilla con cola de remo que nada hacia atrás y hacia adelante. Guaymas es ballenas de aleta, orcas, toninas, lobos marinos, larvas leptocéfalas que lentamente se comen ellas mismas a medida que envejecen y cráneos de mesoplodontes enanos no descritos por la ciencia que flotan en bares de playas solitarias. Y, por supuesto que Guaymas son entrañables amigos en ambos lados de la frontera y un caballero británico de cabeza blanca.

Hace 482 años, el 14 de septiembre de 1539, Francisco de Ulloa llegó a la encantadora bahía de Guaymas. El gran explorador español fue el primero en navegar por toda la costa de la península de la Baja California, pero sólo para ser imprevistamente devorado por las aguas del Océano Pacífico a bordo de su barco, la Trinidad . Fue el capitán que bautizó primero al Golfo de California como Mar Bermejo y después como Mar de Cortés en honor a Hernán, el conquistador y su jefe.

Guaymas, fundada San José de Guaymas el 31 de agosto de 1769 por José de Gálvez y Gallardo, Visitador General para las Provincias del Noroeste de la Nueva España–quien eventualmente sería Marqués de Sonora y Vizconde de Sinaloa–y que llegó a Sonora con el imposible encargo de subyugar a los indomables seris, pimas, ópatas, sobaipures y apaches.

El ejército español vino a Guaymas atraído por el imán de la codicia por perlas, oro y plata. Invasores que trataron, una y otra vez, de apoderarse del territorio al norte del Río Yaqui. Pero los europeos de tez clara fueron repelidos, una y otra vez, por los aguerridos yaquis, para quienes las posesiones más preciadas no eran los metales sino sus recursos naturales.

Guaymas, nombrada Heroica en 1935 en honor a la memorable Batalla de Guaymas, el 13 de julio de 1854, para defender el puerto de la insurrección de residentes franceses que querían instaurar una República de Sonora independiente. Los lideró Gastón de Raousset-Boulbon, filibustero galo que después de cruzar el Océano Atlántico en 1850, desde Burdeos a América, rumbo a México, hizo escala en el Caribe panameño cuando todavía era colombiano. Era la Guaymas de 2000 habitantes, principalmente emigrantes europeos y suramericanos que con los guaimas y los yaquis se unieron al ejército mexicano para derrotar a los franceses y mandar al infame Gastón al paredón.

En el centro de Guaymas, a 161 pasos de la estatua de El Pescador, ese gigante que sentado atisba el horizonte por si osare un extraño enemigo invadirnos de nuevo, está el corazón de la única Plaza de Los Tres Presidentes del mundo entero: la de los guaymenses Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta y Abelardo L. Rodríguez. Son las estatuas del pescador y los presidentes forjadas por Julián Martínez Soros, un español nacionalizado mexicano.

Mar afuera, a 2000 metros de profundidad, uno de los veteranos abismos del Golfo de California–la Cuenca de Guaymas–escupe caldo primigenio por sus fumarolas negras, allí, en donde se confecciona, centímetro a centímetro, nuevo fondo marino mientras escribo estas líneas.

Guaymas es la Barca de Guaymas , la canción más melancólica que jamás se haya cantado sobre un puerto. En donde John Steinbeck y Ed Rickets tiraron anclas, el 5 de abril de 1940, durante su épico periplo a bordo del Western Flyer –aventuras inmortalizadas en el Log from the Sea of Cortez , un bitácora de viaje de dos aprendices de marineros que escapaban de deudas, amoríos malogrados y de las malas lenguas.

Cuando llegué a Guaymas, el 2 de agosto de 1979, hace 42 años pasado mañana, quemé mis naves. Y, pues nada. Soy colombiano por nacimiento, mexicano por adopción y guaymense por corazón. Aquí me rendí a la mar y aquí encontré el verdadero amor.

Aquí, en la Perla del Mar de Cortés.

A Patricia, Pía, Omar.

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