Verónica Langer nos ha compartido su talento como actriz desde el teatro, el cine y la televisión. Esa voz que interpreta diferentes papeles nos es familiar. Esta voz literaria que se desprende de la novela que la autora estrena en la nueva línea editorial de Hachette, 2023, a cargo de la editora Fernanda Álvarez, nos sorprende gratamente. Larvas desde el propio título me lleva a una realidad que en su carácter de extraordinario o de insólito se codea con los ecos de de un mundo que pareciera de ficción, resabios de lo real maravilloso pero reflejo de una realidad estrujante que es mirada desde la sensibilidad de la escritora fiel a lo que dijera Faulkner de lo que debe ser la literatura: simpatía por los demás.

Sorprende la voz porque desde la estrategia narrativa que elige Verónica Langer nos acerca a Aurelio, el protagonista, a través de las hojas del diario que escribe de abril a junio de 1965 y que nos revelan que trabaja en un centro psiquiátrico llamado La colonia, ubicado en las afueras de un pueblo sin nombre en la pampa argentina, que alguna vez él mismo fue un paciente al que dieron de alta y entre las prescripciones de su cura (la cual cuestiona constantemente) además del medicamento le recetaron la escritura del diario. Por ello nos podemos sumar página a página a las obligaciones cotidianas de quien se encarga de cinco de los trastornados: Kiki, hijo de rusos migrantes que casi no habla y que cuando lo hace dice jamón y sólo se calma comiéndolo; Miguel, perdido, hijo de militar que por lo mismo significará problemas para el autor del diario; Paco, el mexicano que siempre anda con su guitarrita interpretando a Pedro Infante o Jorge Negrete cuando viene a cuento y que tiene unos arranques de violencia dignos de la pantalla nacional, y un hombre mayor, el Jovato, que es más bien una comparsa silenciosa. Aurelio escribe: En el fondo a nadie le interesa lo que les pasa a los locos y si se pueden deshacer de nosotros, mejor. Y desde luego está Dominga, la nueva chica del burdel que visita el protagonista y en donde no sólo la sexualidad tiene casa sino cierta dulzura que envuelve su propio desarropo. Es precisamente la rebanada de felicidad que le brindan las visitas a Dominga donde tiene buen destino su sueldo, lo que le calienta la cabeza con una idea delirante. Los locos a su cargo también merecen esa rebanada. Serían felices un rato y se olvidarían de que están locos, escribe y más adelante: Yo también soy extraño. ¿Quién no lo es?

A partir de ahí las cosas se complicarán y derivarán en un inesperado desenlace.

El humor y la ternura se dan la mano en la franqueza de esa escritura frontal e íntima que nos coloca en la piel y la mirada de los días del protagonista que busca luz y esperanza para un destino de difícil salida. Él mismo se pregunta frente al encierro si estar loco es un delito.

Larvas es una novela breve, profunda y encantadora que nos hace reflexionar sobre el adentro y el afuera, sobre la necesidad del cariño y el trato humano, no importa cual fuere nuestra condición, y preguntarnos si no todos vivimos en una especie de encierro fabricando nuestra propia luz y esperanza a través de los sueños. La escritura puede ser uno de ellos.

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