Núria González López

El negocio de los vientres de alquiler o la dignidad de las personas

Exigimos un debate a todas luces sobre lo que supone la legalización y normalización de la industria de los vientres de alquiler

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10/11/2023 |08:51
Núria González
Autor de OpiniónVer perfil

La renta de vientres, vientres de alquiler, o más correctamente llamada, explotación reproductiva y trata de seres humanos recién nacidos, puede convertirse en una de las industrias más lucrativas para México en el futuro más inmediato.

El cierre temporal del gran mercado de la mal llamada “gestación subrogada” que era Ucrania, debido a la guerra, ha hecho de México el destino preferente de los grandes de esta industria de la carne humana viva, cuyo objeto de negocio es la transacción de un ser humano recién nacido a unas personas, en virtud de un contrato mercantil, sin el cual, dichas personas adquirentes, jamás tendrían acceso a ese menor.

Por que es eso exactamente lo que es un vientre de alquiler. Un contrato. En absoluto se trata de una técnica de reproducción asistida, puesto que explotar a una mujer para que te entregue a su hijo recién parido no cura los problemas de infertilidad de nadie.

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Los vientres de alquiler están completamente en el lado opuesto de cualquier tratamiento médico, y son lo contrario al juramento hipocrático que todas y todos los médicos están obligados a prestar y que garantiza que ningún paciente recibirá trato inhumano ni será víctima del encarnizamiento terapéutico. Esto quiere decir, que no se le aplicarán tratamientos que no necesita y mucho menos si éstos le causarán un sufrimiento innecesario. Las mujeres que fungen de vientres de alquiler son mujeres sanas, y aún así se les somete a todo tipo de tratamientos médicos agresivos que no necesitan, con el único fin del cumplimiento de un contrato.

Eso es exactamente lo que ocurre con las mujeres que fungen como vientre de alquiler desde el minuto uno en el que firman un contrato, completamente nulo y abusivo, por vulnerar los más básicos derechos humanos de la firmante y del futuro bebé, que y viene al mundo desprovisto de cualquier atisbo de humanidad y reconvertido de persona a bien de consumo comercializable y transaccionable. Como cualquier otro objeto.

Si bien es cierto que hay gente que piensa que si todo se hace “gratis” “altruistamente”, todo lo malvado y amoral que entraña volver a la época de la esclavitud, en la que las personas se podían comprar, vender o regalar al gusto de los más pudientes, queda “perdonado”, tengo que revelarles a todos quienes se encuentren en este grupo que, en el caso de la renta de vientres, el dinero no importa nada.

Porque no es el negocio lo que conlleva la antiética de esta práctica que proviene de siglos y siglos atrás, como la totalidad de las prácticas patriarcales y machistas que ejercen violencia extrema contra las mujeres, sino la violación directa del principio básico de las sociedades civilizadas que es que las personas no pertenecen a nadie, y que son libres desde que nacen, por el simple hecho de existir.

La renta de vientres pisotea esa libertad y actúa paralelamente al orden natural, actuando como si existiera un título de propiedad sobre los recién nacidos que faculta a quien los pare o a quien aporta un mísero material genético a disponer de ellos para entregarlos, regalarlos o venderlos. Obviamente y por suerte, ese pretendido título ni derecho no existe, como tampoco existe el derecho a recibir a un ser humano en propiedad, por pequeño e indefenso que se encuentre.

Ahora, algunos dirán que en los procesos de adopción ciertamente se entrega a un menor a personas que no tienen ninguna relación filial con él. Cierto. Sin embargo la diferencia estriba en que en la adopción, el bien jurídico a proteger es el derecho de ese menor a tener una familia, un derecho que existe en todas las legislaciones vigentes de los estados de derecho, y es el propio Estado quien vela por garantizarlo.

En la renta de vientres no existe derecho alguno, sino una falsa institucionalización del deseo de ser padres para convertirla en un derecho que no existe.

La cuestión en este momento es por qué un país como México, cuya administración se maneja bajo el digno lema de “los pobres primero”, no acciona todos sus mecanismos para proteger precisamente a las más pobres, las mujeres mexicanas, que sí serán las primeras en ser pasto de esta industria de los seres humanos, y que verán cercenados sus derechos más básicos sólo para garantizar los beneficios de empresas, en su mayoría extranjeras, y para que personas, también en su mayoría extranjeras, sigan extractivizando los recursos del país, en este caso, el recurso más preciado que es la salud y la dignidad de sus mujeres y sus niños y niñas, en una suerte de neocolonización del s. XXI.

Las feministas exigimos un debate a todas luces sobre lo que supone la legalización y normalización de la industria de los vientres de alquiler. No rehuimos ningún foro en el que poder explicar con argumentos tan sencillos como contundentes el porqué es inadmisible esta práctica en cualquier sociedad que se precie de respetar y proteger a su ciudadanía. Tal y como ha pasado recientemente en Colombia, donde las defensoras de los derechos de las mujeres han conseguido que el gobierno de Petro deseche una proposición de ley que pretendía legalizar la transacción de recién nacidos y la explotación reproductiva de las colombianas.

Y no sólo nos referimos a los medios de comunicación o a las cámaras legislativas, sino también en el ámbito académico y en las universidades es más que necesario que se de entrada a los postulados abolicionistas de esta nueva forma de violencia machista y de trata de personas. Sin embargo, hemos visto en todo el mundo como las grandes universidades muchas veces han sido cómplices de los postulados transhumanistas en pro de una falsa modernidad. Es por ello que es de agradecer doblemente que instituciones educativas más pequeñas, pero sin duda más libres, como la Universidad Multicultural CUDEC, en el Estado de México brinde ahora esa oportunidad, que no es más que la ocasión de volver a poner en valor los derechos humanos y el respeto de la sociedad, de la que las propias universidades forman parte.

El momento actual es clave para que México decida de qué lado del tablero está en esta cuestión nada baladí. Y por su trayectoria pionera en el reconocimiento de derechos a las mujeres sólo puede estar en el lado correcto, en el de garantizar la dignidad de todas las personas, evitando que se conviertan en el nuevo oro colonial que acaba en los países extranjeros.

Abogada. Activista feminista. Autora de “Vientres de Alquiler". La Mala Gente”. Ed. EOLAS.