En los días pasados se cumplieron seis meses de la invasión rusa a Ucrania, momento que conmocionó al globo entero. En medio de una sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y ante la mirada atónita de los asistentes y de la comunidad internacional, el Kremlin anunció el inicio de una “operación militar especial” en el Donbás el 24 de febrero para liberar a los rusos “atrapados” en esa región ucraniana.

Han pasado poco más de seis meses desde ese anuncio que dejó cuanto menos perplejo e inmóvil al mundo por un instante. Desde el inicio se pensaba una guerra desigual ante la gran diferencia del poderío militar convencional entre ambos países. Sin embargo, Occidente, con Estados Unidos de América (EUA) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) al frente, no podía hacer mucho por Ucrania frente a la latente amenaza de respuesta nuclear que Rusia albergaba en su baraja de cartas ante alguna intromisión rival.

A pesar de ello, las tropas ucranianas recibieron apoyo armamentístico de Occidente para defender su territorio. Durante las primeras semanas, a raíz de los reportes de inteligencia que hacían públicos, se comprendía que el avance de los rusos comenzaba a ser más lento del esperado, producto de la corrupción en su milicia, su falta de logística apropiada y falta de convicción en la invasión. Por ello, y considerando la endeble posición de Ucrania, se estimaba una guerra corta, puesto que a ninguna de las partes le convenía alargar el combate.

Pero estos seis meses nos han señalado que el conflicto será largo, más largo que lo que se había esperado y hay múltiples gestos que evidencian este carácter que ha tomado la guerra. Por ejemplo, además de la asistencia internacional ininterrumpida que ha recibido Ucrania traducida en una variedad de formas, hace poco el secretario general de la OTAN comunicó a Kiev que recibiría apoyo de la alianza militar el tiempo que fuese necesario.

Otra razón es el constante apoyo económico y militar de EUA, pues muestra el interés de Washington por no ceder terreno político ante Moscú, una meta muy calcada en los gobiernos de las superpotencias durante la Guerra Fría. Hay también opiniones que señalan el interés de seguir vendiendo armas por parte del país de las barras y las estrellas, y de alguna manera es cierto, es verdad que la economía de guerra beneficia a algunos países, pero ¿a quién le conviene fomentar una guerra cuando en realidad no se tiene el control del desenlace y los posibles resultados puedan cambiar la geopolítica y seguridad internacional?

Por el lado de Rusia, la condena de la guerra por parte de sus allegados China e India no ha sido obstáculo para continuar relaciones comerciales con ellos, por lo que, a pesar de las sanciones económicas internacionales promovidas por Occidente, se mantiene en pie su economía y, por ende, su “operación militar especial” en el Donbás ucraniano. De la misma manera, el asesinato de la hija de uno de los arquitectos ideológicos de la invasión rusa se logró trasladar a un empuje vigoroso para continuar la guerra y buscar venganza, de forma maquiavélica, en el mismo día de la conmemoración de la independencia de Ucrania. Y, por si fuera poco, otro gesto que refuerza la idea de una guerra de mediano a largo plazo ha sido el decreto del Kremlin para incrementar el tamaño de las fuerzas militares del país.

Con el alargamiento de la guerra y la incidencia mayor de actores indirectamente involucrados en ella, el conflicto ha adoptado cada vez más el carácter de un tablero geopolítico que puede ser usado para influir en los respaldos hacia Moscú y Kiev. Por ejemplo, no hace mucho vimos la respuesta de China anunciando ejercicios militares en conjunto con Rusia tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán. Pero también pronto atestiguaremos la reacción que tenga Beijing por el reporte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos acerca de la región de Xinjiang, conocida por el genocidio cultural hacia los uigures. Todos estos escenarios, tarde o temprano, tendrán mayor incidencia en la actual guerra ruso-ucraniana.

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Niels Rosas Valdez
Historiador e internacionalista
@NielsRosasV (Twitter)
niels.rosas@gmail.com


 

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