Los Facebook Papers, filtrados por Frances Haugen, la ingeniera en ciencia de datos que laboró en Facebook de 2018 hasta mayo de 2021, establecieron un auténtico parteaguas en la historia de Facebook-Meta.
La nueva crisis que enfrenta el imperio Zuckerberg, definitivamente supera el escándalo del caso Cambridge Analytica, en 2018.
Convencida de que el patrón en el comportamiento empresarial de Facebook es priorizar las ganancias sobre la seguridad pública, Haugen, quien durante 2019 se desempeñó como gerente producto en el Departamento de Integridad Cívica en Facebook, decidió filtrar decenas de miles de páginas de documentos internos de Facebook a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, a legisladores y al diario The Wall Strret Journal.
La delicada polarización que es posible advertir en algunas sociedades -Estados Unidos, por ejemplo- representa un formidable negocio para Facebook, pues le genera mayor tráfico.
Por ende, las acciones emprendidas por la red sociodigital más popular en el mundo para eliminar las expresiones del discurso de odio y las noticias falsas resultan tan limitadas. Facebook, definitivamente podría hacer mucho más para evitar expresiones de odio y desinformación. Ello, sin embargo, no le interesa. Está enfocada en las utilidades.
Instagram deliberadamente explota inseguridades en niños y adolescentes. Zuckerberg lo sabe; sin embargo, las ganancias representan la prioridad. Además, los datos de niños y adolescentes representan un “prometedor mercado”.
Para restar importancia a la delicada crisis de confianza que detonó la filtración de los Facebook Papers, Mark Zuckerberg se vio en la necesidad de montar rápidamente una cortina de humo.
El jueves 28 de octubre, en el marco del Connect 2021, Zuckerberg anunció el cambio de nombre del corporativo Facebook; además, dio a conocer el desarrollo de su metaverso: Meta.
Zuckerberg sencillamente se desentiende de los graves señalamientos de Haugen como de los medios informativos que han tenido acceso a los Facebook Papers, y prueba de su indiferencia es el anuncio de la transformación de su imperio, forjado en las redes sociodigitales (Facebook, WhatsApp, Instagram), a un auténtico universo virtual -en toda la extensión de la palabra universo-, el cual debió ser designado como Zuckerlandia.
Haugen, definitivamente mordaz y aguda, señaló que, antes de invertir en Meta, Mark Zuckerberg debería ocuparse de mejorar la seguridad en Facebook.
La habilidad de los expertos en el manejo de situaciones de riesgo y crisis que trabajan para Zuckerberg es incuestionable, pero tiene un límite.
El año pasado, los simpatizantes del presidente Donald Trump no solo emplearon Facebook para organizar el movimiento Stop the Steal y denunciar el supuesto fraude electoral registrado en los comicios presidenciales celebrados en el mes de noviembre; además, las hordas de simpatizantes de Trump que el 6 de enero tomaron por asalto el Capitolio, en Washington D.C., emplearon Facebook para organizar sus acciones y asegurar la efectiva coordinación de las comunicaciones internas del grupo.
En la entrevista que Haugen concedió al programa informativo 60 Minutes, transmitido el domingo 3 de octubre, la hoy célebre ingeniería en ciencia de datos afirmó que Facebook efectivamente contribuyó al asalto al Capitolio, tal como señaló Elon Musk pocos después del fatídico 6 de enero.
Pocos meses después, para limpiar su imagen, Facebook apostó por una acción digna de gran espectacularidad mediática: suspender las cuentas del expresidente Donald Trump en las redes sociodigitales de Facebook por dos años.
El británico Nigg Clegg, vicepresidente de Asuntos Políticos y Públicos de Facebook -quien se desempeñó como viceprimer ministro del Reino Unido en 2010, señaló que Facebook determinó aplicar a Trump el máximo castigo, por violar las reglas de Facebook en la toma del Capitolio por parte de sus seguidores.
Con el referido anuncio, Facebook seguramente trató de ganar la simpatía del presidente Joe Biden, quien no precisamente ha expresado elogios a la persona de Mark Zuckerberg.
En diciembre de 2020, en la agonía del gobierno del presidente Trump, los fiscales de 48 estados de la Unión Americana demandaron a Facebook por prácticas monopólicas contrarias a la innovación y la libre competencia.
En junio de 2021, el juez James Boasberg rechazó dos querellas presentadas contra Facebook por el gobierno de Estados Unidos, por presuntas prácticas contrarias a la libre competencia.
Sin embargo, en el mes de agosto, la Comisión Federal de Comercio presentó una reformulación de las demandas contra Facebook ante un tribunal federal en Washington, alegando que las compras de Instagram y de WhatsApp representaron prácticas ilegales de Facebook para eliminar a la competencia.
En Estados Unidos, no pocos políticos, tanto demócratas como republicanos, coinciden en un asunto fundamental: la necesidad de contener y limitar al Imperio Zuckerberg, que ahora Mark pretende transformar en un auténtico Universo.
Gran parte de la clase política estadounidense hoy percibe a Mark Zuckerberg como un auténtico riesgo en materia de gobernabilidad.
Facebook efectivamente puede cambiar de nombre; sin embargo, la filosofía y el comportamiento empresarial de Meta no será diferente a Facebook si Mark Zuckerberg sigue siendo el CEO.
En el libro Pride Before the Fall. The Trials of Bill Gates and the End of Microsoft Era (2002) -en castellano: Arrogancia antes del derrumbe. Las pruebas de Bill Gates y el fin de la era Microsoft-, el periodista estadoundiense John Heilemann describe a finales de los años noventa y el inicio del nuevo milenio, el sensible deterioro en las relaciones de Bill Gates, entonces CEO de Microsoft, con el gobierno de Estados Unidos.
La “guerra de los navegadores” permitió a Gates terminar con Netscape. Sin embargo, ello repercutió negativamente en la imagen pública de Gates, quien, a la fecha, no precisamente goza de una favorable aceptación.
La posibilidad de dividir a Microsoft en varias empresas fue real. Gates consiguió impedir la fragmentación de Microsoft pero, así lo entendió, debió hacerse a un lado.
Lo referido en el libro de Heilemann se ajusta al sensible deterioro de la imagen de Zuckerberg y de su imperio en amplios sectores de la opinión pública internacional.
Algunas personajes en la clase política estadounidense desearían dividir a Facebook-Meta en varias empresas. Entienden que Zuckerberg, como sus empresas, han demostrado ser incapaces de autorregularse.
Mark Zuckerberg definitivamente tiene el incuestionable mérito de haber conseguido unir en algo a demócratas y repúblicanos: ambos bandos entienden la necesidad de contener y limitar a Mark Zuckerberg.