Este domingo, las y los alemanes acudirán a las urnas para elegir un nuevo Canciller, a la persona que guiará no solo el destino de su país por los próximos cuatro años, sino a quien tendrá en sus manos, al mismo tiempo, la conducción de la Unión Europea.

Sin embargo, más allá del resultado electoral, esta coyuntura quedará marcada por el fin de una era: “la era Merkel”. La Canciller alemana se marcha tras 16 años en el cargo.

La líder política más relevante de los últimos tiempos, la primera mujer Canciller del país más poderoso de Europa se retira a los 67 años de edad. La imbatible. La reflexiva. La alemana que nació y creció en el este, tras la cortina de hierro. La protestante, la divorciada y vuelta a casar. La figura más valorada de su país, con el 75 por ciento de aprobación.

Se va la buscadora de consensos, la señora de la austeridad, que a decir de los propios alemanes, representa buena parte de los valores comunes de su pueblo: la sobriedad, la disciplina, el apego a las reglas, la dedicación y el pragmatismo. Todas ellas características que la han posicionado como una líder confiable y popular, bautizada por la prensa como Mutti, “la madre de la nación”.

A Ángela Merkel se le define como una “marca mundial” que, de presentarse a los comicios del domingo, seguramente obtendría el triunfo por quinta ocasión, con un amplio margen. La consideran “un personaje polifacético, capaz de afrontar mil batallas dentro y fuera de casa”.

Aunque a lo largo de sus cuatro periodos como Canciller alemana fueron muchas las encrucijadas que debió afrontar, dos crisis terminaron por marcar exitosamente su liderazgo personal y su capacidad de gestión: la migratoria de 2015, cuando abrió las puertas de su país y de Europa a los refugiados procedentes principalmente de Siria, y la sanitaria, que actualmente azota diferentes regiones del planeta, a causa de la pandemia provocada por el coronavirus.

En la primera crisis, a Merkel se le reconoce la valentía mostrada al asumir los riesgos de manera personal, con una actitud extremadamente humanitaria y se recuerda en particular su ya famosa frase: “Podemos hacerlo”, que movilizó a más de un millón de refugiados que escaparon de las zonas de conflicto a través de la ruta de los Balcanes. “Y lo consiguió”. Lo hizo. A seis años de distancia no se presentó la crisis que entonces auguraba la ultraderecha.

En la segunda, pese a que le cuestionan que actuó en forma dubitativa en más de una ocasión, la Canciller mostró una habilidad insospechada para hablarles a los alemanes de los peligros de la pandemia en un tono didáctico y con la crudeza de la realidad: “Tómenlo en serio –les dijo--. Alemania enfrenta hoy el mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial”. Y fue cuando declaró el cerco sanitario.

Hace pocas semanas, la Merkel sorprendió al pueblo alemán, a hombres y principalmente a las mujeres, cuando se dijo feminista, lo que le valió fuertes y aireadas críticas de diversos círculos del activismo feminista que cuestionaron su conservadurismo y su neutralidad absoluta en temas tan sensibles como el aborto. Le reclamaron haber dirigido al país no como una mujer, sino “como un hombre cualquiera”.

Lo cierto es que en Alemania, a unas hora de los comicios generales, soplan fuerte los vientos de la ultraderecha. Por primera vez en casi veinte años, la CDU, la Unión Demócrata Cristiana, no lidera las encuestas electorales y se vaticina su derrota.

Pero la Merkel ya está en otra cosa. Prepara sus maletas y se apresta a dar el cerrojazo a una era, a la era que ella misma forjó.

Académico de la UNAM.

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