Para quienes tengan la idea de regalar un libro (literario más que informativo) o para quienes no lo hayan considerado para estas próximas fechas festivas, comparto algunas de las razones para ello.

Un libro es tan objeto íntimo como compartible.

Regalar un libro puede significar lo he leído y me ha parecido que vale la pena que tú también lo hagas.

O este libro me hizo pensar
en ti.

O te conozco y me parece que un tema como este te puede ser atractivo.

Se parece a regalar un boleto de avión con hotel y comida incluida. Un viaje todo pagado.

Porque tienen una portada atractiva, y pueden llevarse cerca del corazón y los ojos en las vacaciones decembrinas.

Porque se puede subrayar, enmarcar los párrafos que hacen eco con imágenes o pensamientos atesorables.

Porque el libro vive más allá de sus autores.

El libro no tiene fecha de caducidad.

Con un libro se regala futuro: se propone un tiempo que aún no ha transcurrido para que lo pasemos entre las páginas.

Regalar un libro es siempre un acto optimista. Parecemos decir: deja un pedazo de ti entre estas líneas para que hables con los vivos o con los muertos (depende del autor), con tu país y tu idioma, o con otras tradiciones y lenguas.

Porque un libro es siempre un diálogo, con el mundo que proponen sus páginas y con el obsequiado.

Un libro abona para la importancia del silencio, de la concentración, de abandonar el mundo para perderse.

Un libro desata una conversación.

El libro es una aventura inesperada. Nos pone a prueba.

El libro puede ser electrónico. Es muy ecológico y hay quien ha optado por la biblioteca virtual. Ahora casi todos los libros existen en formato físico y virtual.

El libro puede ser objeto que ocupe un espacio en el librero y en las repisas del ánimo.

Los libros objeto pueden tocarse, olerse, sopesarse.

El libro propone un guiño con la imaginación.

Y con los sentimientos, intelecto y asombro.

Un libro nos puede hacer descubrir a un autor que ya no queremos abandonar. Debería haber Tinder literario. Encuentra al autor de tus libros favoritos para seguirlo leyendo. (Muchas veces leerse es mejor que conocerse. O leerse es una manera de conocerse.)

Un libro no obliga a la etiqueta, se puede leer donde queramos y con el vestuario (o sin él) de nuestro agrado. Descalzos o con botas.

Un libro nos recuerda lo humano que subsiste en nosotros.

Un libro es un espejo que no se rompe.

Tampoco trae mala suerte.

Un buen libro nunca es
dogma.

Regalar un libro es descorchar un vino para quien le gusta la
fermentación y el reposo de
la uva.

Al libro siempre lo acompaña la insinuación del ritual lector: separador, pluma o lápiz, exlibris, qué huellas podremos dejar en él.

Un buen libro seduce.

Nos da amigos.

A un enemigo déjalo en ayuno de las lecturas que tu aprecias,
el banquete lector es un acto de generosidad.

Escoge a los invitados a tu mesa.

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