Voces melosas que moldeando corazoncitos con las manos nos prometen la Luna y las estrellas si votamos por ellas y ellos

Día y noche nos inundan con anuncios de proselitismo político y las sonrisas simuladas de hombres y mujeres de plástico que –retocados y embellecidos– prometen que ahora sí alcanzaremos el Nirvana mexicano, que a partir del 2 de junio viviremos en su cacareada realidad paralela.

Propaganda política policromática –tricolor, azul, amarilla, verde, guinda, roja o naranja– que subsidiada con nuestros impuestos nos marea hasta la náusea y repta cual pseudópodos de una ameba gigantesca permeando todos los espacios de la vida nacional. Pagamos por ver esas muecas congeladas de rostros desconocidos que súbitamente sonríen y sin conocernos nos juran amor eterno e incondicional, pagamos por escuchar esas voces dulzonas y las cancioncitas pegajosas que sin pudor escupen promesas engañosas e irrealizables.

Pagamos para que esas caras ávidas de ser reconocidas y esas voces complacientes nos persigan, se metan en nuestros hogares –minuto a minuto en lo que se antoja una eternidad–desde la radio, la televisión, las redes sociales. Cada seis años se repite la historia. Miles de millones de pesos tirados a la basura –literalmente– para alcahuetear sonrisas vacías y verborrea empalagosa. Nada nuevo bajo el sol, el mismo cuento de siempre, el déjà vu de las campañas políticas nos invade otra vez, pero que nunca se han ido pues todos gobiernan haciendo campaña.

Caras sonrientes con dientes blanquísimos y mejillas rosadas en fotografías mejoradas de candidatas y candidatos que penden de árboles y postes, que se pegan o se pintan en vallas y paredes, que caminan por las calles, que se suben a los autobuses y al metro, que nos miran condescendientes a través del cristal de la ventana de los automóviles. Voces y caras melosas que moldeando corazoncitos con sus manos se comprometen a servirnos para siempre si les seguimos ciegamente y votamos por tal o cual partido político o por tal o cual candidata. A Geppetto se la caería la cara de vergüenza.

El canto de las sirenas. Ni los veo ni los oigo y yo por qué haiga sido como haiga sido ya sé que no aplauden yo tengo otros datos. ¡Sí, Chuy!

Cualquier cháchara, todo lo que nos digan será al revés, a falta de pan tortillas, muy chido, botellita de jerez, cuesta más caro el caldo que las albóndigas, dando y dando pajarito volando, con la vara que midas serás medido, amárrate las agujetas que te vas a dar un ranazo, pasemos un día entero tirando la hueva, sepa la bola, al nopal no se le arriman cuando tiene tunas, nos vidrios carnales.

Que sí se puede, claman, que ahora sí en México habrá justicia social, aseguran. Se acabará la pobreza. Ya no nos matarán en las ciudades, en los poblados y en los caminos desde Tijuana hasta La Lacandona, en las Baja California, Sonora, Sinaloa, Durango, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Zacatecas, Guadalajara, Nayarit, el Estado de México, la Ciudad de México, Michoacán, Tabasco, Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo y Veracruz.

Prometen que si ganan ya no habrá desaparecidos, que ahora sí escucharán a las madres buscadoras, no más feminicidios, nunca más otro Ayotzinapa. Por decreto se acabará la corrupción, no más rateros en el gobierno, se terminó la impunidad y los que no lo vean es porque están ciegos. La educación y los servicios de salud serán de los mejores del mundo. Los militares regresarán a los cuarteles, los narcos son buena onda y sólo hay que abrazarlos y acusarlos con sus mamacitas para que les den unas nalgadas si no se portan bien.

Que ahora sí cuidarán nuestra maravillosa biodiversidad, ya no arrasarán selvas y manglares, no destruirán las costas con desarrollos turísticos mal planeados. Se acabó la pesca ilegal, habrá agua limpia para todos, la contaminación atmosférica será cosa del pasado, las áreas naturales protegidas serán prioritarias, fortalecerán las instituciones ambientales. Entraremos de lleno a una transición energética para aprovechar las energías limpias y la electricidad será más barata y accesible para todos los mexicanos. Salvarán a la vaquita y a todas las otras especies mexicanas en peligro de extinción.

Que se tomarán en serio el cambio climático, le darán a la ciencia y a la tecnología el lugar que merecen en el diseño de políticas públicas y los pueblos indígenas serán parte fundamental de la vida nacional.

Ahora sí protegerán a periodistas y defensores ambientales, aunque cada año asesinen más.

Que son diferentes, están arrepentidos, ahora sí debemos creerles, que de nuevo les confiemos nuestras almas, nuestros impuestos, el cuidado de nuestras hijas, nuestras familias, la esperanza de lograr el sueño mexicano. ¡México será el País de las Maravillas!

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, la mentira es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente. Es el embuste, el engaño, la invención, la falsedad, la patraña, el infundio, la calumnia, la ficción, la falsificación, el cochupo. Las herramientas favoritas de los merolicos.

La mentira cotidiana como parte de la naturaleza humana, no creo que otros animales se mientan. Mentir impunemente en política y en campaña se vale porque, al fin y al cabo, los votantes somos de memoria corta y mecha larga. Mentir compulsivamente para esconder fechorías, para huir de otros, para beneficiarse ilegalmente, mentir para que los amen, mentir inercialmente sabiendo que no les creemos, mentir hasta ahogarse borrachos en el vómito de sus propias mentiras.

Patético el espectáculo de candidatos y candidatas a puestos públicos en los ámbitos municipal, estatal y federal que mienten en tiempo real y se pelean a cubetazos; avergüenza ver en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República a los representantes del pueblo insultarse a cuchillada limpia. Sólo les falta llegar a las trompadas.

Y el día después de las elecciones las calles amanecerán repletas de la basura de su propaganda y las falsas sonrisas arrugadas de los merolicos de la política. Hasta que lleguen las próximas elecciones y nos sigan mintiendo, y nosotros sigamos creyéndoles y dejándonos embrujar de nuevo con ese canto de las sirenas.

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