Ayer, 28 de octubre, murió el corporativo Facebook .
Meta es el nuevo nombre del corporativo insignia del “Imperio Zuckerberg”, del cual forman parte, entre otras, Facebook, Instagran y WhatsApp, las principales marcas.
La red sociodigital más popular en el mundo (2,797,000,000 usuarios al 17 de abril de 2021, de acuerdo con lo asentado en el estudio Digital 2021 April Global Statshot, realizado por las firmas We are social y Hootsuite) conserva su nombre: Facebook.
El cambio solo fue realizado en el nombre del corporativo.
Otro nombre para el corporativo, el mismo nombre para la red sociodigital, los mismos algoritmos que han contribuido a agudizar la delicada polarización que es posible advertir en no pocas sociedades, las mismas prácticas empresariales que han sido señaladas -por lo menos como objetables- y, peor aún, el mismo Mark Zuckerberg: una elemental fórmula de gatopardismo.
Para justificar tales modificaciones, Zuckerberg señaló que el nombre -Facebook- inevitablemente remite al imaginario de las redes sociales. Por esa razón -afirmó-, decidió adoptar un nuevo nombre: Meta.
El jueves 28 de octubre, Zuckerberg declaró: “He estado pensando mucho en nuestra identidad al comenzar este próximo capítulo. Facebook es uno de los productos más utilizados en la historia del mundo (..) Es una marca icónica de redes sociales, pero cada vez más, simplemente no abarca todo lo que hacemos”.
Sin embargo, "hoy se nos ve como una empresa de redes sociales (…) pero en nuestro ADN, somos una empresa que crea tecnología para conectar a las personas. Y el metaverso es la próxima frontera, al igual que lo eran las redes sociales cuando comenzamos".
Sobre el origen del nombre -Meta-, Zuckerberg afirmó que en la escuela le encantaba estudiar a los clásicos, y el nombre se inspiró en el término griego “meta”, que significa "más allá". "Para mí -afirmó Zuckerberg- “simboliza que siempre hay más por construir".
A partir del primero de diciembre, Meta empezará a cotizar en bolsa bajo el símbolo bursátil "MVRS".
Antecedentes son destino
En sus años como estudiante en la Universidad de Harvard , Mark Zuckerberg no solo se ocupaba de leer a los clásicos.
Los días 28 de octubre seguramente deben admitir particular significado en la vida de Mark Zuckerberg.
El 28 de octubre de 2003, con apenas 20 años de edad, Zuckerberg publicó en la web su primera red sociodigital: Facemash.
La plataforma de Facemash desplegaba en pantalla las fotografías de dos estudiantes de Harvard. A partir de la pregunta Who is Hotter? Click to choose -en castellano, ¿Quiés es más atractiva? Haz clic para elegir-, el usuario seleccionaba -como si se tratara de elegir el mejor ganado- a aquella estudiante que le resultaba más atractiva.
Facemash atrajo la atención de unos 450 usuarios, quienes emitieron 22,000 votos, cifra que se traduce en una participación nada despreciable si consideramos el reducido número de horas que permaneció en la web.
De acuerdo con lo asentado en el artículo Facemash, la red ilegal que se convirtió en Facebook
Después de tres semanas de declaraciones y pesquisas, Zuckerberg fue acusado de violar la seguridad, los derechos de autor y la privacidad individual mediante la creación de la página web. Las críticas contra el neoyorquino arreciaron y ante la inminente sanción, el perfil rebelde de Mark cambió por el de un joven reflexivo ante sus actos. A pesar de que la tentativa de expulsión de la universidad de mantuvo como la solución más probable al conflicto, el Consejo decidió exonerarlo y el inquieto desarrollador tuvo que salir a declarar su arrepentimiento frente a los medios universitarios.
A pesar de las sanciones impuestas por las autoridades de Harvard, Mark Zuckerberg no desistió y concibió el desarrollo de una nueva red sociodigital, a la que llamó thefacebook, misma que fue incorporada a la web el 4 de febrero de 2004 por Mark Zuckerberg, Harvard Eduardo Saverin, Andrew Collum, Duston Moskovitz y Chris Hughes, compañeros de dormitorio de Zuckerberg en la Universidad de Harvard.
Zuckerberg supuestamente debió dedicar su tiempo al desarrollo de una red sociodigital para las fraternidades de Harvard, la cual le fue encargada por los hermanos Winklevoss y Divya Narendra.
