Laura Martínez-Belli, montada en la investigación que sostiene el andamiaje ficcional de esta novela de corte histórico, nos coloca frente al espejo de obsidiana de nuestra historia. La identidad, los arrebatos, las vejaciones, el poder, las dudas, la fragilidad, las ternezas y la brutalidad están en el centro de una propuesta narrativa para sumergirnos, como sólo lo permite la novela, en la caída de Tenochtitlán, en la posterior caída del propio Cortés y en el surgimiento del mestizaje.

Para ello lleva al frente de la escena histórica a quienes normalmente pertenecen a la retaguardia y el olvido: las mujeres. Isabel de Moctezuma es el personaje principal de esta novela cuyo título ya lo indica. Tecuixpo Iztaxochitl, la hija de Moctezuma, a quien la autora confiere un carácter guerrero, una estirpe de noble invencible y sabia que tiene que ceder y traicionar a su padre, aunque lo escuchará cuando le dice: cambia de piel como la serpiente es el faro narrativo. Isabel es entonces quien encarna la conquista como sacrificio e inevitable aceptación de un nuevo orden. Será bautizada como Isabel y en el cambio de nombre abandonará con dolor el suyo y lo suyo. Y lo suyo ya será lo otro, nos lo propone Martínez-Belli, cuando esa hija a la que desconoció por ser producto del ultraje de Cortés, en la vida real, y que en la novela le fue arrebatada por Altamirano, retorne a México y encarne el mestizaje.

En este tapiz complejo de los años turbulentos de la Conquista, en donde Moctezuma es retenido como un rehén por Cortés, Martínez-Belli (ella misma hija de español y nicaragüense radicada en México por algún tiempo y ahora en España) nos acerca el entramado de concepciones y estrategias sobre la derrota y la victoria a través de personajes de gran estatura como Cuitláhuac, Cuauhtémoc, y del otro bando Velázquez, Cortés y otros tantos. Entre traiciones y sabidurías la fineza mexica de un Moctezuma que la historia ha condenado, ocupa un trono digno en la novela cuya hija tardará en comprender. Isabel será la piedra de cambio, la bisagra del tiempo. Tendrá que casarse cinco veces: con su tío Cuitláhuac, con su primo Cuauhtémoc, con el consejero de Cortés, de Grado, con el extremeño Andrade, para acabar sus días con Juan Cano (cuyos textos fueron fuente valiosa para la autora) y preservar su estirpe y sus bienes en Extremadura, donde hasta hace poco la descendencia de Isabel de Moctezuma y Juan Cano seguía recibiendo los beneficios de su hacienda. Martínez-Belli en su estrategia narrativa ha escogido a Isabel y Leonor como proas y ha puesto el acento en las relaciones filiales, la maternidad y en la búsqueda del origen. Vine a buscar a mi padre… También la irresisitible Malintzin, Marina, la Malinche, la lengua de Cortés es personaje indispensable en la novela, pero no central a la trama. Como la propia la autora lo ha señalado en algunas entrevistas, otras mujeres quedan para la escritura de una novela. Pienso en Luisa, la tlaxcalteca mujer de Alvarado, y María de Estrada, mencionada varias veces entre las huestes de Hernán Cortés.

La autora otorga al poder de la palabra la posibilidad de ser, de legar, de reconocer el origen y de edificar a la mujer del nuevo mundo. Tanto Isabel como Leonor aprenden la escritura del español y logran así, sorteando la muerte y el silencio, resolver la procedencia y consolidar ese pasado mexica. La novela no toma partido más que por lo humano, coloca ternezas y momentos de duda donde es preciso para no tejer un tapiz de arquetipos simplista. Lo hace con un lenguaje bañado de la riqueza Náhuatl, de metáforas intensas y dichos hispanos que dan frescura y nos colocan en el torrente de las sangres conjugadas. Empresa nada fácil, edificio apasionante en cuyo epílogo la autora anota una serie de hechos para que observemos las licencias que son propias del trabajo novelístico. Ese también, lo afirma Laura Martínez-Belli- es un mestizaje literario.

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