Casi 19% de quienes viven en Estados Unidos son latinos. Cada año, cerca de medio millón de latinoamericanos llegan a este país soñando con una vida mejor. La elección presidencial les ha puesto en el ojo del huracán, convirtiendo la inmigración en el tema más polarizador de las campañas.

Este mensaje está dirigido a mis hermanas y hermanos latinos que viven en la tierra de la Estatua de la Libertad. A sus hijas e hijos, porque hoy el futuro de EE.UU. y, en muchos sentidos, el futuro del mundo yace en sus manos, depende de cómo voten el 5 de noviembre.

Es un llamado a los abandonados por sus países de origen, a los que han hecho de EE.UU. su patria. A los que, tras sufrir humillaciones y falta de oportunidades en sus lugares de nacimiento, llegaron sorteando peligros, acompañados sólo por la desesperación y sus sueños —solos o con sus familias. Muchos llegaron hace décadas, inspirados por ese poderoso impulso de buscar una vida mejor.

Es un llamado a los millones de ciudadanos estadounidenses de origen mexicano, centroamericano, caribeño y sudamericano que huyeron de sus países y buscaron refugio, muchos temiendo por sus vidas debido al aumento de la delincuencia y la inseguridad. No tuvieron otra opción que irse, abandonando a sus familias a las cada vez más deterioradas condiciones socioeconómicas, políticas y ambientales en sus países.

Se marcharon porque sus propios gobiernos fracasaron estrepitosamente a la hora de proporcionarles —a ustedes y a sus familias— seguridad y el derecho humano a ganarse la vida dignamente.

Estados Unidos es una nación de emigrantes —siempre lo ha sido y siempre lo será. Los migrantes han contribuido a forjar el “sueño americano”, y hoy son parte esencial de ese sueño. En 2024, había más de 63 millones de latinos en EE. UU. Para 2065, uno de cada tres estadounidenses será inmigrante o tendrá padres inmigrantes; los hispanos representarán el 24% de la población.

Los gobiernos demócratas y republicanos han defraudado durante mucho tiempo a los inmigrantes. No han entendido que no hay mejor seguridad fronteriza que ofrecerles —a ellos y a sus familias— mejores condiciones de vida; aceptarlos y convertirlos en verdaderos estadounidenses.

Los latinos son en gran medida responsables del éxito de EE. UU, lo han transformado convirtiéndolo en su patria. Han aportado beneficios incalculables, nutrido la diversidad, contribuido a los avances científicos, mejorado la economía, dignificado esa nación —aunque no los invitaran a venir en primer lugar. Con su duro trabajo, su música, sus películas, su cocina y sus tradiciones enriquecieron la diversidad cultural y fortalecieron el tejido social.

a la economía estadounidense. Cientos de miles de inmigrantes han vivido durante años en EE. UU. sin papeles, trabajando para ganarse la vida y pagando impuestos. Para no abandonar a sus familias, muchos optan por quedarse y vivir escondidos.

Más de un millón de inmigrantes indocumentados están casados con ciudadanos estadounidenses. El presidente Joe Biden ha dicho que quiere que se queden. En una de sus políticas de inmigración más fundamentales, a medio millón de inmigrantes que viven en EE. UU. sin estatus legal (pero casados con ciudadanos estadounidenses) una vía de naturalización para ellos y sus hijos. Pero el Partido Republicano se ha opuesto a la regularización de los inmigrantes.

Es necesario hacer mucho más, sin duda. Pero ¿qué les ha ofrecido en cambio el expresidente Donald Trump? Discriminación, maltrato, humillación. Para él, los inmigrantes son criminales, terroristas, enfermos mentales. Hay que ser muy caradura para ahora pedirles su voto.

La forma en que Trump trató a México, a los migrantes, a los que buscan asilo y a las minorías en su propio país no tiene precedentes. La cara más vil de sus políticas migratorias fue la separación forzosa de miles de familias y niños mexicanos y centroamericanos que abandonaron sus atribuladas y empobrecidas naciones. Sus políticas xenófobas socavaron décadas de esfuerzos que, aun con altibajos, se centraron en el asilo, la protección de los refugiados, la reunificación familiar.

Y, ¿qué decir de su plan de para combatir a los carteles de la droga?

Paisanos latinos, ustedes tienen en su voto el poder de decidir quién será el próximo presidente de EE. UU. Las alternativas son claras, y lo que está en juego no podría ser más trascendental. Por un lado, un criminal convicto de 78 años que los ha maltratado y los considera ciudadanos de segunda. Por el otro, un hombre de 81 años que, a pesar de sus pifias y los estragos propios de la edad, ha demostrado ser un buen presidente durante tres años y medio —una persona decente que ha promovido algunas de las mejores causas de los inmigrantes.

La decisión no es fácil. Joe Biden puede no ser el candidato ideal y muchos estadounidenses piensan que es demasiado viejo. Pero la mayoría también dice que Donald Trump es profundamente corrupto y deshonesto.

El mundo necesita unos EE. UU. estables y fiables que se unan a la comunidad internacional para abordar los retos más cruciales de la humanidad. . Las elecciones del 5 de noviembre son las más decisivas de la historia moderna de EE. UU, con repercusiones que reverberarán durante muchos años en todo el mundo.

Que no quepa duda: si Donald Trump llega a la presidencia en 2024, hará que México pague su muro, y mucho más. Y lejos de solucionarse, la crisis humanitaria de la migración a través de la frontera empeorará y todos seguiremos pagando el precio de las bárbaras políticas migratorias.

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