Estamos cocinándonos a fuego lento y con el agua hasta el cuello. Literalmente. No hay otra manera de describir cómo vivimos hoy. Nos cocemos en esa olla de presión en la que hemos convertido nuestro planeta. Exagera dirán unos, de catastrofista me tacharán otros.

Pero no lo digo yo. Lo dice la ciencia. Lo dice el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), conformado en 1988 para facilitar evaluaciones del estado del conocimiento científico, técnico y socioeconómico sobre el cambio climático, sus causas, repercusiones y estrategias de respuesta. Lo dice la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), que declaró a julio de 2023 como el mes más caliente jamás registrado en la Tierra. También lo dijo hace unos días Antonio Guterrez, secretario general de la ONU: “La era del calentamiento global ha terminado, ahora es el momento de la era de la ebullición global".

Tal vez todos ellos también sean exagerados y catastrofistas.

Y en México nos cocinamos más rápido que en cualquier otra parte del planeta. De hecho, este año el lugar más caliente del mundo está en nuestro país: en el Desierto de Altar (parte del Desierto Sonorense) en el Alto Golfo de California se registró una temperatura de 80.8 °C.

Veamos los datos. Según el es un hecho irrefutable que los niveles globales de los principales gases de efecto invernadero –dióxido de carbono (CO2), metano y otros oligogases como el óxido nitroso– han aumentado continuamente como resultado, principalmente, de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural), la deforestación y el cambio de uo de suelo, y de nuestros estilos de vida y patrones de consumo. Además de destruir la biodiversidad, la deforestación (especialmente en selvas tropicales) y el desarrollo de tierras agrícolas nuevas emiten más de 70 millones de toneladas de CO2 a nuestra atmósfera cada día.

De acuerdo con la (EPA), la mayoría de estos gases proviene de la producción de electricidad y calefacción (25% del total), la deforestación asociada a la agricultura, la silvicultura y otros usos del suelo (24%), la industria (21%) y el transporte (14%).

Por eso no debe sorprender a nadie que la temperatura superficial de nuestro planeta haya aumentado 1.1 °C durante los últimos 170 años, ni que la temperatura global haya aumentado más rápidamente desde 1970 que en cualquier otro periodo de 50 años en los últimos 2000 años, ni que esto afecte gravemente las condiciones climatológicas en la Tierra. No debe sorprendernos tampoco que en los últimos 120 años el nivel medio del mar haya aumentado 20 centímetros, ni que los científicos proyectan un aumento de entre 50 cm y un metro para el 2100.

Como están las cosas, parece inevitable que la temperatura aumente 1.5 °C en este siglo. Y, si no hacemos nada, muchos climatólogos proyectan un aumento adicional de 2 a 4 °C para 2100 como resultado directo del aumento del CO2 y otros gases. No podremos evitar muchos de los impactos más desastrosos y algunos de ellos serán irreversibles. Por ejemplo, aumentarán los eventos climatológicos extremos asociados con el calentamiento global, como huracanes, inundaciones, nevadas, sequías e incendios en todo el mundo.

Otra probadita de lo que vivimos –y de lo que nos espera– nos la dan las intensas olas de calor en 2023, de las que prácticamente ningún rincón del planeta se escapa.

Este verano, centenares de miles de personas en el sur de Europa, norte de África, los Balcanes, América del Norte y Asia occidental han sido atormentadas por enormes incendios. Españoles, turcos, canadienses, argelinos, estadounidenses, tunecinos, griegos, italianos, franceses, croatas y portugueses –entre otras nacionalidades– han sido perseguidos por el fuego, asfixiados por el humo. A principios de año les tocó el turno a Chile y Australia, que vieron como el fuego consumía inmensas superficies boscosas de sus territorios.

Según la CONAFOR, en lo que va del año en México se han registrado 6,440 incendios forestales en todos los estados y han afectado 733, 000 hectáreas, principalmente en Jalisco, Estado de México, Ciudad de México, Michoacán, Chiapas, Chihuahua, Puebla, Durango, Veracruz y Oaxaca.

El cambio climático nos impacta a todos, ricos y pobres, pero, paradójicamente, los países y las personas en África, Asia, América Latina y el Caribe –quienes menos han contribuido al calentamiento global– son y serán los más afectados en términos de seguridad alimentaria e hídrica, salud y en su vida en general. Se estima que mil millones de personas en los 50 países más pobres generan menos de 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, pero son los que más sufren sus impactos.

Ante esta emergencia global, la pregunta obligada es: ¿en dónde diablos están los líderes políticos, empresariales y religiosos mientras el planeta se cocina? Y, ya encarrerado, ¿qué dicen los aspirantes a ocupar la presidencia de México en 2024, mientras hoy recorren el país suplicando por nuestro voto?

Primero deben poner la cara los gobiernos de aquellos países que según el generan la mayoría de los gases de efecto invernadero, es decir, más de dos terceras partes de las emisiones globales. En orden de la cantidad de emisiones son: China, Estados Unidos, India, la Unión Europea (27 países), Rusia, Japón, Brasil, Indonesia, Irán, Canadá, Arabia Saudita, Corea del Sur y México.

Entre 1997 y 2022, representantes de éstos y los 198 países que participan en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático han discutido la crisis climática en 27 conferencias de las partes (COP) y decenas de reuniones en todo el planeta. Han suscrito acuerdos (París), protocolos (Kioto), enmiendas (Doha) e incontables documentos.

Blablablá.

Desde 1980, juntas fueron responsables de 43% del aumento en CO2 atmosférico, 29-35% del aumento en la temperatura media global y 11-14% del aumento del nivel del mar. Los 14 principales inversionistas privados y compañías estatales responsables de estas emisiones son: Chevron, ExxonMobil, British Petroleum, Royal Dutch Shell, ConocoPhillips, Peabody Energy, Total, Saudi Aramco, Gazprom, National Iranian Oil Company, Petróleos Mexicanos (Pemex), Petróleos de Venezuela, Coal India y Kuwait Petroleum.

Empresarios, políticos, presidentes de bancos centrales y otros se reúnen cada año en foros internacionales supuestamente para buscar soluciones contra el cambio climático. Por ejemplo, en el Foro Económico Mundial, un organismo que impulsa un código de ética para líderes empresariales y que durante medio siglo ha reunido a millares de empresarios y políticos para tratar los temas económicos y sociales globales más cruciales, incluyendo el cambio climático.

Blablablá.

Tres palabras describen fielmente nuestra respuesta colectiva al cambio climático: apatía, pereza, pasividad. Demandemos a nuestros gobernantes que dejen atrás su enfoque miope en intereses económicos y políticos cortoplacistas. Sacudámonos y sacudámosles, porque la pelota está ya en nuestra cancha.

Porque la inclinación por aplazar para mañana lo que debemos hacer hoy no nos deja aprovechar esa estrecha ventana de oportunidad que aún tenemos. Pero para eso debemos pasar inmediatamente del blablablá a la acción. Si no lo hacemos, el planeta seguirá calentándose, los fenómenos climatológicos extremos agravándose y proliferando, las sequías e incendios intensificándose, los polos derritiéndose, el nivel del mar subiendo, los migrantes climáticos aumentando, y toda la humanidad sufriendo.

Para empezar, exijamos a quienes quieren ser presidentes de México pasar del blablablá a la acción con propuestas concretas para enfrentar el cambio climático.

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