Zuckerberg deliberadamente demoró el desarrollo de HarvardConnection.com, el directorio de fraternidades en Harvard que fue solicitado por sus clientes. La maniobra le permitió publicar primero thefacebook, la cual, por supuesto resultó similar al proyecto convenido con los hermanos Winklevoss y Divya Narendra.
El desgaste de Facebook
La crisis que ha venido enfrentando Zuckerberg como secuela de la filtración de los llamados “Facebook Papers” parece haber precipitado el anuncio del nuevo nombre para el corporativo.
En septiembre del año en curso, Frances Haugen, quien laboró en Facebook, reveló miles de comprometedores documentos internos de Facebook a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos y al Wall Street Journal, antes de comparecer ante una comisión del Senado de Estados Unidos y ratificar los graves señalamientos al objetable comportamiento empresarial de Facebook.
La gravedad de la crisis que detonó Haugen en el Imperio Zuckerberg, supera, y por mucho, los efectos de la crisis de 2018, derivada de las revelaciones sobre la perversa relación de negocios que sostuvo Facebook con la firma Cambridge Analytica (CA).
Facebook puso a disposición de CA los datos de 87 millones de sus usuarios. Las operaciones realizadas por CA en materia de microfocalización persuasiva, fueron determinantes en el triunfo de Donald Trump en los comicios presidenciales celebrados en la Unión American en noviembre de 2017.
Meta
La apuesta por el gatopardismo
El cambio de nombre representa la modificación más importante que puede hacerse a la identidad de una marca u organización.
Expertos en imagen corporativa, recomiendan realizar el cambio de nombre cuando la percepción del imaginario que evoca resulta adversa, negativa.
Antes de decidir el cambio de nombre de una institución o una marca, resulta indispensable emprender una exhaustiva y rigurosa investigación sobre las percepciones de los públicos meta, particularmente de aquellos considerados como prioritarios, los llamados stakeholders.
El cambio de nombre por supuesto puede afectar el valor de las acciones en bolsa.
Para justificar el cambio de nombre, los reputólogos recomiendan apuntalar tal decisión en “necesidades de expansión”, “crecimiento en nuevos mercados”, el “tránsito a una nueva era”.
Suelen presentarse efectos positivos en el cambio de nombre realizado a partir de la adopción de iniciales, adopción del nombre de una persona, adopción del nombre del socio de una fusión o de la empresa adquirida, eliminación de un adjetivo limitativo, sustitución de iniciales, simple refinamiento del nombre.
No suele producirse efecto alguno en los siguientes casos: cambio de descripción, cambio de situación legal, creación de un nuevo nombre, vuelta a un nombre anterior.
Pueden producirse efectos negativos en los siguientes casos: adopción del nombre de una marca, adopción del nombre de quien la adquiere, cambio a nombre descriptivo.
Concluyendo
Más allá de la fórmula ensayada por Zuckerberg -la creación de un nuevo nombre-, el desprestigio de Facebook trasciende al nuevo nombre corporativo.
El desprestigio se ubica en la persona -y marca- Mark Zuckerberg, y es consecuencia de un objetable comportamiento empresarial, el cual cada vez resulta más difícil justificar.
El desprestigio de Zuckerberg pasó factura a Facebook, y más temprano que tarde también pasará factura a Meta.
A pesar de su protagonismo, Zuckerberg tendrá que modificar radicalmente su imagen pública, seguir el ejemplo de Bill Gates, quien hace unas décadas reparó en la necesidad de distanciarse de Microsoft.
Los relatos de Jobs y la batalla contra Netscape afectaron la imagen pública de Gates, quien, sin embargo, fue capaz de impedir que la administración del presidente Bill Clinton consiguiera dividir Microsoft en varias empresas.
El gobierno del presidente Joe Biden parece dispuesto a revertir la operación que permitió a Zuckerberg adueñarse de WhatsApp.
A pesar de todas sus diferencias, demócratas y republicanos coinciden en la necesidad de contener y limitar a Zuckerberg, quien definitivamente ha dado sobradas pruebas de su incapacidad para autorregularse.
La burda operación de Zuckerberg, fraguada para limpiar imagen, no basta para impedir cambios que se antojan tan indispensables como necesarios.
Zuckerberg, como Gates, podría dedicarse a escribir libros.
Aunque dudo mucho que pudiera dedicarse a escribir libros sobre clásicos.