Hacer una pausa es detener el tiempo. Pero la pausa también tiene una consecuencia espacial: separa. Aleja. Quién no ha vivido en algún momento aquello de “dame un tiempo”, “necesito un paréntesis”, para que la consecuencia final sea lo que sabiamente se me dijo y dolorosamente reconozco: la distancia distancia.

Una pausa es detener lo que ha tomado tiempo y voluntad, imaginación y paciencia, dedicación y sorteo de obstáculos para construir. Las pausas finalmente derrumban. Para escribir adoptamos el uso de la coma, el punto y coma, el punto para hacer pausas que den sentido a la organización de las palabras y, por lo tanto, a la comunicación. Las pausas gramaticales son para la claridad. Y usted, lector, sabe a cuenta de qué toda esta reflexión porque aunque no nos quisiéramos enterar, tener un gobernante que habla todas las mañanas va llenando el aire que respiramos, no basta con la amenaza del virus pandémico, también respiramos ocurrencias, algunos anuncios, demoliciones, muchas denostaciones y una realidad pintada a modo. En esa narrativa usar la palabra pausa para las relaciones bilaterales con un país que es parte de nuestra historia, si no, no estaría yo escribiendo esto en español, nos coloca a todos en esa posición incómoda porque el Presidente habla por el país que habitamos todos. Y si él quiere una pausa por caprichos de enmienda histórica, aunque él insiste que es para sanear las relaciones comerciales, hay métodos para la transparencia y eficacia. Usar la palabra pausa nos arrastra a una separación que nadie ha pedido.

Es común en las familias, cuando algún adulto se pelea con otro, que siendo niño los padres digan o que suceda ya no vamos a ir a casa del tío fulanito, y tú dejas de ver a tus primos. Ya no creces ni juegas con ellos. Se te vuelven unos extraños cuando te los topas años después y lo que sabes es que tus padres te llevaron entre las patas con sus disgustos personales. Lo podemos llamar autoritarismo. Decidir por los demás. Habrá quienes defiendan a capa y espada esa palabra, que tiene su belleza fonética, porque a ciegas se cobijan en el discurso pendenciero y santurrón de nuestro predicador
mañanero. Pero yo sé, que la distancia distancia y no quiero eso para la parte de mí (ya lo he escrito en otro artículo) que vino durante la Guerra civil española a un país amable que recibió a miles con generosidad y con mucho aprecio por los científicos, intelectuales y artistas que formaban parte importante de ese exilio, que también que recibió a mis abuelos paternos como migrantes que deseaban tener otra vida lejos de una España pobre. Que no es ruptura la palabra pausa… va camino a ello. Las palabras tienen consecuencias.

Pero bien mirado la pausa es el estilo del presidente actual de nuestro México, no sólo en su modo de hablar, sino en su estilo de gobernar. No contento con la pausa que ha significado la pandemia en la normalidad de nuestras relaciones humanas, ha puesto al país en pausa. La ciencia, el arte, el pensamiento crítico, la democracia, la salud, la economía y la seguridad lo resienten. Y está por verse cuántas más pausas nos faltan. Las palabras importan para decir la verdad y las mentiras. Y la distancia distancia.

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