“Tú pa’arriba volteas muy poco”, célebre estribillo de la memorable canción de José Alfredo Jiménez que en oportuna metáfora desvela con ironía los altibajos en los vuelos de las relaciones amorosas, en el marco del señero juicio de Brooklyn adquiere singular relevancia: voltear al cielo y apuntar a la seguridad aeroportuaria en México, y desde luego a los altibajos que en los últimos días han quedado expuestos en las declaraciones hechas en el juicio de quien fuera “el hombre fuerte” del gobierno del expresidente Felipe Calderón Hinojosa.
El tema de la agenda bilateral en las últimas semanas ha sido la detención y enjuiciamiento del ingeniero y político mexicano, Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública, a quien se le acusa, entre otros delitos no menores, el de coadyuvar al libre tránsito de sustancias psicoactivas de México a Estados Unidos, bajo el amparo de la entonces Policía Federal Preventiva, que luego devino en Policía Federal, y hoy en Guardia Nacional.
Cabe recordar que durante el sexenio 2012-2018, la División de Seguridad Regional era la encargada del cuidado y salvaguarda de vías y tramos carreteros, así como de zonas de seguridad estratégica nacional, como los aeropuertos. En el actual gobierno, las terminales aéreas son resguardadas, administradas y protegidas tanto por la Guardia Nacional como por elementos de la Secretaría de Marina, a quienes se les puede ver deambular en lobbys, filtros, bandas de recolección de equipaje, salas de última espera y en plataforma, en los principales aeropuertos del país.
Una vez puntualizado esto, algo que ha llamado la atención del Juicio de Brooklyn es que precisamente García Luna era quien permitía el libre tránsito de sustancias psicoactivas, lo que en el argot policial se conocía como la clave “Por 45, todos en 35 hasta nueva orden”, algo así como “por órdenes superiores detengan todo”. Sin embargo, el problema es aún más complejo si pensamos en la colusión que existía entre servidores públicos, específicamente policías, y grupos delictivos, giros empresariales y usuarios. El Juicio de Brooklyn nos permite aventurar cuatro reflexiones:
1. El tráfico de drogas, personas, animales exóticos y divisas no es un problema endémico de México, sino que responde a la demanda del mercado internacional, por lo cual los grupos delictivos han optado por sumar a “facilitadores” en la cadena de suministros, por ejemplo, a través de la colusión.
2. La seguridad aeroportuaria y específicamente los filtros aeroportuarios están enfocados a la búsqueda de sustancias que puedan utilizarse como precursores químicos y armas (terrorismo), mas no para la detección de mulas, en alguna de sus modalidades: adheridos, ingeridos o introducidos.
3. El cambio de personal de Policía Federal por miembros de la Guardia Nacional y de la Secretaría de Marina no garantiza que se atienda, en lo más remoto, el problema del narcotráfico, debido a que este es un problema anclado en prácticas cuya particularidad es su herencia añeja y la falta de controles que garanticen que no exista colusión, simpatía o contubernio entre elementos de las fuerzas armadas y los grupos delictivos.
4. La construcción del AIFA y los proyectos aeroportuarios Tulum y Palenque nos invitan a pensar si el negocio del narcotráfico cesa o solo cambia de mano. Dejemos que las reformas a la Ley General de Aviación Civil y Aeropuertos que favorecerá el cabotaje hablen, y que el AIFA devenga en aeródromo de carga, porque… “Tú y las nubes me traen muy loco… –y la inseguridad y el tráfico de drogas– me van a matar”.
@ant_amar