Por: Karolina Gilas
Profesora de la UNAM e investigadora del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina
Cada vez más mujeres integran los Congresos de América Latina: el promedio regional alcanzó en 2022 el 34.6%, por encima de la representación descriptiva femenina lograda en cualquier otra parte del mundo; nueve de los dieciocho países de la región cuentan con la representación descriptiva de las mujeres por encima del 30% (Cuba, Nicaragua, México, Costa Rica, Bolivia, Argentina, Perú, Ecuador y Chile).
Se esperaba que más mujeres en el poder iba a significar más poder para las mujeres. Sin embargo, en todos estos casos la presencia no parece haberse traducido en la influencia. El Proyecto de investigación UNAM-DGAPA-PAPIIT IA301821 “Representación simbólica de las mujeres en América Latina”, afiliado a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, buscó responder a esta pregunta analizando la situación de las legisladoras en ocho países latinoamericanos que han adoptado en las últimas dos décadas algún tipo de cuota y/o paridad y que han alcanzado diferente nivel de representación descriptiva de las mujeres (Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México y Perú) entre 2014 y 2020.
Los hallazgos evidencian que, en efecto, cuando las mujeres tienen más escaños, obtienen mayores posibilidades de influir en las relaciones y dinámicas existentes al interior de los órganos legislativos. Los países con baja representación descriptiva (Brasil, Perú y El Salvador) presentan bajos niveles de la presencia de las mujeres en los espacios de liderazgo al interior de los Congresos y mantienen las reglas generizadas en el funcionamiento interno, por ejemplo, en la asignación de los espacios y presidencias de las comisiones. Los Legislativos con un nivel intermedio (Argentina y Ecuador) y alto (Bolivia, México y Costa Rica) muestran avances heterogéneos: mejoran los niveles de acceso a los órganos directivos, pero se mantienen los patrones generizados en la asignación a las mujeres de las comisiones dedicadas a asuntos de cuidados (niñez, educación, igualdad, bienestar), mintiéndolas fuera de los espacios del control político y reflejando los estereotipos que las restringen a las actividades que conforman una extensión de las tareas de cuidado que desempeñan “naturalmente” en la sociedad.
La presencia de las mujeres, incluso en los contextos de la paridad, no ha sido suficiente para transformar las relaciones generizadas al interior de los Congresos. Las estructuras patriarcales resultan resistentes a los cambios y a la influencia de las mujeres en la organización, dinámica y ejercicio del poder al interior de los legislativos, al moldear y limitar el ejercicio del cargo realizado por las legisladoras. La expresión más grave de este fenómeno es la violencia política en razón de género, reportada por las legisladoras entrevistas en todos los países y que ejercen sus cargos en todo tipo de contextos institucionales.
Para lograr un ejercicio paritario del poder, es indispensable que los Congresos avancen hacia la modificación de las reglas existentes para la asignación de las Comisiones y de los espacios en los órganos directivos (en especial el encabezamiento de los grupos parlamentarios) y procuren la reversión de las desigualdades de género persistentes en su interior. Esto debe verse tanto en la adopción de políticas internas que garanticen la paridad e igualdad entre el personal de apoyo legislativo, como en la manera en la que se proponen, discuten y aprueban las leyes. En ambos ámbitos es necesario transversalizar la perspectiva de género, para lograr transformaciones de las relaciones de género al interior de los Congresos y de la sociedad y buscar la erradicación de violencia política contra las mujeres que desempeñan los cargos legislativos.
La investigación evidencia que los números sí hacen la diferencia, aunque, por si solos, no son suficientes para alterar las estructuras generizadas existentes en la política parlamentaria. Por ello es tan importante evidenciar las prácticas partiarcales que persisten, reconocer los avances construidos en algunos ámbitos, y seguir llamando a la acción a favor de la construcción de las democracias paritarias.