Los sismos que sacudieron la tierra en el sur de Türkiye y el noroeste de Siria, han sacudido también la conciencia internacional. Las cifras fluctúan y seguirán creciendo. Se estima que al menos son 40 mil los fallecidos. La solidaridad mexicana reaccionó de manera inmediata. El despliegue de personal entrenado en rescates para este tipo de situaciones no se hizo esperar en Türkiye y se envió a Siria, a través de un Fondo Humanitario que opera la ONU, una suma considerable: seis millones de dólares. Nuestra propia experiencia nos permite entender la dimensión del reto y la urgencia para la población afectada. Primero el rescate, después vendrán el coraje y duelo. Eventualmente iniciará la reconstrucción.
Por la cobertura en medios de comunicación y redes sociales, nos enteramos más sobre lo sucedido del lado turco de la frontera, pero la realidad del lado sirio es igualmente grave. Ocurre que hay muchas más dificultades para acceder a las poblaciones sirias.
Desde el 2011, con la primavera árabe, Siria se ha visto envuelta en un conflicto que ha devastado al país. El territorio está dividido entre regiones controladas por el gobierno y áreas bajo el control de diversos grupos opositores en el noroeste y noreste. La región noroeste incluye las ciudades de Aleppo, Latakia e Idlib, por mencionar algunas, que han sido afectadas de manera severa por los sismos.
Para que la ayuda humanitaria ingrese a la región noroeste y noreste, desde 2014 la ONU, a través del Consejo de Seguridad, autorizó cuatro puntos fronterizos para tal fin: dos en la frontera con Türkiye, uno con Jordania y otro con Iraq. Por diversas razones e intereses geopolíticos, estos cruces han ido cerrando año con año. Durante los dos años en los que México fue miembro del Consejo de Seguridad (2021-22) solo se encontraba en operación el cruce fronterizo de Bab al-Hawa, en la frontera noroeste con Türkiye. El principal centro de operaciones se ubica del lado turco de la frontera, en la ciudad de Gaziantep, también afectada por los sismos. Por esta vía ingresan a Siria cargamentos que contienen alimentos, vacunas y otros insumos médicos, así como materiales educativos y una larga lista de elementos necesarios para la subsistencia de la población que ahí reside y asciende a más de 4 millones de personas. Se trata, en su mayoría, de personas desplazadas internas como resultado del conflicto. Hace un par de días se informó que se abrirían transitoriamente otros dos puntos de cruce para facilitar la ayuda humanitaria.
No es exagerado afirmar que las necesidades humanitarias ya eran críticas antes de los sismos. Fue un tema recurrente en el Consejo de Seguridad. La ONU estima que la población siria que requiere asistencia humanitaria en el país rebasa ya los 15 millones de personas. Las cifras van en aumento. El conflicto cumplirá 12 años el mes que entra. La infraestructura civil (hospitales, escuelas, plantas procesadoras de agua y de generación de energía eléctrica, etc.) se han deteriorado también como resultado del conflicto. La inseguridad alimentaria alcanza ya niveles críticos en ciertas zonas. Ha resurgido el cólera y el acceso al agua potable se dificulta cada vez más en algunas regiones.
Ante esta realidad, un punto recurrente en las sesiones del Consejo de Seguridad versó sobre la importancia de mantener el acceso humanitario, respetando por supuesto la soberanía de Siria. Cabe destacar que el acceso del gobierno de Damasco es limitado en esas regiones, pues no están bajo su control. Adicionalmente, las sanciones que los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países tienen impuestas al gobierno sirio afectan gravemente a la población.
En el lenguaje del Consejo de Seguridad se hablaba del acceso transfronterizo (cross-border) para referirse a los ingresos de ayuda humanitaria por el cruce autorizado por la ONU, y acceso entre líneas (cross-line) para las operaciones cuya logística se lleva a cabo desde Damasco. Esta diferencia es políticamente de la mayor importancia. Si bien para la ONU y los trabajadores humanitarios no hay diferencias entre la población, y lo que busca es cubrir las necesidades de todas las personas sin exclusiones, este debate tiene muchas y muy complejas implicaciones.
Para México lo prioritario fue mantener las discusiones centradas en las necesidades humanitarias de la población y evitar politizar aún más el asunto. Las necesidades humanitarias de la población no deben subordinarse a otros factores. Siempre se apoyaron tanto las renovaciones para autorizar el cruce transfronterizo como todo aquello que permitiera mejorar los cruces entre líneas provenientes de Damasco. Ambas vías complementan el acceso a la ayuda humanitaria.
Diplomática, especialista en derecho internacional y temas humanitarios
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