En las pasadas cuatro semanas, el centro de atención en gran medida ha sido la Copa Mundial de Fútbol, conocida comúnmente como el mundial. Sin duda, es un evento que atrae a muchas miradas que observan el espectáculo desde diversas perspectivas. Lo anterior nos hace preguntarnos qué impactos ha generado el torneo deportivo más visto en el mundo.
Es una pregunta interesante que nos permite analizar el evento desde varios enfoques. Por ejemplo, una interrogante esencial es cuestionar cuál será el devenir de Qatar tras el mundial. De acuerdo con la FIFA, se le otorgó la organización de este magno torneo de fútbol al país mediooriental para dar oportunidad a una nueva sede y ampliar el gusto y seguimiento que se le da a este deporte en el mundo árabe y en la región.
Sin embargo, hemos escuchado, leído y platicado en estas cuatro semanas de las razones detrás de que la FIFA le haya otorgado la sede del mundial a Qatar. Contratos multimillonarios del Estado, acuerdos de venta de gas natural, así como de otros energéticos del país, y la necesidad del gobierno por mover grandes sumas de dinero son algunas de las realidades detrás de haber elegido la sede de la Copa Mundial de Fútbol 2022.
Las investigaciones y reportajes que se desencadenarán a raíz de esta situación es un producto de los varios que este mundial tendrá como secuelas. Pero otro muy importante es la imagen que dejó Qatar al globo y la postura que los qataríes podrían desarrollar a partir de la atención, comentarios y análisis que ha recibido su país sobre todo en este mes lleno de emociones, y que tiene que ver con las prácticas sociales que son impuestas por parte del gobierno hacia su población.
“A la tierra que fueres, has lo que vieres”, dicta el dicho, y tiene completa razón. No se puede la imponer una visión externa a otro espacio, en este caso, el entendimiento occidental a Qatar. Quienes viajaron a este país mediooriental, debían atender las reglas y leyes que el Estado establecía, es un principio básico del derecho. No obstante, desde luego que los qataríes pudieron identificar las diferentes prácticas y formas de pensar de fuera y que contrastan con las locales, que en su mayoría están impuestas por su religión y cultura.
Lo anterior es interesante, puesto que el contraste fue muy evidente, es decir, mujeres extranjeras podían vestirse de manera muy diferente a las qataríes e incluso podían asistir a los partidos de fútbol, entre otras particularidades. Por otro lado, los hombres extranjeros podían celebrar de formas más efusivas que los locales y podían manifestar sus emociones de una manera más estruendosa, entre otras acciones.
En su conjunto, estas y otras situaciones demostraron lo diferente que son las sociedades en cuestiones de prácticas y libertades, lo que naturalmente nos invita a preguntarnos si el mundial sería, de alguna manera, un parteaguas para la sociedad qatarí. Es intrigante saber si derivado del contraste de realidades, en la población de Qatar comenzará a gestarse una posición o un movimiento que demande el cambio de percepción en torno a las normas, valores, lo que se permite, lo que se prohíbe y lo que se restringe en el país, como puede ser los derechos hacia las mujeres y hacia la comunidad LGBT, por nombrar un par.
Como se mencionó, resulta incorrecto imponer una visión de fuera a un espacio que tiene sus propias formas de organización. Sin embargo, si el cambio se genera desde dentro sería visto como legítimo, además de genuino, ya que se daría forma con base en las exigencias de la misma población qatarí y sus propios valores e ideas. No es un hecho que esto pueda suceder, pero tras el mundial y el choque de realidades, puede al final de cuentas ser una posibilidad en el mediano plazo para este país mediooriental que, para bien o para mal, hizo historia al convertirse en sede del mundial de fútbol.
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Historiador e internacionalista
@NielsRosasV (Twitter)