En el libro Manipulados. La batalla de Facebook por la dominación mundial (2021), las autoras, dos destacadas periodistas, Sheera Frenkel y Cecilia Kong, comparten la interesante declaración de un alto directivo en Facebook:

“Los tres grandes temores de Mark Zuckerberg eran que su sitio web fuera hackeado, que sus empleados sufrieran daño físico y que los legisladores acabaran un día por hacer pedazos su red social”.

Si consideramos los acontecimientos registrados durante los días recientes, el tercer gran temor de Zuckerberg efectivamente debe tenerle abrumado. Su imperio corre el riesgo de ser desmembrado. El big bang del universo que pretende establecer llegaría a un big crunch prematuro.

Esta semana, la demanda que en diciembre de 2019 presentó la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC) contra Facebook por prácticas monopólicas, finalmente fue admitida por el juez James Boasberg.

En junio del año pasado, Boasberg, juez de distrito en Washington, rechazó la demanda que presentó la FTC; sin embargo, concedió un plazo de 30 días para corregirla y volverla a presentar. Todo parece indicar que los abogados de la FTC se aplicaron.

Si Zuckerberg y sus expertos en relaciones públicas (RRPP) suponían que los importantes anuncios que Mark dio a conocer el 28 de octubre de 2021, en el marco de Connect 2021, bastarían para atenuar el negativo impacto de los miles de documentos internos de Facebook que Frances Haugen filtró, se equivocaron.

Los llamados Facebook Files exhibieron las entrañas del Imperio Zuckerberg. El contenido revelado, posiblemente incidió en el ánimo del juez James Boasberg.

Ni el cambio de nombre del corporativo -de Facebook a Meta-, ni el anuncio del desarrollo de su metaverso, ayudaron a Mark Zuckerberg a revertir el evidente deterioro de su reputación como la de Facebook.

En Connect 2021, Zuckerberg no solo dio a conocer el cambio de nombre de su corporativo; en realidad, anunció el fin de la era de las redes sociodigitales y el inicio de la transición a la edad de los metaversos, de su metaverso, por supuesto.

Los cuestionamientos de Frances Haugen fueron tan agudos como certeros. ¿Cómo es posible que Mark Zuckerberg se involucre en el desarrollo de su costoso metaverso cuando primero debería ocuparse de reparar tantas cosas en Facebook?

Facebook, la red sociodigital estelar en el Imperio Zuckerberg, hoy cuenta con casi tres mil millones de usuarios. Su valor incluso supera al Producto Interno Bruto (PIB) de un considerable número de naciones.

Si consideramos como usuarios únicos a los usuarios de Facebook, Instagram, Facebook Messenger y WhatsApp, la suma prácticamente es equivalente al total de la población mundial.

Facebook ha recurrido a avanzados algoritmos, los cuales permiten recolectar abundante información de sus usuarios. Con base en toda la información obtenida, Facebook procede a diseñar mejores algoritmos, capaces de generar ambientes aún más agradables, los cuales permiten obtener mayor cantidad de usuarios, quienes dejarán mayor cantidad de datos. Facebook representa una peligrosa adicción.

La fórmula de los “exitosos” algoritmos de Facebook corresponde a Sheryl Sandberg, quien antes de trabajar en Facebook laboró en Google. A ella se le atribuye haber trasladado el “capitalismo de vigilancia” de Google a Facebook.

Sin embargo, Mark Zuckerberg no parece conformarse con el imperio financiero que ha forjado a partir de explotar comercialmente la gran cantidad de datos privados que ha conseguido acumular de los usuarios de sus redes sociodigitales y plataformas.

A través de Meta, pretende establecer su universo, convertinos en las “gárgolas” o metaprosumidores que vivan inmersos en un universo paralelo, donde el orden económico, político y cultural lo dicten las reglas e intereses de Mark Zuckerberg: Zuckerlandia.

El primer gran problema de Meta se presentó el 4 de noviembre. Los socios de una modesta startup de fotografía, Phhoto –Russell Armand, Champ Bennet y Omar Elsayed- presentaron una demanda contra Meta por prácticas monopólicas.

El abogado que les representa es Gary Reback, un afamado litigante que se ha distinguido por su participación en casos antimonopolio, destacando las demandas que enfrentaron Microsoft y Bill Gates, en la década de 1990, por su comportamiento depredador.

Rebak puede ser tan peligroso como la FTC. Zuckerberg lo sabe.

Facebook es directamente responsable de la delicada polarización que vive la sociedad estadounidense. La fragilidad de la democracia en la Unión Americana fue penosamente exhibida por los fanáticos de Donald Trump, el 6 de enero de 2021, en el asalto al Capitolio.

Si entre demócratas y republicanos las diferencias parecen irreconciliables, un puente de entendimiento ha sido Zuckerberg, señalado como una amenaza a la gobernabilidad. En Facebook y Zuckerberg son incapaces de autorregularese. Es indispensable contener, limitar. Así lo entiende gran parte de la clase política estadounidense.

Las filtraciones de Haugen efectivamente podrían establecer un parteaguas en la historia de un peligroso experimento social.

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