Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores ganó en la primera vuelta de las elecciones brasileñas del pasado domingo 2 de octubre. A pesar de haber conseguido el 48,43% de los votos, esto no fue suficiente para evitar la segunda vuelta electoral, que exigía el 50%+1. La segunda vuelta se celebrará el próximo 30 de octubre frente al actual presidente Jair Bolsonaro del Partido Liberal. La diferencia de votos entre los dos candidatos más votados, que concentraron el 91% de los apoyos, fue de unos cinco puntos porcentuales, a pesar de que las encuestas de los últimos días anticipaban que la diferencia sería mucho mayor a favor del candidato de izquierda. Estos resultados dan cuenta de una importante fractura del país.

Juliana Alice Fernandes Gonçalves  

Esta vez las encuestas no han conseguido atinar el resultado, al menos con relación a las preferencias por Bolsonaro, quien busca retener el poder. Se pensó que Lula arrasaría en la primera vuelta y eso no ocurrió. Se esperaba que las mujeres, los negros y los jóvenes ocuparan una gran proporción de los escaños legislativos en todo el país, cambiando significativamente el escenario político-electoral brasileño. Es más, en las últimas semanas se respiraba un intenso clima de tensión sobre si los resultados de las encuestas -traducidos a votos- serían respetados por aquellos líderes que cuestionaban obstinadamente el proceso electoral y que además daban fuertes discursos en contra de las instituciones encargadas de organizar la elección. A diferencia de esos esfuerzos desestabilizadores, la jornada transcurrió con tranquilidad.

En este escenario de incertidumbre que anticipa una campaña electoral intensa y conflictiva para la segunda vuelta, se ha elegido un Congreso Nacional conservador, en el que destaca la elección de algunos miembros del actual gobierno federal. Esto supone que -en caso de que Lula gane la Presidencia- tendrá dificultades para gobernar. En cuanto a la elección de los gobiernos de los estados, 14 la resolvieron en la primera ronda (Acre, Amapá, Ceará, Distrito Federal, Goiás, Maranhão, Mato Grosso, Minas Gerais, Paraná, Pará, Piauí, Rio de Janeiro, Roraima y Tocantins) siendo 7 a favor de Lula, mientras que en el resto de los estados quedó para definirse en la segunda (Alagoas, Amazonas, Bahia, Espírito Santo, Mato Grosso do Sul, Paraíba, Pernambuco, Rio Grande do Norte, Rio Grande do Sul, Rondônia, Santa Catarina, Sergipe, São Paulo).

A pesar de los intentos por generar dudas sobre el papel de las autoridades electorales y de deslegitimar el uso de la urna electrónica, lo cierto es que ambas cumplieron su papel durante este intenso proceso electoral. En un escenario tan estrecho, los intentos por minar la confianza hacia la autoridad no tuvieron éxito. El Tribunal Superior Electoral (TSE) dio cuenta de una gran capacidad organizativa, la urna electrónica no presentó problemas y la democracia brasileña consiguió dar cuenta de su institucionalidad.

Se suele decir que en 2018 la gente acudió a las urnas adormecida por el rencor, el resentimiento y la amargura. Durante un debate presidencial, el favorito en esta disputa electoral por el puesto presidencial advirtió y pidió a la sociedad brasileña: “en las urnas no se debe depositar el rencor porque el resultado generalmente no es positivo”. De hecho, esta experiencia no funcionó. Aparentemente, el contexto político brasileño es aún más complejo que el analizado hasta ahora y una parte significativa de la ciudadanía brasileña está comprometida con el proyecto político-ideológico actual. De cara a 2023, resulta urgente volver a destacar los valores y los principios democráticos. La campaña electoral y las elecciones de este año ya son históricas: ¡pero aún no han terminado!

Investigadora del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina y Núcleo de Investigações Constitucionais (NINC/CNPq) 
Universidade Federal do Paraná, Brasil 
ORCID 0000-0002-0722-8679 
E-mail: afgjuliana@gmail.com 
@julianaalicefg  

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