A Pelé, el mejor futbolista de todos los tiempos

Amazonía , tierra del onomatopéyico Ay, ay, mama—esos espíritus de chiquillos abandonados convertidos en ariscos pájaros bruja que, buscando a su madre, en noches de luna cantan sin dejarse ver y añorando volver al futuro.

En donde de noche, silenciosos, emergen del río delfines rosados transmutados en atractivos jóvenes vestidos de blanco—esos amantes insaciables que, ensombrerados para disimular su pronunciada frente de delfín y sus nostrilos, se unen a la pachanga para bailar y beber hasta el amanecer, y seducir a las doncellas más hermosas susurrándoles cosas bonitas al oído.

Amazonía, hogar de Alberto Rojas Lesmes, Kapax , el Tarzán colombiano—ese ambientalista de hueso colorado y héroe nacional que vivió para nadar, y de quien se cuenta que posee la fuerza combinada de la anaconda verde y el caimán negro. Martincito y yo lo conocimos en Leticia, en 1986, una década después de su inmortal hazaña de bracear el río Magdalena ocho horas diarias durante 39 días y un cuchillote en la cintura. Hoy, a sus 76 años, Kapax languidece, triste y olvidado, en la orilla del río Amazonas .

Amazonía colombiana de selvas, lagos y ríos morada de pueblos tikunas, yaguas y cocamas —en donde la alucinógena ayahuasca convive con las afrodisíacas cumaceba y huacapú. Hogar de la flor de loto más grande del mundo y del tití leoncito, el primate más pequeño de América. Dominio de jaguares, tucuxis y capibaras; de ranas, tucanes, manatíes y perezosos; de armadillos, nutrias, pirarucús y pavas hediondas. Edén de Sumaumeiras, orquídeas y ollas de mono; de palos de rosa, palmas y chuchuhuasa. Y de miríadas de formas de vida menos conspicuas.

Amazonía universal, portento tropical encajado entre dos océanos y que Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa comparten—esos siete millones de kilómetros cuadrados de selvas tapizadas con 400 mil millones de árboles en donde fluye la quinta parte del agua dulce del mundo, vive 10% de la biodiversidad del planeta y residen 35 millones de personas, incluyendo 2.6 millones de indígenas cuya supervivencia depende de la selva y el río.

Escribí la primera parte de estas crónicas amazónicas para invitando a los lectores a acompañarme en un viaje por leyendas y variopintos estados de ánimo de la selva tropical más extensa del planeta. Lo había olvidado. Hasta que hoy, 27 de diciembre, cuando escribo este relato, me levanté de la cama al amanecer con la urgencia de hacerlo antes de que se marchara el año. Volviendo del futuro.

Serían los cargos de conciencia por una invitación incumplida dos años en remojo. O, porque cuando escribo se cumplen exactamente seis meses de la partida de La Guajirita , la última amazona del altiplano colombiano. O, quizás sea porque mañana, primero de enero,

cuando se publica este relato, Luiz Inácio Lula da Silva asume la presidencia de Brasil, y espero vehementemente que cumpla su promesa de salvar a la Amazonía.

El caso es que hoy rescaté mis bitácoras de viaje que empolvadas por el paso de décadas reposan en cajas semi olvidadas entre cachivaches de todo tipo. Escribo soñándome nuevamente sentado en el mismísimo lugar en donde empezó esta historia de amor con la Amazonía—la boca de la quebrada Matamatá en el , el Trapecio Amazónico en los límites entre Colombia, Perú y Brasil.

¡Ah!, pero sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas, como a Pedro Navaja, el del diente de oro de Rubén Blades. Resulta que entre mi primera (enero de 1986) y dos últimas ( ) visitas a la Amazonía, regresé dos veces más. Lo curioso es que las dos veces llegué, exactamente, el mismo día del mismo mes en que escribo estas líneas: 27 de diciembre (1986) y 27 de diciembre (1992).

Epílogo. Las actividades humanas ya destruyeron al menos 17% de la selva amazónica. Durante el gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2022), la deforestación en la en comparación con los dos gobiernos anteriores. Lula da Silva prometió deforestación cero en la Amazonia brasileña si ganaba la presidencia y Gustavo Petro, presidente de Colombia, declaró que “salvar la selva amazónica es un asunto de seguridad nacional y de seguridad humana”. A los dos hay que exigirles que cumplan su palabra y que sumen a estos esfuerzos a los mandatarios de los otros países amazónicos. Por el bien de la Amazonía y del planeta, y por más utópico que parezca.

Les deseo un 2023 con salud y paz.

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