Por: Oswaldo Morales González
En el Hombre que fue Jueves, Chesterton escribe uno de los mejores diálogos para entender la naturaleza del servicio policial. En una discusión sobre poesía y caos, Syme –el policía poeta– le explica a Gregory –el anarquista poeta– que el asombro y el beneplácito debería colocarse en los esfuerzos que realizan las personas cotidianamente por controlar el caos y la incertidumbre que nos rodea, en vez de situarse en la destrucción que algunos ejercen.
El policía poeta dice “el caos es imbécil…lo poético es que las cosas salgan bien… que el tren (a pesar de las variables que no se pueden controlar) llegue en tiempo a la estación”. Eso mismo esperamos de la Policía, desde un enfoque democrático le hemos dicho que debe contribuir a mantener el orden y la paz social y enfrentar los miles de variables que, minuto a minuto, se combinan para que lo asombroso sea el caos, la inseguridad.
A las y los policías les pedimos, literal y metafóricamente, que desactiven las bombas de las que habla Gregory. Queremos que transformen el caos y la incertidumbre en una baja probabilidad de ser víctima de un delito, de sufrir una actitud antisocial por parte de otra persona, de no recibir ayuda cuando se requiera; que los delitos no queden impunes; que los conflictos comunitarios no queden sin un mediador.
Para hacer la transformación de incertidumbre a probabilidad, con base en evidencia, uno esperaría que las Policías tengan, como mínimo, un orden institucional cuyo núcleo fuesen las personas. Una expectativa tan evidente que quizás esa es la razón por lo que no existe en muchos casos.
Queremos que las Policías doten de certidumbre sin primero darles certeza a las personas que las integran. ¿Qué tan probable es que el tren llegue a tiempo sin un buen conductor? La respuesta es evidente, tan es así que el discurso político está lleno de “profesionalización”, “capacitación” y “confianza en policías”.
Y sí, la seguridad está politizada. Es más redituable “invertir” en patrullas que en la formación de analistas delictivos. Para el electorado está claro que 100 patrullas son mejores que 10, no así el hecho de tener analistas criminales ayudando en la toma de decisiones. Fue más redituable despreciar a miles de hombres y mujeres policías federales que consolidar una Policía civil de excelencia, con base en lo bien hecho: la formación de ellas y ellos.
Es común olvidar, de manera selectiva, que los policías son funcionarios. Cuando un policía de tránsito emite una multa: “yo pago tu salario”; y cuando un policía exige sus derechos laborales se le ignora y hasta menosprecia. Si queremos servicios que resuelvan problemas públicos, como la inseguridad, debemos dejar de ver a los políticos y reconocer a los funcionarios, empezando por exigir servicios profesionales de carrera.
Los Censos de Gobierno del INEGI nos aproximan a lo que se ha hecho en la materia. De los 2,463 municipios que considera, 607 respondieron a los rubros sobre profesionalización; de ellos, solo el 12.5 % de municipios (76) dijo contar con los 9 elementos de profesionalización señalados por el Censo. En el ámbito estatal, 37.5 % de las entidades (12) registra que tiene todos los elementos de profesionalización.
Aunque profesionalización no es igual a servicio profesional de carrera policial. Es tan solo uno de siete pilares detectados a partir de la LGSNSP, leyes locales y estudios de expertos: ingreso, profesionalización, permanencia, movilidad, conclusión, régimen de estímulos y desarrollo humano.
Es necesario invertir en el desarrollo de las y los policías para consolidar a la seguridad y justicia como la base del desarrollo humano. De igual manera, debemos pensar en cómo blindar los servicios profesionales de carrera policial contra los cambios políticos.
Como Syme, asombrémonos por el orden y la sistematización en oposición a la destrucción que proponen.
@oswaldo_O1
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