Cuando nos hablaron por primera ocasión de la “ nueva normalidad ” no creíamos, la mayoría de nosotros, en el real significado de lo que nos estaban hablando. Fue un shock tan fuerte como el de la pandemia misma, como el del encierro, y sin duda, que no lo hemos podido digerir, implementar. Hoy, tenemos que el semáforo epidemiológico en nuestro país, en los diferentes estados, ha ido de rojo a anaranjado y de regreso, de anaranjado a amarillo y de vuelta; una sola entidad en verde.

Es claro que ningún país y su economía iba a soportar más de tres meses con la mayoría de sus actividades cerradas, de ahí la importancia de generar los protocolos que se necesitaban para la reapertura por segmento y fase.

Pero es de todos nosotros ayudar a que se mantengan abiertas estas actividades que hacen que millones de familias mexicanas tengan ingresos y que los empresarios puedan seguir brindando esas oportunidades de trabajo. Es difícil, sí; pero es cuestión de respetar lo que se ha establecido, ya que con un solo eslabón de la cadena que no sea fuerte o que se rompa, puede echar para atrás el esfuerzo de todos los demás.

Ese es el principio que se debe tomar siempre en cuenta en la nueva normalidad. No se trata de adaptarnos para que no nos pase nada solamente a nosotros, como individuo o como familia, sino que se trata de obedecer para no perjudicar al de a lado, al de enfrente, a aquella persona que presta un servicio o que tiene que trasladarse a su trabajo en condiciones casi casi extremas. Nos hemos relajado como sociedad y no debe pasar.

Es momento de hacer una pausa y una reflexión. Por supuesto que nos hemos alegrado que poco a poco se han abierto los lugares que extrañábamos visitar. Por supuesto que nos hemos tenido que adaptar para asistir a estos sitios y tratar de recuperar algo del tiempo que si queremos verlo así, “se perdió” en los meses de encierro. Pero de qué servirá si cada vez es más común ver gente en la calle sin cubrebocas o sin tomar en cuenta la sana distancia, por mencionar las faltas a estos protocolos más constantes.

Hemos visto, además, que en algunos países de Europa como España y Francia, han regresado las medidas más extremas debido a los rebrotes. Ojalá que en esta ocasión sí veamos lo que sucede del otro lado del Atlántico para volver a ponernos serios en los cuidados, y ya ni siquiera hablando de un rebrote, sino de realmente mitigar lo que se vive en el país con la primera ola de contagios. La nueva normalidad no es solo un nombre rimbombante para llamar a los protocolos impuestos; es, literal, la nueva manera en que debemos vivir por nosotros, por los nuestros y por los demás. No es un chiste.

Profesor

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