Por: Herminio Chanona
¿Alguna vez has presenciado un asalto? Si fue el caso, ¿acudiste a ayudar a la víctima? O, por otro lado, ¿alguna vez te asaltaron y nadie acudió a socorrerte? El 13 de marzo de 1964, en Nueva York, “Kitty” Genovese fue apuñalada enfrente de su inmueble, 38 personas aparentemente presenciaron la agresión, y nadie hizo nada. Digo aparentemente, pues desde esa fecha varios estudios han puesto en duda el número real de testigos. ¿Cómo pudo suceder esto?
Este suceso generó una ola de investigaciones dentro de la psicología social, y desde 1968, derivado de una investigación de Darley y Latané a este fenómeno se le conoce como el “efecto espectador” (bystander effect). La explicación, desde la psicología, consiste en que, cuando hay múltiples espectadores en una situación de emergencia, hay una difusión de la responsabilidad. Básicamente, cuantos más somos, menor es la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno.
La explicación al “efecto espectador”, desde la economía, es que ir en socorro de los otros es un “bien público”. Este tipo de bienes tiene la característica de que no se puede excluir a la gente de consumirlos y que, si alguna persona los consume, esto no reduce lo que pueden consumir los otros.
En otras palabras, si yo voy en ayuda de alguien, gratuitamente hago más felices al resto de los espectadores (no exclusión) y el hecho de que yo experimente esa felicidad no priva a otros espectadores de también, plácidamente, constatar que se impidió un crimen (no rivalidad). El tema es que el asaltante muy probablemente va armado y, si bien todos nos preocupamos por el bienestar de la víctima, nadie quisiera recibir un buen golpe del agresor o, peor aún, un balazo.
Este razonamiento también puede aplicarse al mundo de los negocios. Imagina que, en tu trabajo, el clima organizacional no es el ideal, y que prevalece un sentimiento de inconformidad. Como reacción, el jefe convoca una reunión multitudinaria (son muchos tus compañeros) para explorar opciones de mejora. Sin embargo, cuando llega la reunión, resulta que nadie realiza propuestas de mejora y son pocas las quejas.
Silencio incómodo. ¿Cómo es esto posible? Sin duda, tu recomendación beneficiaría a todos los demás, pero no quieres ser tú quien asuma el costo: no vaya ser que la “riegues” y seas percibido como el único subversivo. En su lugar, prefieres que sea otro colega quien se arme de valor e intervenga, pero ese colega nunca llega, y persisten los problemas en el trabajo. ¿Has presenciado este tipo de inercia organizacional?
Por supuesto que la realidad es más compleja y no necesariamente la mejor estrategia es siempre acudir a ayudar, o nunca hacerlo. En cierta forma, elegimos nuestras acciones de forma aleatoria, que no arbitraria. Podemos también pensar que, cuando las personas deciden cómo actuar, se dicen “Con cierta probabilidad ayudo, y con cierta probabilidad no”. Usando la jerga técnica, en ese caso las personas estarían empleando estrategias mixtas.
Pues bien, no es tan difícil elaborar un modelo matemático en el que la predicción es que, conforme aumenta el número de espectadores, disminuye la probabilidad de que uno de ellos socorra a la víctima. Un resultado sorprendente, que concilia las predicciones de la psicología social y la teoría de juegos. ¿Te suena teoría de juegos? Es esa rama de la economía y las matemáticas que talvez oíste mencionar en la extraordinaria película Una mente brillante que, si no has visto, te invito a ver en tus tiempos libres durante esta contingencia.
En fin, que, regresando a la pregunta inicial, la respuesta es que la gente no ayuda/interviene ya sea por difusión de responsabilidad o por free riding (ser gorrones). ¿Cómo superar el efecto espectador? En el caso concreto en que yo sea la víctima, una opción sería que te des la vuelta y elijas a algún espectador específico y le pidas su ayuda (Sí, tú, el de la mochila negra y la chamarra verde, ¡ayúdame!).
En el caso más banal de los problemas de oficina, tal vez sea buena idea designar a un comité cuya tarea sea hacer recomendaciones de mejora. Esa práctica fomenta la rendición de cuentas y, de paso, nos saca del embrollo del “efecto espectador”.
Director de la carrera de economía del ITESM Campus Santa Fe
@hchanona