Ángel Fernández

En las últimas semanas, hemos reflexionado sobre algunos recursos organizativos con potencial para mitigar la violencia y la inseguridad en las comunidades urbanas. El capital social, la cohesión y la eficacia colectiva son recursos vecinales que han demostrado proteger, en ciertas condiciones, a las comunidades. Enfoquémonos en cómo la espacialidad de estas condiciones afecta la inseguridad.

Según algunas teorías, cuando hay una concentración de desventajas, la probabilidad de que ocurran delitos o expresiones de violencia es mayor. Estas desventajas incluyen la pobreza generalizada, problemas familiares, diversidad étnica y alta rotación residencial, entre otros. Se supone que en estas condiciones hay menos posibilidades de organización vecinal contra el delito, ya que la atención se centra en resolver otras necesidades.

Esto tiene implicaciones relevantes para la distribución espacial del delito y la violencia en las ciudades. Siguiendo la estructura clásica de las ciudades, se esperaría que, en el centro, o en sus cercanías, se concentren grupos con mejores condiciones. Por el contrario, las zonas periféricas tendrían más pobreza y problemas sociales. En este sentido, las zonas más inseguras serían las más alejadas al centro.

Sin embargo, la distribución espacial de los grupos sociales ha cambiado en las últimas décadas. Familias de clase media y alta han buscado viviendas en las zonas periféricas, mientras que aquellas pertenecientes a sectores populares han encontrado residencia en los centros urbanos en declive. Esto ha dado como resultado que familias con diferentes características socioeconómicas cohabiten en espacios reducidos.

Aunque la convivencia o mezcla entre grupos distintos podría tener beneficios, como intercambio de información y bienes, así como mejoramiento de servicios públicos y privados, esto no siempre se cumple. El encuentro de distintos grupos en espacios reducidos no implica convivencia.

Los habitantes de algunos vecindarios, generalmente los de mejores ingresos, han decidido colocar barreras para separarse y distinguirse de entornos que perciben como peligrosos. Por lo tanto, es común ver vecindarios con muros, enrejados, seguridad privada, entre otro tipo de protecciones. Estas barreras impiden reconocer e interactuar con los habitantes del entorno inmediato.

En este complejo escenario urbano, es difícil identificar grandes áreas homogéneas en términos de incidencia delictiva. Algunos análisis realizados por el ONC (2021), por ejemplo, han encontrado que, en ciertas alcaldías de la Ciudad de México, hay vecindarios con alta incidencia de homicidio doloso, mientras que en sus alrededores los niveles son bajos.

Hay diferentes respuestas para reducir estos contrastes y contribuir no solo a la mejora de la organización vecinal contra el delito. En primer lugar, los gobiernos locales deberían priorizar el déficit de servicios públicos. En segundo lugar, aplicar instrumentos de regulación urbana para facilitar el encuentro de viviendas de distintos precios en espacios reducidos. Finalmente, es importante sensibilizar a la población en general sobre los beneficios de generar cohesión social y confianza con sus vecinos, superando las diferencias socioeconómicas.

Investigador del Observatorio Nacional Ciudadano

@DonJAngel

Referencias:

Observatorio Nacional Ciudadano (2021). Acompañamiento ciudadano a la Estrategia contra los Homicidios Dolosos en la Ciudad de México. Recuperado de:

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