Investigador invitado Hugo Fuentes
Cuando se habla de crimen organizado vienen a la mente grupos como la Camorra napolitana, la Cosa Nostra siciliana, la Yakuza japonesa, la mafia americana con Al Capone, y de manera más reciente la mafia rusa, los cárteles colombianos y mexicanos.
A su vez el rango de actividades delincuenciales abarca el comercio de drogas, la prostitución, la extorsión, el mercado negro, el secuestro o los crímenes de cuello blanco. Pero finalmente estas son representaciones y a lo más descripciones de sus fechorías, pero no una definición.
La pregunta a resolver es qué es el crimen organizado. Hay muchas definiciones, pero H. Abadinsky (1990) precisó ocho puntos que permiten identificar si un grupo de criminales podría ser catalogado como tal, aunque como veremos no todo los puntos se cumplen necesariamente existiendo variaciones:
1) No tiene creencias u objetivos, pero está interesado en el dinero y el poder; adicionalmente, por lo general, busca protección política para sus actividades ilegales; 2) se tiende a observar una estructura de poder vertical con diferentes rangos entre el jefe superior, los lugartenientes, y soldados. No obstante, existen casos en donde puede existir una estructura de red. 3) Tiende a haber algunos requisitos estrictos para ser miembro, como el origen étnico, parentesco o antecedentes penales; este atributo es necesario para generar sentido de pertenencia. En el caso del reclutamiento de niños y niñas se busca generar una carrera delincuencial generando pruebas que una vez superadas le significan acceso a una mejor paga y mayores rangos de poder. 4) El grupo es multigeneracional; 5) la violencia es un recurso fácilmente disponible y aceptado; se utilizan sobornos para proteger sus operaciones y miembros; 6) la división del trabajo es predominante para que el grupo sea más eficiente y por lo tanto exitoso; 7) estos grupos buscan formar un monopolio, restringir el comercio para aumentar las ganancias; tal posición monopolística puede ser mantenida por el grupos del crimen organizado por su uso de la violencia y su relación con la policía y organismos encargados de hacer cumplir la ley; y 8) estos grupos tienen reglas y reglamentos que deben ser respetados.
Más allá del cumplimiento de los elementos organizacionales, en los cuales se puede encontrar matices y variaciones, en el texto se subraya la importancia de la protección política para que el crimen organizado exista, al mismo tiempo que el uso de sobornos y la vinculación con la policía y autoridades involucradas en la aplicación de la ley. Esto nos lleva a un hecho que las investigaciones concluyen sistemáticamente: el rompimiento de la ley existe en gran medida porque las probabilidades de atrapar a los que delinquen son bajas y/o los delincuentes están protegidos de las consecuencias de sus actos. Todo esto es apuntalado, como lo indica M. Golden
(2018), por una cultura que avala el crimen como una forma de vida y por el respaldo de los que sustentan el poder, económico y político, en la sociedad.
Una pregunta necesaria es: ¿Están condenadas las sociedades que tienen crimen organizado a padecerlo toda su vida? Esta cuestión la responderemos en un próximo artículo.
@HugoJFuentes1
Profesor investigador invitado del Tecnológico de Monterrey