Quiero agradecer a la gente que me llamó por la columna de hace una semana en la que, en el marco de los 80 años del Instituto Mexicano del Seguro Social, resumí lo importante que llegó a ser este organismo para el deporte en México.
Sin embargo, y por ello retomo el tema, mucha gente más que conoce la historia del IMSS me dice que me quedé corto. Que hay mucha gente que debemos recordar como artífices del deporte y el desarrollo de prestaciones para la población. También me quedé corto al no decir que el IMSS y yo nacimos en el mismo año. Es algo que no había pensado y que alguien cercano me dijo cuando leyó la columna.
Dentro de esas personas que hicieron mucho, quiero destacar la labor de doña Griselda Álvarez, quien era la directora de prestaciones sociales de 1970 al 76. Cuando ella llegó me sentía dueño del IMSS. Un día le llevé todo el programa de actividades que iba a seguir dentro de la natación. Ella apenas llegaba a la institución y así como se los llevé, los echó a la basura. “Antes de que haga un calendario de eventos y salidas de sus deportistas, debe consultarlo conmigo”. Fue un balde de agua fría ese primer encuentro con ella, aunque después me aprobaba todo porque veía que se hacían bien y con transparencia.
Hay tantas anécdotas del IMSS que podría contar horas y horas, y poner en páginas y páginas, lo que era la vida y trabajo en esta institución.
No hay que dejar de mencionar a un hombre que le dio al Seguro tres medallas, el profesor Jorge Rueda quien no mencioné la columna anterior y quien recuerdo que cuando llegó con nosotros me dijo que no le gustaba la natación sino los clavados. Comenzó a entrenar a clavadistas al grado de que tuvo a tres medallistas olímpicos. Es quien más ha hecho lucir al IMSS en cuestión de ganar medallas.
La gente en el IMSS era una familia que trabajaba por un bien común. Los padres de familia, incluso, ayudaban al trabajo que se realizaba en las instalaciones, era una mística. Recuerdo que independientemente que a sus hijos se les daban uniformes, ellos compraban una chamarra del Seguro Social y la usaban orgullosos.
Vale la pena hacer esta segunda parte de la columna, en relación a quienes me faltó mencionar como Manuel Barquín Calderón, un hombre que por política lo mandaron de ser director general de La Raza a dirigir a una clínica en Aragón. Me acuerdo bien que tenía libros de organización de hospitales y aunque de él no dependía el presupuesto del deporte, me autorizaba todo lo que quisiera en la Unidad Morelos.
El Seguro Social fue mi primer hogar independientemente de todo lo que mi abuela me enseñó en casa y lo que aprendí de mi segundo padre, Ronald Johnson. Y así como para mí fue pieza fundamental en mi formación, lo fue para muchas personas.
Por eso es que bien vale la pena recordar todo lo que se generaba en el IMSS en materia deportiva y que ahora ya no lo vemos. Ojalá las autoridades actuales le vuelvan a dar fuerza al deporte en esta maravillosa institución. Es una historia maravillosa que esta institución haya tenido tanto éxito en lo deportivo y ojalá se retome algún día.
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