María de Alva y su interesante novela Un corazón extraviado  (Harper Collins, 2022) me recordaron el libro de Pedro Garfias que estuvo en casa de mis padres y que yo creía tener en algún lugar. La novela de la autora regiomontana que antes publicó  Lo que guarda el río, Antes del olvido  y  A través de la ventana recupera al poeta olvidado de la generación del 27. Garfías llegó exiliado a México, murió en Monterrey, nació en Andalucía y pasó su vida como estudiante, poeta y librero en Madrid, amigo de Alberti y de Lorca. Testigo de ese momento efervescente de la España que entraba en la modernidad de los años 30 cuando las Sinsombrero —Margarita Manso, Maruja Mallo, María Teresa León, entre otras mujeres artistas apenas recuperadas; la propia Dehly Tejero, pintora que fue pareja del poeta— buscaban expresarse en el arte y despojarse del sombrero.

En una suerte de cajas chinas, la autora narra el periplo alrededor de su condición cardiaca, tener el corazón en el lado izquierdo del cuerpo, entreverada con la investigación sobre la época y vida de Garfias y la investigación médica sobre la dextrocardia e intercala la novela en primera persona desde Garfias, que da cuenta de su vida. Dos voces, la autora y el poeta, con registros diferentes. Recorremos las evaluaciones e intervenciones médicas y el sentido de ellas en la vida de la autora y acompañamos a Garfias en su querer ser poeta, su timidez, su alcoholismo, su marginalidad por su condición económica, el exilio en Francia pasando por la barbarie en que los tuvieron a pie de playa, hasta la protección del lord inglés que ofrecía techo y dinero para que los perseguidos políticos pudieran salvarse y escribir, hasta su llegada a México con su mujer andaluza conservadora (una relación que estaba destinada a fracasar pero no exenta de tintes de solidaridad y amor).

La autora y Garfias coinciden en la extinta librería Cosmos en Monterrey.  Mientras ella busca libros en la adolescencia,  el fantasma de Garfias desde la planta alta (era amigo del librero) le provoca la necesidad de escribir esta historia años después. Como  consigna la propia autora en la voz de Gabriel Zaid: “Una de las cosas que hacen importante a Monterrey es que Pedro Garfias haya andado por aquí”.  María de Alva me cuenta que fue al cementerio a poner flores en su tumba.

En esta novela hecha de varias guedejas que se entreveran, el mar tiene voz y está por encima de las “Observaciones que a nadie le importan” (a mí sí) que la autora consigna para que sea desde el corazón de la escritura donde Garfias y María de Alva acomodan sus corazones extraviados. Después de leer la novela, uno quiere escuchar a Víctor Manuel cantando “ Asturias”,  ese poema de Garfias que le da voz colectiva y lo eterniza por encima de ser el olvidado  de la generación del 27. Justo ayer, antes de escribir estas palabras, apareció el extraviado en mi librero con sus hojas amarillas en una edición que sólo acusa: Guadalajara 1953. En  Río de aguas amargas  está este poema que tanto me gusta y que empieza así: La palabra se rebela./ Si no la cuidas se escapa,/ porque tiene su querencia… /La palabra busca siempre su querencia. Después de leer a María de Alva y de releer a Garfias me queda muy claro.

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