Vivimos desde los finales del siglo pasado una ola que a partir de distintos movimientos y corrientes, como lo llamado p olíticamente correcto y el feminismo , ha influenciado el uso del lenguaje en aras de combatir la discriminación y generando el uso de términos pretendidamente incluyentes que al final caen de plano en eufemismos innecesarios y en el absurdo, pero lo peor es que al pretender imponerse han comenzado a generar lo que dicen combatir: agresión, confusión y discriminación.

Porque hoy hay grupos que al intentar imponer y extender el llamado “lenguaje incluyente” están generando más bien sectarismo y marginación .

Rápida historia-ejemplo:

Desde hace casi medio año un grupo de estudiantes mantiene en paro la Facultad de Arquitectura de la UNAM en protesta por la inacción de las autoridades universitarias ante un buen número de casos de acoso, agresiones sexuales y presuntas violaciones contra alumnas perpetradas por profesores de esa escuela.

Por desgracia su movimiento no ha trascendido más allá de un par de publicaciones y del ámbito universitario. Sin embargo, su cohesión y resistencia son admirables pues son la única escuela que se mantiene en paro por estos casos, pues protestas similares en las facultades de Ingeniería, Química o Economía no resistieron la presión producto de la pérdida de becas y el retraso académico. La historia del MOFA (Mujeres Organizadas de la Facultad de Arquitectura) merece ser contada, pero el grupo rechazó proporcionar su información y dar entrevistas porque la solicitud no fue escrita con “lenguaje incluyente”.

Hay ya definiciones importantes frente al uso de este lenguaje. Por ejemplo, el Ministro de Educación de Francia estableció que el “lenguaje incluyente” no se enseñará en las escuelas públicas de ese país por inexacto y la Real Academia Española el 16 de enero del 2020 presentó su Informe sobre el Lenguaje inclusivo y cuestiones conexas que, en un resumen somero, establece que nuestro idioma ya cuenta con formas inclusivas tanto en usos femeninos o masculinos.

Es más, hay que recordar que el idioma se construye por el uso extendido de distintos términos, aunque no sean necesariamente exactos, como nos recuerda el escritor Enrique Serna en su columna Con pelos y señales (Freno al lenguaje sectario, MILENIO, 16-07-21) cuando cita al lingüista colombiano Alex Grijelmo quien se refiere a la vaguedad e imprecisión del extendido término “violencia de género” frente al preciso “violencia machista”.

La maravillosa dramaturga Olga Harmony (1928-2018) quien durante tres décadas publicó la más aguda, deseada y temida crítica teatral de México en el diario La Jornada nos decía a propósito del lenguaje políticamente correcto: “¡Caramba! Resulta que un día me desperté y ya era una adulta mayor, con debilidad visual y malestar general. Cuando me acosté anoche era yo una vieja, cegatona y achacosa. ¡Qué necesidad, tan bonito y claro que es el español!”.

Y sí, estas pretendidas correcciones políticas por ejemplo han generado brutalidades en la vida pública como la denominación del Instituto Nacional de “Adultos en Plenitud” como si la plenitud tuviera que ver con la edad, pero bueno eso se arregló más o menos; el problema es que el lenguaje incluyente está generando que haya grupos que discriminan, excluyen, agreden o marginan a quien por generación, decisión o desconocimientos no lo ocupan.

En fin, no se trata de desconocer el sometimiento y la agresión a los cuales han ido sometidas las mujeres durante siglos por el hecho de serlo, sino poner en claro que el desprecio, agresión o segregación del género masculino por el simple hecho de existir solo reproduce esos vicios y no es la vía para construir una sociedad más armónica, respetuosa y tolerante.

Y cito algo que adelanté en redes sociales a propósito del rancio debate sobre la Conquista Española y que puede aplicar también en este caso: “¡Caray! El mundo ha sido con errores y glorias… Somos la suma de desgracias y heroísmos, sigamos adelante pisando en el atrás y brinquemos al mañana sin anclarnos en rencores y miserias…”

Al final, todos somos personas (y ahí van incluido femenino y masculino. Lo siento, creo que no aplicaría para definirnos a hombres y mujeres usar algo como “todes somes persones”.

VUELTA FORZADA

Por favor, es urgente que autoridades, medios de comunicación, periodistas, conductores, influencers y anexas dejen de usar la palabra inmunización al referirse al proceso de vacunación nacional y mundial contra la Covid-19 . El uso de este término genera confusión y falsas expectativas entre las personas, al grado que muchísimas creen que tras vacunarse están protegidas contra el virus y, lo peor, que ya no son vehículos de contagio.

Hay que insistir hasta el hartazgo por todos los medios posibles que la vacuna contra este coronavirus es paliativa , pero de ninguna manera curativa o preventiva del contagio de Covid-19 y que hasta que exista una vacuna que nos haga realmente inmunes debemos seguir con la práctica de las medidas de sana distancia, uso estricto de cubrebocas en la calle, los medios de transporte públicos y los comercios y oficinas y áreas comunes. Esta advertencia debe usarse en cada noticia, comunicación o comentario sobre la pandemia.

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