Por Norma Bautista

Hace unos días realicé un viaje de la ciudad de Oaxaca a la ciudad de México, junto con mi sobrino de 17 años, abordamos un autobús de segunda clase en una corrida que salió a las diez y veinte de la noche, en una terminal ubicada a diez minutos del centro histórico de esta capital. Fue un viaje complicado, angustiante. Las revisiones frecuentes de los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y del personal supervisor de la línea de autobuses, imprimieron a la noche un toque de zozobra. Sumaba a esto que la mañana de ese jueves las noticias informaban que un autobús de pasajeros -también de segunda clase- se había volcado en la región mixteca dejando un saldo de 30 personas fallecidas; los sentidos venían alerta.

Había transcurrido menos de una hora de trayecto cuando la primera revisión de los agentes del INM hizo descender del autobús a cuatro hombres y una mujer que origen centroamericano, todos jóvenes de entre 25 y 30 años, vestidos con ropa casual y deportiva, portaban en el pecho su pasaporte colgado en un portacredencial; cada uno acreditó a los oficiales su estadía legal en el país. El resto de los pasajeros fuimos escudriñados para saber si debíamos bajar o no.

En la segunda revisión, cerca de las tres de la mañana, los agentes del INM nos pidieron tener los documentos de identificación a la mano, los revisaron una a una. A quienes iban dormidos los despertaron para solicitar la identificación. De ese modo detectaron a un pasajero que portaba una credencial falsa. Era un hombre de aproximadamente 50 años, de ropa con aspecto humilde y que hablaba inglés. Le pidieron que bajara del autobús y se lo llevaron. Mientras, otro pasajero con aspecto de turista no lo molestaron para la inspección, era un hombre de origen estadounidense, joven y de piel blanca que no se enteró del retén. Seguimos el trayecto con un pasajero menos.

Nos esperaban dos horas de viaje y tres inspecciones más: una del INM y dos de la línea de autotransporte, fueron recorridos rápidos y superficiales a lo largo del pasillo del autobús, a media luz y con la mayoría de pasajeros dormidos. En ningún caso se comentó la ausencia del hombre detenido por los agentes de migración, pese a que, en la bitácora de viaje existía como un pasajero a bordo. El turista de origen estadounidense nunca fue requerido para identificarse.

Aunque estas supervisiones son habituales en los viajes en autobuses de segunda clase, llama la atención que siga vigente la forma cómo se realizan estas revisiones a pesar de la resolución de la Suprema Corte en 2022 determinó que son anticonstitucionales y discriminatorias, además que violan la normativa sobre igualdad y derecho al libre tránsito en el país. Esto porque son prácticas discrecionales que dependen de que los agentes identifiquen a los migrantes indocumentados con base en su raza, color de piel, apariencia física e idioma que hablan, es decir, conforme a perfiles raciales.

Si bien, esta resolución abre la posibilidad a cualquier persona en el territorio mexicano sea sometida a una revisión migratoria y solicita un amparo a un juez, este tendría que apegarse al criterio de la Corte, pero no impactó en el modo de operar de los agentes del INM, ni entre la Guardia Nacional. Las revisiones están fundamentadas en la subjetividad de la apreciación visual de los agentes en torno a la apariencia física de los pasajeros. De ahí que, en un país con fenotipos similares a los países vecinos de Centroamérica, es común que la discrecionalidad de la revisión arroje resultados inexactos, como consecuencia, los mexicanos son confundidos con migrantes.

De la experiencia surgieron muchas preguntas: ¿Qué pasa con los pasajeros que retienen los agentes del INM?¿Cómo se garantiza la autenticidad del personal del Instituto de Migración? ¿Por qué los operativos sólo se aplican en transportes de segunda clase? ¿Quién garantiza la integridad de la totalidad de pasajeros a bordo? Y lo más agobiante del caso, cuando a medianoche te bajan casi dormido del autobús ¿Quién y cómo se garantiza la integridad de tu vida a media carretera?

En meses recientes hemos sabido que en las carreteras de territorio mexicano, lo mismo en Michoacán, Reynosa o Cancún, los camiones de pasajeros son interceptados en busca de personas indocumentadas o sustancias ilícitas; en ocasiones quienes protagonizan esas detenciones son gente de grupos del crimen organizado. Con la forma de operar del Instituto de Migración, la posibilidad al crimen y a las irregularidades que atentan contra los pasajeros se potencializan de manera alarmante. Así de vulnerables estamos en la carretera.

@normaoax

Investigadora del Observatorio Nacional Ciudadano

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