Independientemente que a Morena y sus aliados no les alcanzan los votos para sacar adelante la reforma político-electoral presentada recién por el Presidente y muy seguramente no pasará en el Congreso, es una muestra de lo que desde Palacio Nacional se concibe como democracia.
Ni el PRI de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo ni el PAN de Vicente Fox y Felipe Calderón se plantearon, a no tener la mayoría calificada en el Congreso, desmontar al INE y desaparecer a los senadores y diputados plurinominales.
Y es escalofriante, porque en el centro de la iniciativa presidencial está la reconstrucción de un sistema electoral y legislativo cuyo objetivo es restaurar el sistema de partido único o casi único destruyendo todo el sistema de pesos y contrapesos que se fue construyendo tras la ruptura del PRI con el nacimiento de la Corriente Democrática y posteriormente el PRD.
La mentira más grande de esta propuesta es que es democrático elegir por voto universal a los consejeros y magistrados electorales, con 60 candidatos en total a partir de 20 propuestos por cada Poder de la Unión. O sea, prácticamente 40 candidatos serían de Morena porque tienen el Ejecutivo y la mayoría en el Congreso y a santo de qué los ministros de la Corte tendrían que meterse al tema electoral, para eso ya hay un tribunal constitucional.
Pero no sólo eso, un mecanismo de ese tipo prácticamente le garantizaría a Morena el control de un órgano electoral reducido pues ciertamente es el partido prácticamente mayoritario y de esa manera se borraría cualquier posibilidad de independencia del instituto y le daría al gobierno el control de las elecciones.
También pretende ahorcar a la oposición con el financiamiento al plantear que sólo reciban los partidos recursos en tiempos electorales, sabedor que como en los viejos tiempos los dineros del gobierno fluyen a Morena de manera regular y constante.
Otra aberración es bajar del 40 al 33 por ciento de la votación para hacer vinculante una revocación de mandato, cuando es inaceptable deponer a un presidente con menos votación que el promedio mínimo de las elecciones presidenciales recientes; pero no sólo eso, con esta medida le pondría una espada de Damocles a sus sucesores.
Además quiere reducir los tiempos de radio y TV en los procesos electorales, lo que afecta directamente, obvio, a la oposición que tendrá mucha menor exposición en medios electrónicos frente a Morena.
Pero no sólo eso, pretende desaparecer las 200 diputaciones y los 28 senadores plurinominales, lo que representa cancelar el reconocimiento de la pluralidad política y de las minorías en el Congreso.
Busca Andrés Manuel López Obrador fintar al plantear que la integración del Congreso sería por listas, los que suena muy democrático, propone desaparecer las cinco circunscripciones plurinominales y que esas listas sean estatales.
Lo que pretende hubiera sido el paraíso para el priismo más autoritario, pues si Morena controlara el órgano electoral y sus gobernadores las elecciones locales, prácticamente veríamos desaparecer a la oposición como la conocemos, porque no se caracterizan precisamente por jugar limpio.
Pero no sólo eso, violando la soberanía de los estados también pretende reducir el número de diputados de los congresos locales poniendo un mínimo de 15 a un máximo de 45, según la población de la entidad.
Lo bueno es que la reforma político-electoral está prácticamente muerta, no alcanzan a Morena y sus aliados los votos para hacer mayoría calificada gracias a un modelo democrático y plural, pero nos acaban de mostrar los que piensan en Morena de las elecciones y la democracia, y en verdad es terrorífico.