Recientemente, la guerra entre Rusia y Ucrania ha tomado otra tonalidad. Tras haber traspasado el umbral de los seis meses de conflicto bélico, en los últimos días muchos sucesos de han desarrollado y permiten dilucidar de mejor manera el panorama en el este de Europa. ¿Cuáles son los nuevos eventos y qué impacto tienen en el tablero de la “invasión militar especial” ordenada por Vladimir Putin?

Cuando inició la guerra en febrero, el ejército ruso parecía imponente. Al ser una de las milicias más grandes s del globo, la movilización hacia Ucrania generó temor en Kiev y en la comunidad internacional. Poco a poco leímos, vimos y escuchamos cómo los rusos capturaban nuevos pueblos, ciudades y puertos, incluso llegando a las afueras de la capital del país invadido, lo que habría probablemente terminado la guerra en un corto tiempo.

Sin embargo, con la ayuda militar de Occidente, las tropas ucranianas han logrado retomar parte del territorio ocupado, evidenciando un desequilibrio en la tecnología militar y una falla logística del ejército invasor. Pero no fue lo único que sacó a la luz, puesto que a la par se han publicado más reportes de la ONU que apuntan que hubo crímenes de guerra rusos en el territorio recuperado por las fuerzas ucranianas, alterando la postura neutral de algunos países en el conflicto a una condena hacia la guerra de Putin.

Ante tal situación, el líder del Kremlin ha respondido de dos maneras: la primera, amenazando con el uso de armas nucleares, cuán Guerra Fría; y la segunda, haciendo un llamado a 300 000 reservistas para unirse a la pelea en Ucrania. Sin embargo, de esto último hay creciente especulación de que ese no es el número real, sino que ascendería en las siguientes semanas, incluyendo a hombres no enlistados en edad de combate.

En torno a la primera respuesta, Occidente y, según los reportes, algunos oficiales rusos le han advertido a Putin de no utilizar armas de destrucción masiva. Es nítida la situación: hacerlo significaría la devastación total del mundo como lo conocemos, resultado que no es el esperado por ningún líder, ni siguiera por el presidente ruso. Pero de igual forma, esta amenaza nos permite interpretar la desesperación de Moscú por acentuar el temor hacia Rusia para que la comunidad internacional deje de apoyar a Ucrania y así aumentar las posibilidades de que la “operación especial militar” del Kremlin triunfe.

Acerca de la segunda respuesta, la reacción unísona e inmediata de muchos rusos ha sido abandonar el país para evitar ser obligados a enlistarse al ejército y pelear una guerra de la que no sólo están fervientemente en contra, sino que le ha traído un desprestigio lapidario a Rusia y consecuencias económicas cuyos efectos se acentuarán al paso del tiempo. Y de la misma manera, la situación permite entrever que la movilización militar dirigida desde el Kremlin no ha sido tan exitosa como su líder ha declarado en reiteradas ocasiones.

Pero mientras la numerosa y desesperada salida de los rusos de su país marca un importante rechazo de la guerra, en las regiones ocupadas del Donbás el ejército invasor ha comenzado a efectuar pseudoreferéndums casa por casa para que los ciudadanos puedan “votar” la anexión de su región a Rusia. Es un ejemplo de “democracia coercitiva”, es decir, ¿qué se supone que los ucranianos de esa región deban responder si un soldado invasor, que tiene órdenes de anexar el territorio, va a sus casas y les pide que manifiesten su decisión?

Es una situación absolutamente risible, pero también preocupante por los civiles atrapados en esas condiciones. La intención de Putin es clara y es la misma estrategia que empleó en Crimea: hacer válido el referéndum de anexión, porque con “sus datos” así se lo permitirá, y de esa manera ostentar la legitimidad de contraatacar más fuertemente de ser necesario, ya que el Donbás sería ya parte de la Federación de Rusia. Desde luego, así como sucedió con la península ucraniana en 2014, Occidente y gran parte de la comunidad internacional no reconocerían el resultado de esos referéndums.

Sin embargo, además de la posible claridad con la que se aprecian ciertos eventos en el tablero bélico de la guerra, hay otras situaciones que permanecen elusivas, como el apoyo de China. Es cierto que el país de los ríos azul y amarillo condenó el conflicto y ha apoyado la moción de solucionar las controversias de manera pacífica. No obstante, es igualmente válido pensar que Beijing no quiere desaprovechar esta posibilidad de socavar a Occidente para mejorar su posición global. Pero hasta dónde está dispuesto Xi Jinping de mantener su respaldo a Putin es algo que nos mantiene con zozobra.

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Historiador e internacionalista 
Twitter: @NielsRosasV 


 

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