Las elecciones son como las fiestas de fin de año: nos llenamos de emoción y esperanza, hacemos votos porque el año que sigue sea mejor y preparamos una lista –larga o corta– de propósitos que queremos cumplir y en muchas ocasiones no se materializan, ya sea por falta de compromiso, condiciones adversas o ambos, ¡ouch!

Entonces parece conveniente hacer lo propio y expresar algunos deseos que quisiéramos se hicieran realidad tras acudir a las urnas en las elecciones intermedias de mañana para renovar el Congreso Federal, 15 gubernaturas y más de 20 mil diputaciones, alcaldías y cabildos; esto porque la ley electoral prohíbe hacer propaganda y escribir o transmitir cualquier tipo de información u opinión sobre las campañas políticas.

A ver, por ejemplo, sería increíble ver a Enrique Peña Nieto pedir perdón (por decir lo menos) por la corrupción casi generalizada de su sexenio y de pasada por la crisis económica del “error de diciembre” de 1994, los malos gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, la reprensión contra el Movimiento Estudiantil de 1968 y las expresiones sociales y políticas que le siguieron; y sin duda hacerlo de rodillas por como el sistema de partido casi único metió hasta la médula de la sociedad mexicana la cultura de la transa, el abuso del poder, el dispendio, el desvío del dinero público y el uso patrimonial del gobierno mediante una figura presidencial todopoderosa.

O que Vicente Fox y Felipe Calderón ofrecieran disculpas por haber sido incapaces de generar los cambios culturales, sociales y políticos necesarios para comenzar a desmontar los vicios heredados por los gobiernos anteriores, contaminarse de las malas prácticas del pasado y lanzarse a una desordenada lucha frontal contra el crimen sin labores de inteligencia que les permitieran medir los alcances de la respuesta criminal y así acotarlos para evitar las miles de muertes que generaron.

Otro deseo es que se acabe de una vez por todas en el actual gobierno (y los que le sigan) esa idea totalmente errada -hecha ya una perniciosa costumbre- que establece como práctica recurrente juzgar como malas y fallidas todas políticas públicas de pasadas administraciones y sus derivados programas y acciones, que comienza con el “cambio de imagen institucional” como si un logotipo nuevo y una paleta de colores diferentes fueran el botón de arranque del cambio y la mejora de los servicios del gobierno y de las condiciones de desarrollo de la sociedad.

Por el contrario, los ciudadanos quisiéramos que cada nueva administración tome las mejores políticas y prácticas de sus predecesores, corrija sus yerros, aporte nuevas ideas y escuche a la sociedad para hacer cada vez mayor el bienestar de los mexicanos; entendido esto como más empleo y mejores salarios, educación de excelencia y en espacios de calidad, salud accesible y de clase mundial, infraestructura y servicios públicos eficientes, etcétera.

Y obvio se vale desear que crezcan y se reproduzcan los grupos, organizaciones y colectivos de la sociedad mexicana que asumen su responsabilidad con el avance de México, ponen bajo la lupa a todos los gobiernos y que, con su movilización en calles, medios, universidades y más, presionan desde hace décadas para acotar al poder público y ampliar la democracia y crear instituciones indispensables para el país como la CNDH, el INAI, el INE y muchas otras; urge que sigan exigiendo y luchando por construir una sociedad de derechos, sin discriminación, con justicia y libertad.

¡Ah! Y que los políticos mexicanos sean realmente demócratas, honestos y comprometidos con el país y su desarrollo. En fin, se vale soñar.

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